Opinión de Antonio Palomo : EXORDIO

FORO AGRO GANADERO, Opinión de Antonio Palomo : EXORDIOOpinión de Antonio Palomo : EXORDIO

Alfa y omega, principio y final, que representaban la primer y última letra del alfabeto griego. Lo del macho alfa bien saben todos lo que es, y a buen seguro que conocen muchos ejemplares. La persona omega, que no el reloj Speedmaster de Omega, que llevaban en sus muñecas los astronautas Neil Amstrong y Buzz Aldrin cuando pisaron por primera vez la superficie lunar, es aquella que solo piensa en relajarse y vivir el día a día. Vaya, parece que los extremos se juntan y los polos opuestos se atraen, ¿también el alfa y el omega? En el escudo del Principado de Asturias, se destacan claramente estos dos signos del alfabeto heleno debajo de los brazos de la Cuz de la Victoria con la leyenda “hoc signo tvervr pivs – hoc signo vincitvr inimicvs” (con este emblema se defiende al piadoso – con este emblema se vence al enemigo). Con estos antecedentes, me quedo con el escudo asturiano y sus paisanos antes que con los hombres/mujeres alfa y omega.

Y todo lo que empieza acaba, siendo mi deseo el que acabe bien. Claro que, para ello, debe tener un principio u origen. Este es uno de los principios de la propedéutica, la anamnesis o estudio de todos los signos que nos lleven a saber el origen de una anomalía en nuestras granjas. El Dr. Carda Aparici por 1985 ya decía que la mayoría de los problemas en las granjas tienen carácter multifactorial, que no es lo mismo que un síndrome. Este es el conjunto de síntomas que se presentan juntos, mientras que multifactorial es aquello que está provocado por muchos factores.

Ese principio de las cosas, a veces, y con mucha frecuencia hoy en día, se confunde con esa introducción o explicación con la que se comienza un discurso para llamar la atención o preparar el ánimo del interlocutor (oyente o lector). A esto es a lo que se le conoce como exordio, y que a buen seguro a muchos de ustedes les resulta familiar al leer la prensa, que no solo la del corazón, o ver las pantallas de plasma. El mismo debe preceder a un discurso con contenido, que es el objetivo final de cualquier comunicación, aunque en no pocas ocasiones tiene más de continente que de contenido, o de superficial que de profundo. Recordemos que los cinco principios de la oratoria son la brevedad, claridad, concisión, elegancia y sencillez. La misma tiene como fin convencer y persuadir, de forma que el convencimiento obra sobre la inteligencia del perceptor y la persuasión sobre su sensibilidad. Lógicamente, de aquí se deriva que sea más fácil persuadir que convencer, aunque en muchos casos puede ser tarea imposible al carecer el interlocutor tanto de inteligencia como de sensibilidad. Y dependiendo de la sensibilidad, se puede llegar incluso a la persuasión hipnótica o de masas.

La oratoria tuvo su origen en Sicilia, desarrollándose sobre todo en Grecia, siendo muy bien conocidos los grandes oradores como Sócrates que creo una gran escuela de oratoria en Atenas. Se refería a el orador como una persona instruida, condición sine qua non para garantizar el progreso del estado. Ya en la edad moderna, un gran orador fue el abogado y escritor francés Maximilien Robespierre, conocido como “el incorruptible”. Hoy escuchamos a muchos oradores más bien como “corruptibles”, por lo que más que in son out, desde mi punto de vista. El Centro de Investigaciones de Psicología Aplicada Latinoamericano (CIPAL) este mismo año a mencionado a los doce mejores oradores en la historia de la humanidad: los helenos Sócrates, Periples y Demóstenes (S. V-IV a.C.), el romano Cicerón, Abraham Lincoln (discurso de Gettysburg con solo 269 palabras), Winston Churchill (sangre, sudor y lágrimas), Mohandas Gandhi (la felicidad es cuando lo que piensas, dices y haces están en armonía), John F. Kennedy (el éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano), Nelson Mandela (hablo en nombre de la paz, la democracia y la libertad), Martin Luther King (I have a dream), Ronald Reagan (creo que el mejor programa social es el empleo) y Barack Obama (Yes We Can). Desde mi punto de vista, los actuales Management Speaking (orador = speaker) distan mucho de los antiguos griegos e incluso de los del siglo XX. Si alguien está interesado en ser un gran orador, quizás debería empezar por leerse los doce volúmenes que aglutinan los conocimientos necesarios para tal fin titulados Institutio Oratoria que fueron escritos en el primer siglo después de Cristo por el conocido como Padre de la Oratoria, el pedagogo hispano romano Marco Fabio Quintiliano. Me enorgullece conocer a otro gran orador, en este caso toledano o bolo, con el mismo nombre que el romano, a quien con respeto y honor dedico esta columna de opinión, que deseo comparta con Mandela, uno de mis referentes vitales, en el octavo aniversario de su fallecimiento el pasado domingo 5 de diciembre.

Personalmente, participo de que destacan principalmente por su carisma y espíritu de liderazgo, ambas con un gran componente genético. Durante mi vida he podido asistir, gracias a mi empresa, a numerosos cursos de liderazgo, y bien tengo claro que, lo que yo pueda tener de líder, si es que tengo algo, lo cual no me corresponde a mí valorar, se lo debo a mis Padres más que a los coach que nos han impartido los curso. No dudo de la capacitación de los profesores, pero si puedo asegurar que, en no pocos casos, sus esfuerzos han sido baldíos. Ya saben aquello de que “donde no hay mata, no hay patata”. Y es que las ideas son preferibles a las palabras, claro que, si tienes que expresar muchas ideas, quizás el discurso se alargue. Un ejemplo de un discurso largo con un solo mensaje que únicamente persigue persuadir, son los “Aló Presidente”, que incluso llegó a ser un programa televisivo propagandístico, que tienen hora de inicio y no de final, llegando a durar hasta seis horas. Considero importante que cualquier oratoria incluida en cualquier reunión debe de tener puestos los tabuladores, con hora de inicio y final, lo que bien tenemos definidas en las normas internas de nuestras empresas. Tampoco es lo mismo un buen orador que un buen vociferador, ya que, en el segundo caso, independientemente del tono de voz, también se muestran jactanciosos. En mi experiencia, de los oradores he aprendido muchas cosas positivas, mientras que de los vociferadores todo aquello que no quiero hacer. Con ello, quiero significar que de cualquier persona se aprende algo, aunque como bien mencionaba mi progenitor, “es muy importante en la vida decidir cuáles son tus compañías y a quién dedicas tu tiempo a escuchar”.

Al hilo de la formación continuada en nuestros equipos de trabajo y en nuestras granjas, requisito legal en el segundo, considero de gran importancia ambos. La mejora en la capacitación de todos los que trabajamos en este sector primario, no tengo ninguna duda de que nos hará más competitivos tanto a nivel nacional como internacional. Por dicho motivo, animo a todos a estimular el conocimiento y potenciar la actitud de aprendizaje que, en mi modesta opinión, nos favorece al conjunto, pero sobre todo a cada persona por indiviso. Abogo por el “Derecho a la Prosperidad” comenzando por un buen exordio.

“Que la lengua ayude a expresar aquello que el espíritu siente”.      Nicolás Cócaro (1926-94)   Ensayista y filósofo argentino               

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