La sociedad del ocio

Teresa Ribera me tiene muy, pero que muy, mosqueado. Resulta que dice la señora ministra que mi Polito, mi reducido Volkswagen Polo de hace unos 16 años, va a tener que pasar a mejor vida porque según su proyecto de Ley de Cambio Climático, los vehículos que consumen combustibles fósiles deberán ser sustituidos para el año 2040 por vehículos eléctricos o al menos, emisiones Cero.

¿Y dónde demontres voy a escuchar mis cintas de Paquita la del Barrio, las viejas rancheras y otras pequeñas joyas que ya sólo puedo escuchar en el casete de mi amado Polito? Quizá no tenga más remedio que tenerlo aparcado en el garaje y así, enclaustrado en el coche, escuchar estas bellas canciones.

Más allá de la broma y/o ironía, consciente que este cambio de paradigma en la movilidad viene para quedarse, el siguiente quebradero de cabeza que me surge es qué ocurrirá con los otros vehículos, los de trabajo, y muy especialmente con los camiones para el transporte de mercancías y en lo que a mi campo se refiere, ¿qué ocurrirá y cómo evolucionará esta cuestión en lo referente a los tractores y demás maquinaria agrícola?

Los socialistas, sabedores de su debilidad parlamentaria y su incapacidad para aprobar sus propuestas en el Congreso, con gran habilidad, han adoptado una actitud muy política que consiste en ir lanzando al ruedo una serie de propuestas con fuerte componente ideológico y de obvio tirón entre las gentes de izquierdas, incluso para centristas atemorizados por la carrera derechista del resto, con las que, valiéndose de su omnipresencia público-institucional, ir conformando lo que será, con toda probabilidad, la agenda programática para las próximas elecciones generales.

Esa sabiduría para conformar la agenda es la que echo en falta entre la gente del campo y la variada fauna que pululamos a su alrededor, entre los que me incluyo, puesto que es más que patente que somos incapaces de presentar al conjunto de la sociedad una agenda atractiva, en clave positiva, con la que ganarnos su aceptación, apoyo y complicidad. Algo similar, aunque más urgente, es la necesidad de incluir en la agenda política el necesario rejuvenecimiento del campo, particularmente de la parte productora y conformar un programa de acciones que vaya más allá de las ayudas europeas a la primera incorporación en las que tanto nos fijamos y con las que perdemos la perspectiva global de la situación que, como es por todos conocida, las trasciende y supera ampliamente.

No pienso aportar ni un sólo dato, esos datos descorazonadores que nos hunden el ánimo, pero sí quisiera hacer el enésimo llamamiento al conjunto de las fuerzas políticas y de las asociaciones, organizaciones y entidades agrarias para que, entre todos, seamos capaces de situar esta cuestión como prioridad absoluta porque el futuro, bien próximo, nos va en ello,

El rejuvenecimiento, obviamente, depende de muchísimos factores como la tierra, la financiación, las ayudas a la inversión, la PAC, el prestigio social, los servicios en el mundo rural, el equilibrio de la cadena alimentaria, la conciliación familiar y social, etc. Muchos factores que ahondan en la llaga y que hacen muy difícil la solución por la que supuran cada vez más territorios hasta alcanzar finalmente la paz del cementerio. Este panorama resulta aún más complicado en nuestra tierra, en Euskadi, en un país eminentemente industrial pero con un peso creciente del sector terciario y donde los baserritarras, agricultores, ganaderos y forestales apenas suponen un 1% del PIB pero, por contra, gestionan aproximadamente el 90% del territorio y donde los jóvenes se ven atraídos por las ofertas laborales de la industria y servicios que tenemos junto a la puerta del caserío.

En este contexto, al igual que anteriormente me refería a un cambio de paradigma en lo relativo a la movilidad urbana, en lo que a incorporación de jóvenes al campo se refiere, creo que es imprescindible asumir que nos hallamos plenamente inmersos en un cambio de paradigma social donde los vascos hemos pasado, nos hemos mutado diría yo, desde una sociedad del trabajo a una sociedad del ocio tanto pasivo como activo donde el trabajo es supeditado al logro de la autosatisfacción personal y del alterne social. Como imaginarán, en este mundo del ocio, del gimnasio, de los viajes, del pantallazo y demás cuestiones que quieran añadir, la cultura del esfuerzo y el trabajo autónomo lo tienen, como se dice, crudo. Esta enfermedad del ocio, como les decía, afecta muy especialmente a los autónomos y conjunto de emprendedores, esos que se llevan los problemas a casa. Ejemplos los hay a miles y cada uno de nosotros tenemos a nuestro alrededor a un hostelero, carnicero o fontanero cuyo hijo/a no quieren seguir con el negocio familiar sino trabajar como empleado para otro y, a poder ser, funcionario.

Pues bien, la gravedad del panorama es aún mayor en el caso de los baserritarras, empresarios autónomos de la tierra, y es por ello que considero oportuna la celebración del segundo encuentro GURE LURRA SEMBRANDO FUTURO que se celebrará en Donostia el próximo 21 de Noviembre y donde podremos, el conjunto de la sociedad, reflexionar sobre esta interesante pero inquietante temática. ¡Quedan invitados!

Xabier Iraola Agirrezabala
Editor en Kampolibrean.
Baserri eta elikagaien munduari buruzko bloga.