ATORRANTE

Atorrante – que evita el trabajo por comodidad, es una palabra muy utilizada en Argentina, Chile y Uruguay. Conozco a varios compañeros de profesión de estos países de Sudamérica, que para nada tienen esta acepción, y a quien dedico esta columna de opinión con respeto y aprecio. Atorrante tiene múltiples acepciones que bien vienen al cuento. Desde persona astuta que se sale con la suya, derivado de su habilidad por seducir o convencer al otro para que haga lo que él quiera que haga hasta la despectiva, más común, que define a aquella persona vaga, holgazana, desfachatada y desvergonzada. No es menos curiosa la versión femenina del término, atorranta, que viene a decirse de aquella persona que duerme o se acuesta en cualquier lugar. De pequeño, en mi pueblo, Don Ángel me decía que “las personas tienden a la horizontal” y que en cuanto te descuidas se echan a dormir en vez de trabajar. La semana pasada unos ganaderos de Burgos con décadas de trabajo a sus espaldas en sus propias granjas bien me decían, como tantas veces he escuchado, y que bien comparto, que uno tiene que estar al pie de la granja cada día, lo que también mencionaba el Señor Ángel diciendo que “el ojo del amo engorda al caballo”. Muchos de los empresarios de nuestro sector a los que les he escuchado esto mismo, o algo similar, a lo largo de mi vida profesional, realmente no han llegado a tener nunca un departamento de Recursos Humanos en sus empresas, pero bien que así lo entendían en su mejor versión actual.

 

Joan Manuel Serrat en su canción Las malas compañías decía así: “Mis amigos son unos atorrantes. Se exhiben sin pudor, beben a morro, se pasan las consignas por el forro y se mofan de cuestiones importantes”. También he podido escuchar este término en Galicia, tierra admirada por el que os escribe, donde trabajan grandes amigos y tenemos empresas de porcino referentes en nuestro país, conociendo a los responsables de sus departamentos de Recursos Humanos, quienes son unos excelentes profesionales. Y es que el trabajo dignifica a la persona porque la hace sentir capaz, útil, necesaria, autosuficiente y perteneciente a una sociedad activamente económica. Ganar algo por el esfuerzo propio, sin que nadie nos regale nada, es parte del proceso de realización personal. Curiosamente, el primer autor de esta frase no fue ni más ni menos que el filósofo alemán Karl Marx en el siglo XIX donde resumía su propia filosofía sobre la relación del hombre con su propia naturaleza, añadiendo que gracias al trabajo el ser humano nos sentimos integrado en la sociedad, mejoramos nuestra autoestima y proyectamos una imagen positiva de nosotros mismos ante los demás. ¡Igual es por esto qué Alemania tiene menos paro que España! Pero es que también el Papa Francisco nos dice que el trabajo es una realidad esencial para la sociedad, para las familias y para los individuos, siendo su principal valor el bien de la persona humana, ya que la realiza como tal, con sus actitudes y sus capacidades intelectuales, creativas y manuales. De esto se deriva que el trabajo no solo tenga un fin económico y de beneficios, sino ante todo un fin que atañe al hombre y a su dignidad. Personalmente me declaro un fan del trabajo y del término que dice: “la mejor filosofía es trabajar con alegría”, mostrándome altamente preocupado por el concepto sobre que del mismo tienen muchas personas en nuestro país, de la falta de valor que en muchos ámbitos se le da al mismo y de la tasa tan elevada de paro que padecemos. ¿No será en parte por esas bases de partida? Como a buen seguro a todos ustedes, también me indigna el mal uso que se hace de la frase “el trabajo te hace libre” y sobre todo de aquel cartel de 5 metros y 40 kilos que reza en alemán “Arbeit macht frei” con dicho significado a la entrada del campo de concentración de Auschwitz, antiguo campo polaco que se ha convertido en museo con el valiente acto de preservar la memoria histórica de la ignominia. Quizás sea una de las frases más cínicas y crueles en la historia de la humanidad.

 

Desde mi modesta opinión, los Recursos Humanos (RRHH) deben de hacer justo lo contrario que el escritor nacionalista austriaco Lorenz Diefenbach autor en 1873 de la novela con dicho título “Arbeit macht frei” de donde se tomó prestado para el campo de exterminio mencionado y otros muchos campos nazis. Es obvio que no soy ningún experto en RRHH, pero bien tengo claro que las personas hacen a las empresas, y que un buen equipo humano es la base de unos buenos resultados a corto-medio y largo plazo. El padre de los Recursos Humanos como los entendemos hoy fue en el siglo XIX el estadounidense de Filadelfia, Frederick Taylor, también conocido como el padre de la administración científica del trabajo, cuyos principios sobre la realización del trabajo los podemos leer en su libro titulado “The Principles of Scientific Management” publicado en 1911, donde podemos ver que uno de sus principales deseos iba en la noble dirección de conseguir la máxima prosperidad para el empresario, así como la máxima prosperidad para el trabajador. Ya decía Taylor hace un siglo que la holgazanería constituía el más agudo de los males que afectaban a los obreros de Inglaterra y Estados Unidos. Vaya, que conjunto de confluencias, que al menos a mí me hacen pensar que estuviera en lo cierto. Considero importantes los departamentos de recursos humanos, y creo que son algo mucho más que entidades para contratar, retener y despedir, siendo contrario a considerar a las personas como simples recursos humanos, ya que las personas, es decir los humanos somos mucho más que recursos. O, dicho de otra forma, todas las personas tienen sus recursos, mientras que los recursos no tienen personas. Y si no, probemos a tener personas que no tengan ni recursos propios ni aportados. Personalmente comulgo más con la definición también conocida de los RRHH como Capital Humano (CH). Los tres factores de la producción son el trabajo, la tierra y el capital, por lo que sabiendo que el primero corresponde al carbono (C) e Hidrógeno (H), la tierra y el capital serán el Nitrógeno (N) y el Oxígeno (O) respectivamente. Sin estos cuatro elementos que constituyen sobre el 95% de la mayoría de las células, conocidos con el acrónimo Chon, no hay vida, como tampoco hay vida en una empresa sin Capital Humano.

 

“Ninguna raza puede prosperar hasta aprender que existe tanta dignidad en labrar el campo, como la que existe en escribir un poema” – Booker Taliaferro Washington (1856-1915) Educador y líder de la comunidad negra estadounidense

 

Por Antonio Palomo Yagüe – ADM SETNA