Inmunomoduladores en animales de producción

El uso de los inmunomoduladores está la orden del día en medicina humana y, desde hace unos años se incluyen en protocolos de tratamiento de algunas de las enfermedades de nuestros animales de compañía. Pero, ¿son también una alternativa disponible en medicina veterinaria para animales de producción? ¿Qué tipo de inmunomoduladores existen y qué beneficios ofrecen? Este artículo responde a estas cuestiones y expone el interés que despierta el uso de inmunomoduladores en los animales de producción.

     

Figura 1. El triángulo epidemiológico es un modelo que los científicos han desarrollado para estudiar las enfermedades. Consta de tres vértices: el agente infeccioso o microorganismo que causa la enfermedad, el hospedador u organismo en el que se desarrolla la enfermedad, y el ambiente o factores externos que permiten que el agente cause la enfermedad y esta se transmita.

Modelo A: agente, hospedador y ambiente tienen una misma influencia.

Modelo B: el agente y el hospedador son variables que dependen la una de la otra y del ambiente.

 

Adaptado de U.S. Department of Health and Human Services. Principles of Epidemiology in Public Health Practice. An Introduction to Applied Epidemiology and Biostatistics. 3rd Ed. 2012. Pp: 52-53.

 

La actuación conjunta y coordinada de la respuesta innata y adaptativa del sistema inmunitario es el principal mecanismo por el que los animales y personas combatimos las enfermedades infecciosas. Conviene tener siempre presente el hecho de que para que se desencadene una infección, no solo es necesario la presencia del agente infeccioso, sino que la interacción de éste con el sistema inmunitario del hospedador y su entorno o ambiente juegan un papel primordial, dando lugar al llamado triángulo epidemiológico (U.S. Department of Health and Human Services, 2012) (Figura 1).

 

Figura 2. El sistema inmunitario tiene la capacidad de regular la magnitud y duración de la respuesta inmunitaria para que exista un equilibrio entre la función inflamatoria (reconocimiento y eliminación de los agentes patógenos) y la adecuada de reparación de los tejidos dañados. Una excesiva activación de la respuesta inflamatoria se relaciona con las enfermedades de tipo autoinmune.

      

Adaptado de Cao X, 2016. Self-regulation and cross-regulation of pattern- recognition receptor signalling in health and disease. Nature Reviews Immunology; 16: 35–50.

 

El propio sistema inmunitario tiene la capacidad de regularse o modularse, a través de moléculas (citoquinas, interleucinas, PRRs…) y las propias células inmunitarias (células dendríticas, linfocitos T reguladores), y los distintos mecanismos reguladores resultan imprescindibles, no tan solo para garantizar una respuesta inmunitaria potente necesaria cuando el animal se enfrenta a un microorganismo potencialmente patógeno, sino también para limitar el daño tisular que puede conllevar la propia respuesta inmunitaria e iniciar la reparación de los tejidos (Blecha F, 2001; Cao X, 2016.) (Figura 2). A medida que el conocimiento sobre los mecanismos de regulación inmunitaria ha avanzado, la investigación científica ha permitido diseñar estrategias de intervención que persiguen modular la respuesta inmunitaria (inmunomodulación) a través de diversas sustancias (inmunomoduladores) que hoy en día suponen una herramienta imprescindible en la medicina humana y de animales de compañía.

 

Cuadro I. Resumen de las sustancias que han sido evaluadas como inmunomoduladores en animales de producción.

 

Adaptado de Blecha F. 2001. Immunomodulators for prevention and treatment of infectious diseases in food-producing animals. Vet Clin North Am: Food Anim Pract; 17 (3): 621-633.

 

También en el campo de la producción animal se ha investigado en las últimas dos décadas sobre diferentes tipos de inmunomoduladores (fármacos, nutracéuticos, productos microbianos y plantas medicinales, etc.) (Cuadro I), y sobre los beneficios de la inmunomodulación para modificar la respuesta inmunitaria en beneficio del animal, para lograr así una mayor eficiencia productiva (Blecha F, 2001). Generalmente la razón por la que se busca modular la respuesta inmunitaria en los animales de producción es la prevención y el tratamiento de las enfermedades, especialmente en algunos periodos en los que el estrés (por ejemplo en el peripato) o la inmadurez del sistema inmunitario (en animales jóvenes) comportan un estado de inmunodepresión (Blecha F, 2001). En otras ocasiones sin embargo, el interés del uso de inmunomoduladores puede ser la reducción del coste metabólico que supone un sistema inmunitario hiperactivado, sin que se llegue a comprometer el estado de salud de los animales (Blecha F, 2001).

Algunos de los inmunomoduladores que se han estudiado en los últimos 20 años, están disponibles en el mercado. Los nutracéuticos, por ejemplo, se comercializan como suplementos nutricionales (Blecha F, 2001). Sin embargo, son una minoría los inmunomoduladores que han sido aprobados y autorizados por los organismos reguladores como la FDA (Food and Drug Administration) del Departamento de Agricultura en los Estados Unidos, o la EMA (Agencia Europea del Medicamento). De hecho, la lista de inmunomoduladores aprobados por la FDA para su uso en veterinaria es de apenas una decena de medicamentos entre los que encontramos la ciclosporina y numerosos productos que contienen cultivos bacterianos, fragmentos de pared bacteriana o virus inactivados (Blecha F, 2001). En Europa, la lista de medicamentos es aún más reducida y cuatro de los cinco productos actualmente autorizados tienen por especies de destino el perro y el gato (Cuadro II).

 

Cuadro II. Resumen de los medicamentos clasificados como inmunoestimulantes (código ACT Vet: QL0) autorizados por la Agencia Europea del Medicamento para su uso en animales. 

Fuente: European Medicines Agency. European public assessment reports (EPARs): veterinary medicines. 

 

Aunque el uso potencial de las citoquinas ha sido especialmente prometedor, por los profundos efectos que tienen sobre la respuesta inmunitaria y potenciales beneficios en la prevención y el curso de las infecciones, en las últimas décadas el desarrollo de estas proteínas se había estancado dado su elevado coste de producción (Blecha F, 2001). Recientemente se ha aprobado por la FDA y la EMA una citoquina recombinante para uso en vacuno lechero, cuya sustancia activa es el pegbovigrastim (la forma recombinante y pegilada de la citoquina natural bG-CSF, factor estimulante de colonias de granulocitos bovino), que incrementa el número y la función de los neutrófilos (Kimura K et al, 2014) en vacas lecheras y novillas en el periparto, situación en la que la práctica totalidad de las vacas están inmunodeprimidas (Detilleux J et al, 1995). La administración de esta citoquina ha demostrado reducir de forma significativa la incidencia de mastitis clínica en los 30 días posteriores al parto (Hassfurther RL et al, 2015), lo que hace especular sobre su posible papel como preventivo de otras enfermedades que acontecen en este periodo, como la metritis o la retención de placenta (Fariñas F et al, 2016), presentándose como una interesante alternativa en el actual contexto en el que, además de continuar buscando el máximo potencial productivo de cada animal, debemos hacer frente al reto de disminuir el uso de antibióticos en las explotaciones.

 
Cristina Andreu.

Elanco Animal Health.

Fernando Fariñas.

Immunestem.

Referencias en poder de la redacción a disposición de los lectores interesados (fag@axoncomunicacion.net)