Escupir para arriba

A la vuelta de las fiestas patronales, con el cuerpo dolorido por el bamboleo y rígido como si lo hubiese encorsetado con hormigón, no salgo de mi asombro de la escandalera que se ha montado por la compra de un chalet por la pareja de líderes de Podemos, Montero-Iglesias, que han decidido invertir su presente y futuro en un chalet en la sierra que les va a costar, nada más y nada menos que, 600.000 euros.

Dice la prensa cortesana que el chalet donde los Iglesias-Montero piensan criar los mellizos lo mejor que puedan, correteando por el jardín y pronto dando las primeras brazadas en la piscina privada, es un verdadero casoplón que para sí quisieran, no sólo sus millones de votantes y seguidores, sino también varios millones de votantes de esa derecha ultraliberal y capitalista a la que tanto atacan por sus usos y costumbres burguesas.

A mí personalmente no me parece nada mal que nuestros políticos tengan patrimonio e inviertan su dinero lo mejor posible, dentro de la legalidad por supuesto, y es más, incluso me parece más rechazable la tendencia populista de algunos políticos que aparecen ante los medios haciendo gala de sus miserias, de no tener un duro y malvivir de alquiler. En estos casos y/o similares, la pregunta que me suelo hacer yo es: ¿cómo demontres voy a dejar que un desastre como tú gestione los dineros públicos si no eres capaz de gestionar correctamente los tuyos?

Ahora bien, en el caso podemita del que hablamos, creo que el revuelo proviene más del mosqueo de millones de personas que haciendo suyo el dicho de mi suegra “Cuanto más alto escupas, más te caerá encima” que lo utiliza para referirse a flagrantes casos de incoherencia; como decía, el pópulo no ha dejado pasar la oportunidad de sacarles los colores a estos políticos que ponen a caldo perejil a todo bicho viviente y que, siendo víctimas de su propia medicina, nos les va quedar más remedio que lamerse las heridas provocadas por el deporte rey, el despelleje del vecino.

Si les digo la verdad, a mí ni me va ni me viene lo del casoplón, lo que realmente me ha extrañado es leer las declaraciones de Pablo Iglesias diciendo que con la elección de una casa en el municipio de Galapagar, municipio de 30.000 habitantes, lo que pretenden es “acercarse más al campo” porque en primer lugar da muestras de lo que para ellos es el campo,, ósea el jardín de una urbanización y además, si lo que realmente querían era acercarse al mundo rural, aproximarse a la tranquilidad de un pueblito, que sus mellizos se criasen en un entorno saludable y demás argumentos lógicos en todo progenitor que se precie, lo que tenían que haber hecho era irse a vivir a uno de los cientos de pueblitos semiabandonados que circundan la metrópoli madrileña y así aportar su granito de arena a la política contra la despoblación rural que tanto dicen combatir.

Las provincias que rodean la capital del madroño conforman una enorme estepa desértica donde escasean los de edad media, se extinguen los niños y hasta escasean los ancianos en un entorno realmente hostil para la vida actual y en un territorio sin oportunidades de desarrollo social y económico y donde la gente, en silencio y con resignación, abandona por la puerta de atrás la tierra que les vio nacer por lo que imagino que serían legión los alcaldes de contar con estos ilustres vecinos en su censo menguante.

En Euskadi no llegamos, ni de lejos, a estos extremos y son muy pocos los casos de pueblos abandonados pero son numerosos los datos, sacados de aquí y de allí, que leídos e interpretados conjuntamente nos hacen ver que la realidad no es ni tan equilibrada ni tan bonita como la pintan y así, en estos momentos donde se está tramitando el documento de aprobación inicial de las Directrices de Ordenación Territorial, las famosas DOT y donde se vanaglorian de haber logrado un asentamiento poblacional bastante equilibrado a lo largo y ancho del territorio , podemos comprobar que las tres áreas metropolitanas de las capitales vascas aglutinan el 72% de la población, resultando altamente preocupante el efecto succionador de Vitoria-Gasteiz con respecto al conjunto del territorio alavés y la fatal atracción que ejerce la costa que va, imparablemente, vaciando las comarcas interiores y mientras tanto, el 93% del territorio es selo que no está urbanizado. Incluso se llega a apuntar que los municipios rurales vascos, más de la mitad del total, comprenden el 70% del territorio y el 8% de la población.

Soy consciente que lograr un armónico desarrollo territorial del país es bastante complicada y que, en muchos casos,  sobrepasa los numerosos planes, directrices y programas que pueda inventar el responsable político de turno pero siendo esto verdad no por ello desde las administraciones debieran adoptar políticas valientes para reequilibrar y redistribuir la vida, en su sentido más amplio (servicios, actividad económica y entre ellos el sector primario, banda ancha, política de vivienda adaptada, etc.)  a favor de los municipios más pequeños porque si no tomamos cartas en el asunto, seguro que tenemos desarrollo sostenible, ahora bien, el desarrollo se limitará a las capitales y el resto quedaremos gestionando el sostenible.

¡Antes que tarde, por favor!

Xabier Iraola Agirrezabala

Editor en Kampolibrean.

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