Presente y futuro de la explotación industrial de caracoles en España

En España, el consumo de caracoles terrestres tiene un notable arraigo en nuestra cultura, ya que han formado parte desde siempre de la alimentación. Hoy constituye un plato típico e imprescindible en ciertas festividades y es considerado un lujo en determinados restaurantes.

Se calcula que el consumo mundial de caracoles sobrepasa actualmente las 300.000 toneladas y, según algunos estudios, se estima que en los próximos veinte años esa demanda se multiplicará por cinco, por lo que pasará a ser de 1.500.000 toneladas.

Los mayores consumidores de caracol a nivel mundial presentan una gran demanda y se han visto en la necesidad de desarrollar sistemas de cría de alta rentabilidad. Esta medida, sin embargo, no ha sido suficiente; sus demandas internas quedan insatisfechas por lo que se han visto obligados a incrementar las importaciones.

Francia, Italia y España encabezan la lista de los mayores consumidores. Francia consume 65.000 toneladas por año, de las que importa 25.000 toneladas por año. Italia, por su parte, consume 12.000 toneladas por año, pero también importa un 50% de su consumo. Por su lado, España consume 14.000 toneladas al año y, al igual que los países anteriores, compra a terceros cerca de 5.000 toneladas. Entre los principales exportadores destacan Yugoslavia, Turquía y Marruecos.

La Helicicultura o cría de caracol con fines productivos, es una industria zootécnica que lleva desarrollándose en España más de 40 años. Desde entonces, ha ido evolucionando en consonancia con el desarrollo que ha tenido en países próximos a nosotros, como Francia e Italia, principalmente.

En los últimos cinco años, han entrado con fuerza países europeos como Bulgaria o Grecia y otros como Marruecos, que han hecho modificar los criterios de producción en nuestros criaderos para poder competir con los precios de estos países.

Hemos pasado de tener pequeñas granjas, con producciones muy pequeñas, a intentar desarrollar grandes criaderos en invernaderos de más de 5000 m2, donde se producen caracoles de origen nacional y también se engordan y se procesan caracoles procedentes de países europeos como los ya mencionados.

Los criadores de caracoles ya no se limitan a vender exclusivamente caracoles vivos para consumo alimenticio, sino que procesan los caracoles y elaboran recetas que enlatan como alimentos cocinados para su venta en grandes cadenas de distribución o vía online. Asimismo, se están elaborando productos alternativos, como el caviar de caracol, que, dado su altísimo precio, le está costando irrumpir en el mercado nacional, no así en otros como el japonés.

Otra vertiente que también está siendo rentable en España es la producción de alevines de caracoles para abastecer al mercado nacional. Este tipo de explotaciones requiere mayor inversión, ya que son necesarias instalaciones más complejas, con naves climatizadas y mesas de reproducción que tienen un alto coste.

El mercado del caracol sigue evolucionando y no es descabellado pensar que, en los próximos años, aparezcan normativas comunitarias que hagan más fácil a nuestros helicicultores competir con los actuales países exportadores, que en estos momentos, por falta de una legislación europea más completa, permite que los costes de producción de caracoles en España o Francia sean mayores que los precios de venta de países como Bulgaria o Grecia.

Tendremos que ver cómo evolucionan las cosas en este sentido y adecuar nuestros criaderos a las nuevas condiciones de mercado.

 

Juan Carlos Fontanillas.

Profesor de la Facultad de Veterinaria.

Universidad Complutense de Madrid.