Opinión de Antonio Palomo: RAZÓN Y FE

Opinión de Antonio Palomo: RAZÓN Y FEOpinión de Antonio Palomo: RAZÓN Y FE

Deseo que esta pasada Semana Santa o semana sin más, según para cada uno, haya servido para tomar aire y reflexionar sobre lo ocurrido el primer trimestre del año, y planificar el segundo. Así lo hablaba el pasado miércoles con Jesús, un excelente encargado de una granja de 2.500 cerdas, el cual siempre me demuestra un talante tranquilo y una actitud positiva, tanto si la granja está en el top como cuando estamos trabajando ante algún problema para superarlo. Es de esas personas con fe y razón en todo lo que hace, que al tiempo saca lo mejor de mí con su sinceridad, transparencia y objetividad. Su juventud y voluntad de trabajo me cautivan, y me hacen pensar en muchas de las jóvenes promesas a pie de granja que, sin duda, hacen que mi profesión, además de noble sea bella y muy satisfactoria la mayoría de los días. En el curso 2006/07 la Harvard Law School (HLS) propuso la introducción de una asignatura de carácter obligatorio titulada “Razón y Fe”, a fin de mejorar la formación intelectual y cultural de todos los estudiantes. Jesús, junto a todos con el mismo nombre, a quien dedico esta columna, podría impartir perfectamente algún temario de la asignatura, el cual no es necesariamente apologético, ya que examinará la fe desde una perspectiva global e histórica en todas sus vertientes. Personalmente tengo fe en cualquier persona como Jesús, que al dedo le viene el nombre. La fe es el equivalente a confianza que se tiene en alguien o en algo. Expertos en el tema apoyan que el riguroso estudio de la “Razón y Fe” nos capacitan para tomar una mayor conciencia de la realidad multiplural, como académicos y ciudadanos, como creyentes o ateos.

Pensándolo pausadamente, y a pesar de que algunos de nuestros políticos que dicen sumar y restar al mismo tiempo, demonizando la religión, me siento orgulloso de nuestro país, donde cada uno, muy a su pesar, podemos manifestar nuestras creencias, e incluso practicarlas. Solo hemos tenido que ver las profesiones de fe con razón y miles de procesiones por cada ciudad y pueblo de nuestro territorio nacional, con asistencia de millones de personas, con más o menos fe, y con más o menos razón, pero disfrutando cada uno a su manera de esa semana que comenzó con el domingo de Ramos y concluyó al siguiente como la Pascua de Resurrección (Easter). En tan solo un 2% del periodo anual hemos sido testigos de hechos que marcan nuestras vidas: una Madre amantísima, unos discípulos, un Judas, el sacrificio, el dolor, la muerte de seres queridos, la persecución, el reinventarse, la empatía, la esperanza, la fe, la razón. Todos hemos mencionado en alguna ocasión aquello de que la fe es lo último que se pierde o que la fe mueve montañas.  El gran cineasta Martin Scorsese, hace un gran relato de todo esto en su película Silencio, que recomiendo a cualquier cinéfilo.

En la Biblia, hebreos 11:1, define la fe como la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. En dicho caso, está claro que tengo fe en el porcino. Por el contrario, voy a poner un ejemplo donde ya he perdido la fe. En el siglo pasado era mandatorio preguntar, en el arte de las relaciones, aquello de si estudias o trabajas, con la elevada posibilidad de tener una respuesta a una de las dos acepciones. Hoy, esa pregunta, además de que a muchos podría molestarles, al haber tanto ofendidito, y en muchos casos quedar en blanco la respuesta, la emparentada a Don Alfredo Landa, es decir, “YO-Landa”, con toda humildad, diría que en nuestro país es dónde más puestos de trabajo se han creado de toda Europa. Perdóneme, pero aquí me baila la fe, ya que hay más cotizantes y menos horas trabajadas, que equivale a peor productividad, más personas cobrando el paro que parados, no sabemos muy bien cuantos fijos discontinuos hay, que yo prefiero llamar discontinuos fijos o fijo que no tienen un trabajo fijo, mayor creación de empleo público histórico donde el 40% de los salarios de más de 54.000 € en nuestro país corresponden a funcionarios del Estado, donde somos el país de toda Europa con más para juvenil y el de mayor paro de titulados superiores. Ya no sé si es PER – paro efectivo real, el PAR – paro afectivo real o el POR, porque no lo saben.

 Y eso mismo lo repite maniqueamente y a diario su superior. Creo que sus tablas Excel y coeficientes de corrección no son los mismos que los míos. Haciendo, que no hacienda, el parangón con un tablero de ajedrez de 64 casillas, donde el número de partidas posibles distintas es mayor que de átomos en el universo, esto les serviría de argumento para distorsionar cualquier estadística gubernamental. Me da la sensación de que tratan de colar mosquitos y hacernos tragar camellos. A veces me llego a preguntar si algunas personas saben lo que es trabajar en esencia, como a buen seguro a muchos de ustedes, como es mi caso, bien nos enseñaron nuestros Padres, de lo que, además, nos sentimos muy orgullosos de transmitírselo a nuestros hijos y alumnos. Si nos vamos a la acepción del verbo intransitivo trabajar, encontramos que es realizar una actividad física o intelectual, en general de forma continuada, y recibir un salario por ello. A ver si es que primero hay que trabajar para tener derecho a que nos paguen, en vez de tener derecho a un salario sin la obligación de trabajar. Quizás esta sea una de las razones por las que en un país con más o menos tres millones de parados tenemos dificultades para encontrar personas que quieran trabajar. Y si a ello sumamos la falta de razón y fe en el trabajo que denotamos en numerosas personas, podríamos pensar que implementar la asignatura propuesta por la HLS podría ser una tabla de salvamento para el futuro. Como decía Pio Baroja: “qué petulante es este muchacho”.

Hemos pasado de los derechos humanos a los deseos inhumanos, que hoy conocemos como “The Age of Rights” o tiempo de los derechos. Al que esté interesado le recomiendo el libro del profesor de la Universidad de Columbia Louis Henkin. Me gustaría recordar que todos tenemos derechos y obligaciones, escuchando mucho hablar de los primeros y poco de los segundos. Actualmente, a cualquier cosa se le puede llamar derecho, ya que se confunden sustantivamente los derechos con los deseos, muchos de los cuales, de humanos tienen bastante poco, quedando reducidos a una voluntad caprichosa y con frecuencia irrespetuosa con los derechos de los demás. No estaría mal recordar el texto de Hipócrates titulado “Sobre la decencia”, o volver sin ambages a los principios de la cultura griega en el apogeo de la ilustración y el racionalismo.

Así, después de este bonito periodo, voy a practicar la fe racional, concepto que el filósofo prusiano Kant definió como la creencia objetivamente insuficiente pero subjetivamente suficiente para fines absolutamente necesarios.

“El que tiene fe en sí mismo no necesita que los demás crean en él” Miguel de Unamuno (1864-1936) Filósofo y escritor- Rector Universidad de Salamanca.

 

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