Tribuna informativa – Semana 48

  1. Identificación del origen real de la leche y de los productos lácteos

La Organización Agraria de los baserritarras profesionales de Euskadi (ENBA, Euskal Nekazarien Barasuna) apoya públicamente el proyecto de Real Decreto que debe entrar en vigor en toda España el próximo 1 de enero y que atañe al etiquetado obligatorio del origen de la leche.

Nuestro Ministerio, a imagen y semejanza de lo que ya hace Francia y habiendo obtenido hace unos meses la conformidad de la Comisión Europea, pondrá en vigor este nuevo Decreto que afecta, insistimos, a la leche líquida y a una serie de productos lácteos tales como: la leche concentrada, la leche fermentada, la leche acidificada, el requesón, la mantequilla, el queso, el kéfir, la nata, etc.

En el primer borrador del mencionado RD se habla de que, en el etiquetado, deberá indicarse el país de ordeño, el de envasado y el de transformación. Con ello se podrá saber, de entrada, si la leche comercializada en la U.E. como leche líquida o como ingrediente para productos lácteos, ha sido producida en la Unión Europea (y en qué Estado o Estados de la misma) o si procede de Países Terceros o si se trata de una mezcla de leches procedentes de algún Estado de la U.E. y de Terceros Países.

Pero, además de lo expuesto, la ENBA desea que esta nueva normativa sea más explícita y se incluya en ella la obligación de poner referencias de origen geográfico más próximo como, por ejemplo, la comunidad autónoma, el territorio histórico y/o la provincia y/o el municipio.

De esta forma, partiendo de la idea de que los consumidores, en general, priorizan las producciones locales, las marcas y las empresas de tipo local o regional, orientadas prioritariamente a un mercado de cercanía, tendrían la oportunidad de incidir mejor en su mercado potencial.

  1. América Latina, la Unión Europea y las frutas y hortalizas

Ahora que la Unión Europea ha vuelto a abrir las negociaciones con el Mercosur, tal vez sea bueno saber qué está sucediendo en un mundo tan cualificado de nuestras producciones del sector primario como es el de “frutas y hortalizas”, para irnos haciendo una idea de por “dónde van los tiros”.

De acuerdo con los datos de base de Eurostat, en el pasado año 2015 y en el ámbito que aquí nos ocupa, las importaciones de la Unión Europea procedentes de América Latina alcanzaron un volumen de 7,4 millones de toneladas, por un valor cercano a los 6.400 millones de euros; estás cifras suponen, respecto del año 2014, un incremento del 2 por 100 en volumen y un 10 por 100 en valor.

En el mismo periodo, las exportaciones de frutas y hortalizas desde la Unión Europea a América Latina alcanzaron casi las 435.000 t por un valor cercano a los 225 millones de euros; los incrementos respecto del año 2014 fueron, en este caso, del 50 por 100 en volumen y del 35 por 100 en valor. En estas exportaciones jugaron un papel muy destacado las hortalizas (unas 284.000 t; básicamente cebollas: 255.000 t); las frutas supusieron unas 150.000 t (un 24 por 100 más que en el año 2014). Aproximadamente un 76 por 100 de nuestras exportaciones de frutas y hortalizas van destinadas a Brasil.

Expuesto así, estas cifras pueden inducir a un “engaño triunfalista”. La realidad es otra bien distinta: en el último año, las exportaciones de América Latina a Europa aumentaron en 1,45 millones de toneladas y en unos 580 millones de euros y las de la Unión Europea hacia América Latina aumentaron en unas 145.000 toneladas y en 59 millones de euros.

Es decir, las diferencias a favor de América Latina en el año 2015 respecto del año 2014 fueron de 1,3 millones de toneladas y de unos 490 millones de euros.

Estos datos nos deben hacer reflexionar a todos, en profundidad, acerca de lo que le puede suceder al sector pecuario (especialmente, a corto plazo, a los sectores del porcino y del vacuno de carne) si se llega a unos acuerdos reales de libre comercio U.E. – Mercosur.

  1. El coste del Brexit

Como es sabido, la Corte Superior británica ha negado a su Gobierno la autoridad para iniciar la salida de la Unión Europea sin la aprobación del Parlamento. Ello limita en gran manera la autonomía negociadora de la Sra. Theresa May y llena el complejo camino arbitrariamente iniciado de muchos interrogantes, ya que pone en manos de los diputados, mayoritariamente contrarios al Brexit, elementos para ralentizar el proceso, influir en él o, incluso, bloquearlo.

