Opinión Antonio Palomo: PRINCIPIO CETERIS PARIBUS

Opinión Antonio Palomo: PRINCIPIO CETERIS PARIBUSOpinión Antonio Palomo: PRINCIPIO CETERIS PARIBUS

La semana pasada vi cumplidas algunas de las expectativas sobre las que trabajo en estos momentos, cual es comprobar como algunos veterinarios que están comenzando su vida laboral en mi entorno profesional vuelven a demostrar gran interés por el sector primario y el medio rural, habiendo vivido hasta ahora en un entorno urbano. Sin duda, me interesa sobremanera que puedan lograr sus metas como hicimos numerosos compañeros de mi época. No quiero proyectar sobre ellos mis aspiraciones, sino las suyas propias. Al primer caso se le describe como efecto Pigmalión, nombre dado por el psicólogo y profesor de Harvard en 1965, Robert Roshendal y la educadora Leonore Jacobson. Estos docentes concluyeron de sus investigaciones que las expectativas puestas por los maestros sobre el rendimiento de sus estudiantes podían influir en su desarrollo verdadero. Descubrieron que cuando los profesores creían que ciertos alumnos tenían talento, dichos alumnos tendían a mostrar un incremento en su eficiencia. El talento determina lo que podemos hacer, la motivación cuánto estamos dispuesto a hacer y la actitud qué tan bien lo hacemos. Ese es mi objetivo sin lugar a duda, en el deseo de que en los próximos años tengamos el relevo generacional que el sector necesita y merece.

En la práctica, en este punto siempre he partido de dar la misma igualdad de oportunidades a toda persona que muestra interés, por poco que sea, lo cual corresponde a la locución latina Principio Ceteris Paribus. El concepto viene del mundo de la economía que trata de analizar el comportamiento de algo independientemente del entorno, lo cual, en nuestro caso si debemos tenerlo en cuenta. No obstante, dicha acepción demuestra un destacado interés cuando, trabajando con dichos veterinarios analizábamos juntos los resultados productivos de una empresa durante el primer trimestre de este año, valorando los efectos que produce un cambio en un parámetro en otro parámetro, permaneciendo las demás constantes. Les invito a hacer un ejercicio de interpretación de resultados proyectando las repeticiones a celo cíclicas frente a las acíclicas, manteniendo constante la prolificidad y su impacto en la productividad en el segundo semestre. Pasemos de punto de repeticiones cíclicas a acíclicas y comprobemos su impacto en los días no productivos, intervalo entre partos, partos cerda año y productividad numérica final. A buen seguro nos llevaremos sorpresas.

Este principio se utilizó en primera instancia por el economista británico Alfred Marshall hace más de un siglo (1920), volviendo a estar en plena vigencia en nuestros análisis de resultados, a efectos de definir los parámetros de sensibilidad, los objetivos y resultados clave (OKR) y los indicadores clave de rendimiento (KPI – key performance indicator). En cualquier prueba a pie de granjas con un nuevo producto sanitario o nutricional, este principio céteris páribus nos exige mantener constantes todas las variables que pueden afectar a los resultados, lo que es preciso para simplificar y darlos por válidos. En caso contrario sería complejo diferenciar el efecto de cada variable individual. No son pocos los casos donde se me han plateado pruebas donde más de una variable no eran fijas, a lo que suelo ser reticente, ya que a la hora de valorar, interpretar y sacar conclusiones de los resultados siempre me hago la pregunta de cuál ha sido la variable que ha podido tener más impacto. No han sido pocas las ocasiones en las que he anulado una prueba por dichos motivos y otras tantas en las que los resultados finales no los he validado. Ya saben aquella frase de Groucho Marx a Marilyn Monroe en la película “Love Happy”: “Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros”, que tanto me recuerda a los políticos actuales y que no goza de rigor científico en el principio que nos ocupa. También, el genial Groucho nos dejó esa frase: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos en cualquier parte, diagnosticarlos incorrectamente y aplicar los remedios equivocados”. Que conste que no lo digo yo.

Otro ejemplo de no tener todas las variables bien controladas lo tenemos en una anécdota que me parece muy simpática de una conversación de Albert Einstein con su hermana, quien le confesó que se sentía algo inquieta tras descubrir que, a pesar de ser vegetariana, le gustaban los perritos calientes. Su hermano para quitarle hierro al asunto la contestó que, a partir de ahora la salchicha será considerada una verdura. Recuerden que el genio universal manifestó en más de una ocasión que prefería la compañía de los animales a la de los seres humanos. No tengo ninguna duda de que algunos de ustedes lo han pensado en más de una ocasión, más si cabe en este mundo zwang actual, basado en las restricciones intelectuales, emocionales y sociales. Para mí, la búsqueda de la verdad es más preciosa que su posesión, donde también incluyo al cerdo.

Como contrapartida en nuestra propia anatomía y fisiología tenemos variables bien controladas y órganos que funcionan de forma autómata muy precisa, como es el caso de nuestro corazón. Cuando este músculo (miocardio) se contrae expulsa la sangre por la arteria aorta y lleva el oxígeno con nutrientes a todo nuestro organismo, regresando de nuevo por la aurícula derecha pasando a través de la válvula tricúspide al ventrículo derecho y de aquí por la arteria pulmonar llega los pulmones para volver a coger oxígeno, volviendo al corazón por las venas pulmonares a la aurícula izquierda. Este proceso se repite una 70 veces por minuto, que equivalen a 100.800 latidos diarios, sabiendo que cada minuto bombea unos 5 litros de sangre, en un día suponen 7.200 litros que recorren en total unos 100.000 kilómetros por arterias y venas. Cualquier variable que cambie el funcionamiento sincronizado de nuestro corazón puede dar lugar a graves complicaciones. Puedo asegurarles que uno se siente mucho mejor cuando este órgano motor funciona bien.

Coordenadas semana 15:  El Sucre – Vic (Barcelona)

“Nunca confunda el tamaño de su sueldo con el tamaño de su talento” Marlon Brando (3 abril 1924-2004) – En memoria de su 100 cumpleaños, 11 hijos, dos Óscar, dos globos de oro, tres premios BAFTA, un premio Emmy, un premio festival de Cannes y Concha Oro en San Sebastián.

 

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