La problemática de la disminución de los censos de abejas

El pasado domingo, día 20 de mayo, tuvo lugar la la primera convocatoria del Día Mundial de las Abejas. Sin duda es una buena oportunidad para recordar que en los últimos años se está asistiendo en prácticamente todo el Mundo a un importante descenso en el número de abejas (y también de otros polinizadores).

Este descenso genera una gran preocupación, dado el relevante papel que juegan los polinizadores en el mantenimiento de muchos ecosistemas naturales y agrarios. En ellos su labor de polinización es fundamental para la pervivencia de una gran cantidad de cultivos y de plantas.

La propia Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO) hace hincapié en esta importancia. De acuerdo con la FAO, alrededor del 90 por 100 de los alimentos de todo el mundo se obtienen a partir de 100 especies de cultivos, de los cuales, 71 se polinizan con abejas.

Por su parte, en Europa, de acuerdo con los datos disponibles, existen 264 especies de cultivo y casi 4.000 variedades vegetales de las que un 84 por 100 dependen, en primer lugar, de la polinización por parte de las abejas.

No es nada fácil encontrar una respuesta a la cuestión de la muy importante desaparición de abejas, definida como el “síndrome de despoblamiento de las colmenas”. De acuerdo con los últimos estudios publicados, se trata de un complejo entramado compuesto por una decena de causas que, con una mayor o menor significancia, afectan a la desaparición de estos insectos.

Entre estas casusas los científicos destacan, en primer lugar, los insecticidas y otros productos químicos; algunos capaces de provocar la muerte de los insectos y otros que pueden alterar el sentido de la orientación y las funciones biológicas de las abejas, causando la desaparición de colonias a corto o medio plazo. En este sentido, existen actualmente muchas potenciales fuentes de contaminación de las abejas por toda una serie de productos químicos de uso habitual en la agricultura, debiéndose incluir aquí algunos que se emplean para el tratamiento de semillas previas a su siembra.

También están los parásitos como, por ejemplo, los pertenecientes al género Varroa, u hongos como el Nosema ceranae generadores de elevadas mortalidades en las colmenas afectadas.

Los científicos también mencionan a la contaminación y a la presencia en amplias zonas de campos electromagnéticos que pueden dificultar la orientación de los insectos y que puedan localizar las zonas de alimentación o incluso retornar a la colmena, por lo que también suponen un perjuicio importante.

El cambio climático es otro factor. El mismo que está dando lugar, en muchas regiones del Mundo, a ciclos de temperaturas anómalas, precipitaciones intensas o sequías prolongadas en determinadas épocas del año y en áreas donde no son habituales. Ello genera una alteración de los ciclos de las plantas y de los periodos de floración, lo que puede tener una importante influencia sobre la actividad de las abejas. Además, este cambio climático favorece la aparición de especies invasoras como, por ejemplo, la avispa asiática (Vespa velutina) originaria de China, contra la que nuestra abeja no es capaz de defenderse adecuadamente.

En definitiva, estamos ante un problema realmente complejo que no parece fácil de solucionar aunque ya se están dando importantes pasos en este sentido especialmente en el seno de la Unión Europea.