Avances en el aturdimiento de los pollos antes del sacrificio
El tema del aturdimiento antes del sacrificio de los animales de renta y concretamente de las aves (pollos de cebo), en este caso, es un tema que me preocupa y ocupa desde hace años, especialmente después de mis experiencias profesionales ligadas al sacrificio de avestruces destinadas al consumo.
La mencionada preocupación abarca dos perspectivas: la puramente técnica y la relacionada con el bienestar animal en la penúltima fase de la vida del animal de renta.
Desde una perspectiva técnica, un aturdimiento correcto (insensibilización total real y no traumática del animal) es de suma importancia, porque puede garantizar la posibilidad “ante mortem” de una “situación de calma fisiológica” de las glándulas de secreción interna, un sacrificio no doloroso para el animal, un sangrado perfecto y, por ello, una carne de mayor calidad y con una más elevada “durabilidad comercial”.
Desde la perspectiva del bienestar animal porque con el aturdimiento correcto se asegura, en la fase final de su vida útil, la minimización de su sufrimiento y el respeto a su dignidad (en este sentido, no hay que olvidar que técnicos especialistas en comportamiento animal afirman que las aves que suelen estar hacinadas en espacios pequeños “presienten su inminente muerte al notar a sus compañeras siendo degolladas”).
Lo cierto es que la Unión Europea está buscando permanentemente mejoras en las dos líneas mencionadas, en el ámbito de los sistemas y de las técnicas a aplicar en la producción animal. En este marco, después de años de estudio, acaba de aprobar la utilización para los pollos de cebo del método del “aturdimiento por baja presión atmosférica (LAPS)”, que ha sido desarrollado por la compañía estadounidense TechnoCatch.
La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) afirma en un informe actual (rectificando lo que decía en los años 2013 y 2014) que el método LAPS supera o iguala los sistemas existentes para el sacrificio. En los países desarrollados dos son los métodos que se utilizan habitualmente para aturdir las aves: electrocutarlas en un baño de agua o asfixiarlas con dióxido de carbono. En ambos casos no se puede garantizar con absoluta seguridad que todas las aves estén completamente inconscientes antes de ser sacrificadas. De acuerdo con el mencionado informe, el LAPS reduce la angustia del animal y le proporciona realmente una “muerte indolora”.
En la aplicación del LAPS las aves son ubicadas en una cámara oscura y sellada para que se adormezcan. El aire se extrae de ella durante cuatro minutos y medio, haciendo que los niveles iniciales de oxígeno del 21 por 100 se reduzcan a menos de 5 por 100. Ello da lugar a la muerte cerebral de las mencionadas aves.
Llegados a este punto, los pollos son sacrificados de manera convencional (un estudio publicado por la revista Applied Animal Behaviour indica que “durante los primeros 40 segundos, apenas reaccionan. De 50 a 70 segundos se desploman, como si fueran a dormir; es cuando pierden el conocimiento”).
Por su parte, la profesora Dorothy McKeegan de la Universidad de Glasgow, en el Reino Unido, ha evaluado la bondad del método indicando que: “sabemos por otros trabajos que, si las aves tuvieran dolor o tuvieran miedo a lo largo de esta fase, se “despertarían”, pero no vemos que esto suceda en el EEG; ello pone en evidencia que las aves no están sufriendo durante la aplicación del método LAPS”.
Este método cuenta con el apoyo de varias organizaciones animalistas, como la Humane Slaughter Association. Si bien estas organizaciones no están de acuerdo con el sacrificio de los animales, hacen campaña para que se apliquen los “métodos más humanos” en el sacrifico de los animales de renta.
Este es un ejemplo de cómo la tecnología aplicada a la producción animal sigue avanzando en beneficio tanto de la base animal como de los resultados técnicos de la mencionada producción.
Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.
Universidad Politécnica de Madrid.