Pero, al margen de estas consideraciones, las verdades empiezan a surgir y desmontar las muchas falacias que se dijeron durante la campaña para lograr el ‘sí’ al Brexit. Así, en el primer informe presupuestario del Ejecutivo encabezado por la señora Theresa May, el propio Gobierno Británico ha reducido significativamente las previsiones iniciales de crecimiento económico para los dos próximos años.

En el mencionado informe, queda reflejado, en contra de lo que se decía, que el impacto negativo en las cuentas nacionales que va a ocasionar la decisión de abandonar la Unión Europea (U.E. – 28) se cifra inicialmente en 122.000 millones de libras (unos 143.000millones de euros).

En cuanto al crecimiento del PIB la cifra que se da para el año 2017 es del 1,4 por 100; es decir, ocho décimas por debajo del previsto en marzo pasado; mientras que, para el año 2018, el ejecutivo ha rebajado en cuatro décimas la expansión prevista de la economía, situándola en el 1,7 por 100. Por el contrario, la previsión de crecimiento para el presente año 2016 (con GB en la U.E.)  se ha incrementado una décima hasta el 2,1 por 100.

Con respecto al endeudamiento del Gobierno Británico, prevé, para los próximos cinco años, un incremento de los “números rojos” inicialmente previstos en los Presupuestos del año 2016 con los ya mencionados 122.000 millones de libras. Consecuentemente, el saldo negativo agregado del Reino Unido a lo largo de los próximos cinco años se cifra actualmente en 216.300 millones de libras (unos 253.000 millones de euros), una cifra claramente muy superior al déficit agregado previsto anteriormente de 94.300 millones de libras (unos 110.500 millones de euros).

Las consecuencias son claras: en los presupuestos iniciales del año 2016, el Gobierno del Sr. Cameron esperaba obtener un superávit de 10.400 y 11.000 millones de libras (unos 12.200 y 13.000 millones de euros) en los ejercicios 2019-2020 y 2020-2021, respectivamente; ahora, las cifras previsionales muestran, para los ejercicios mencionados, un déficit de 21.900 y 20.700 millones de libras (unos 25.700 y 24.300 millones de euros). Como consecuencia de ello, las previsiones de los déficits totales para los ejercicios 2016-2017, 2017-2018 y 2019-2020, se han incrementado hasta los 68.200, 59.000 y 46.500 millones de libras (unos 80.000, 69.200 y 54.600 millones de euros) respectivamente.

Por lo tanto el Brexit, de llevarse a término, en contra de los que se pregonaba inicialmente (y de ello deberían tomar buena nota algunos de nuestros personajes públicos), no aportaría ni riqueza ni bienestar a Gran Bretaña sino todo lo contrario, lo cual, sin duda, afectaría, entre otras muchas cosas, a la estructura de la demanda de alimentos y eso nos afectará directamente.

  1. Las primeras consecuencias de la futura política norteamericana

Parece claro, de acuerdo con lo expuesto a lo largo de su campaña y en las primeras declaraciones que ha hecho el Sr. Donald Trump, nuevo Presidente electo de EE.UU., que va a tener lugar un importante cambio estratégico de los EE.UU., tanto en lo en lo que atañe a la política exterior como en lo que se refiere a su política económica. Ésta pinta que va a ser mucho más proteccionista que la de la época del Sr. Obama. Éste ha sido muy proclive a los tratados comerciales con bloques importantes económicamente hablando: aquél, al margen de restablecer las relaciones con Rusia, parece mucho más inclinado a firmar, país a país, acuerdos bilaterales de libre comercio

Para empezar, parece claro que la intención del Sr. Trump es desligarse de los acuerdos a que se había llegado, tanto en el TTP (Tratado Transpacífico) como en el TTIP (Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea).

El acuerdo más avanzado era el TTP. El TTP implica (o implicaba) a una serie de países, doce, que aportan el 36 por 100 del PIB mundial y el 23 por 100 de todas las exportaciones (comercio internacional) a nivel global. En este tratado, es importante señalar que, en la mayoría de los países firmantes, sus economías, sus divisas, están “anclabas” al dólar norteamericano y, por lo tanto, el TTP venía a suponer una mejora (un “respiro” como dicen los economistas) a sus respectivos saldos por cuenta corriente; incluso, en el caso de Japón (aunque no es el único), el TTP habría ayudado a frenar la volatilidad de su moneda (el yen) dado que se habría producido, casi con absoluta seguridad, una significativa mayor estabilidad en el volumen de reservas internacionales de dólares norteamericanos (lo cual, a su vez, evidentemente, habría afectado al euro).

