Situación de la Sanidad Forestal en España
Frente a esto la natural resiliencia forestal española, fruto de su larga adaptación y convivencia con extremos climáticos, hacen que el paciente sobreviva y, muchas veces malviva a pesar de los pesares.
Fijándonos en los principales agentes nocivos habría que diferenciar los bosques que son objeto de atención por la sociedad, esto es, los productores o donde el uso social es intenso, de aquellos en los que nadie repara pero que juegan un papel vital para nuestra propia existencia, tanto como reservorios de biodiversidad como mitigadores del Cambio Climático. En ambos campa a sus anchas la procesionaria del pino, el mayor agente perturbador, al menos si atendemos a la prensa.
Defoliador invernal de las coníferas, este insecto vive y convive con los bosques de coníferas en España mucho antes de que el hombre apareciera por aquí… y casi nunca los mata, porque si muere el pino la procesionaria desaparecía por hambre. Cada 5, 7 u 8 años causa escandalosas defoliaciones acompañadas de molestas urticarias, antes de prácticamente desaparecer cuando el alimento es menor que las orugas, y reiniciar su ciclo vital que conducirá a otra gran defoliación varios años después. Ahora, y seguramente en 2017, estamos en uno de sus picos poblacionales, pero, dejando aparte cuestiones de salud pública, cuesta considerarla una plaga en el sentido estricto del término.
De la misma manera podría hablarse de los defoliadores primaverales de las frondosas (Tortrix viridana, Lymantria dispar, Altica quercetorum…), que de tanto en tanto producen fuertes ataques los cuales puntualmente pueden inducir a que algún árbol aislado debilitado sea víctima de los perforadores. Y estos sí matan, pero necesitan que el arbolado esté especialmente debilitado para que los mecanismos de defensa que interponga no sean efectivos.
Es el caso de los escolítidos en los pinares mediterráneos (Ips, Tomicus), con graves daños actualmente en el levante español desde el sur de Cataluña hasta Andalucía, donde han convergido el abandono de las labores de gestión forestal y unos fuertes déficit hídricos para provocar explosiones poblacionales con grandes mortandades de arbolado, y la ayuda local de otros agentes (muérdago, fitoplasmas, hongos de acículas como Sicorcoccus conigenus y Thyriopsis halepensis entre otros, o Fusarium en el norte). Una situación similar podemos encontrarnos en las dehesas y bosques de robles mediterráneos, asolados recurrentemente por el síndrome de la Seca con el hongo Phythophthora cinnamomi como agente principal pero no único, y el creciente impacto sobre el arbolado debilitado de perforadores como Cerambix, Coroebus, Platypus…
Pero sin duda el principal reto de la sanidad forestal española actual son los organismos de cuarentena, plagas y enfermedades llegadas como polizones a través del comercio internacional y que se encuentran ante un ecosistema “virgen” sin capacidad de defensa y sin enemigos naturales que lo controlen. El mayor riesgo actual, que ya sufrimos localmente en algunos focos del oeste español, es el nematodo de la madera del pino, al que hay que unir el impacto en la producción y la vitalidad del castaño causado por la avispilla del castaño, o el ya naturalizado defoliador del eucalipto (Gonipterus scutellatus) o el reciente impacto causado por Leptoglossus occidentalis, la chinche americana que se sospecha está detrás de la pérdida de producción de piña en muchas zonas.
O los que están por llegar (especies exóticas de los géneros Anophlophora, Chalara, Agrilus…), que una vez instauradas en el continente europeo vienen avanzando de forma continua e inexorable hacia nuestro país. Y ante este panorama ¿Cómo son capaces de sobrevivir los bosques españoles, faltos de un clima benévolo y de una inversión y gestión adecuada en muchos casos? Su gran capacidad de supervivencia y el buen hacer de los técnicos forestales están detrás de este pequeño milagro.
Gerardo Sánchez Peña
Jefe de Servicio de Sanidad Forestal y Equilibrios Biológicos
MAGRAMA