Es evidente que echar para atrás el TTP tendrá, por una parte, un importante coste económico (se pierde todo el dinero que ha costado la logística de la negociación, que no es poco, y también se pierde algo mucho más importante: el coste de oportunidad para los países implicados) y, por otra, a un claro vencedor: China (¡atención la U.E.!) se puede convertir en el mayor y mejor aliado de los EE.UU., especialmente en lo que atañe al sector industrial, aunque no cabe minusvalorar el agrario, si la zona del Pacífico se convierte en zona de intereses económicos y comerciales cruzados entre los dos gigantes.

China ve, con la “no firma del TTP”, muy reforzada su estrategia de firmar acuerdos bilaterales y de ahí su comportamiento en la última cumbre de la APEC (Foro de Cooperación Asía – Pacífico).

Al desarrollar la misma estrategia EE.UU. y China, lo que sucederá es que La Ronda Doha pasará a “mejor vida” definitivamente y, lo que es mucho más grave, la Unión Europea se quedará globalmente en “tierra de nadie” y verá disminuida su importancia internacional.

Es la consecuencia directa de haber apostado de forma muy prioritaria y, por ello, como queda ahora patente, errónea por el TTIP (y que nadie aduzca que con la Sra. Clinton en la Presidencia las cosas habrían sido muy distintas, en lo que se refiere al TTIP, porque no es cierto; tampoco estando los “nuevos demócratas” en la Casa Blanca hubieran apostado por este acuerdo; basta con estudiar las declaraciones de la campaña presidencial para verlo).

Lo cierto es que la nueva política norteamericana va a cambiar significativamente las “reglas del juego” de la política comercial mundial; al tiempo.

  1. Aumenta el mapa de la desigualdad en España

Es verdad que la clase media española, especialmente la clase media – baja, ha pagado un elevado precio con la crisis que hemos sufrido (y que aún está coleando) y ello se ha reflejado en la demanda, cuantitativa y cualitativa, de nuestros productos.

En cambio, las clases económicamente más pudientes no se han visto prácticamente afectadas por la crisis, más bien al contrario, porque han podido aprovechar muchas oportunidades en el ámbito económico y la clase media – alta la ha sentido relativamente poco.

Pero, de acuerdo con un interesante análisis publicado por el New York Times (y realizado a partir de la Encuesta de las Condiciones de Vida ECV y de otros datos oficiales, que publica anualmente el INE), a nivel global, ha sido el 20 por 100 del segmento de población con menos renta el que se ha visto más perjudicado por la mencionada crisis (siendo precisamente este segmento el que más importancia da, en razón de su limitada capacidad adquisitiva, a la comida del día a día).

Así, de acuerdo con el estudio referenciado, mientras el 10 por 100 de la población más pobre tenía en el año 2008 unos ingresos anuales inferiores a los 3.872 euros, en el año 2015 los mismos fueron inferiores a los 3.029 euros (es decir, que este segmento perdió más del 20 por 100 de su renta en el periodo considerado).

Obviamente, la evolución de los ratios de desigualdad entre los distintos segmentos de población, clasificados en función de sus rentas, no ha sido la misma en todas las regiones de España, ni muchos menos. Así, los mayores ratios de desigualdad entre los más pobres y los más ricos se dan en los Archipiélagos Balear y Canario, que es dónde más dependencia hay del sector servicios (en ellas, el límite inferior de renta del 10 por 100 más rico es siete veces mayor al límite superior de renta del 10 por 100 más pobre).

Por otra parte, en valores absolutos de renta, las diferencias regionales en España son muy importantes; así, por ejemplo, los estratos de población con rentas medias de Extremadura o de Andalucía se corresponde con los estratos de rentas muy pobres en Navarra y pobres en el País Vasco o en Cataluña. Ello da lugar a que los grupos con mayores niveles de renta, hablando siempre en términos generales, estén en las regiones más ricas; y viceversa, los estratos con menores rentas están ubicados, mayoritariamente, en las regiones más pobres.

Este aumento de la desigualdad es una de las razones de la deriva política de España y también de la evolución de los consumos (en términos generales y también en lo que a la alimentación se refiere).