Ganadería, contextualización y posverdades

En mi opinión, la ganadería se debe considerar, especialmente en el mundo desarrollado y hablando siempre en términos generales, como una actividad empresarial que está inmersa en la globalidad socioeconómica de la región donde se ubica.

Por esta razón, no se puede hablar nunca con objetividad de ganadería sin contextualizarla de la forma adecuada dado que contextualizar es ubicar la actividad pecuaria en el contexto en el que se desenvuelve, que es el que finalmente determina la matriz de los factores coadyuvantes y de los factores limitantes que la afectan.

Se trata, como es bien sabido, de una actividad empresarial que utiliza los tres factores de producción que le son fundamentales: capital geográfico (directo e indirecto); capital financiero (en el sentido amplio del término) y capital humano, que va siendo cuantitativamente cada vez menos importante, en consideración al hecho de la creciente aplicación a la actividad pecuaria de las tecnologías de vanguardia, pero que ve aumentar permanentemente su valor cualitativo.

En cada caso tiene un valor socioeconómico y político determinado; valor que es dinámico en función de las circunstancias (empezando por las coordenadas sociopolíticas de su área de ubicación e influencia y por la aleatoriedad de ciertos mercados) y, como toda actividad empresarial, compite con otras actividades económicas; por ejemplo, el sector de la leche compite con el de ciertos jugos vegetales que erróneamente, pero intencionadamente, son denominados “leches”.

Estamos donde la competencia es cada día más elevada; entiendo por competencia aquí a una situación en la que los agentes económicos (empresas pecuarias y consumidores, clientes y compradores) poseen una elevada libertad, real y efectiva, por una parte, de ofrecer bienes y servicios y, por otra, de elegir a quién y en qué condiciones los adquieren.

Y es en este marco de “elevada competencia” donde las posverdades juegan un papel determinante sesgándola. No se olvide que una posverdad (que, como ya he explicado en alguna otra ocasión, no es una fake news, aunque la mayoría las confunde) es una mentira, que incide en el área de las emociones de los sujetos a los que va dirigida, distorsionando deliberadamente una realidad, buscando influir en las actitudes sociales, sesgando y modelando a la opinión pública.

Las posverdades son especialmente efectivas en el área de los productos pecuarios por mor de que los hechos objetivos (la bondad, la calidad y la seguridad de los productos procedentes de nuestra actividad pecuaria) tienen, en un porcentaje muy elevado de nuestros consumidores, una influencia claramente menos decisiva que la afección emocional y que las creencias personales.

Solo así se puede entender, por ejemplo, que el consumo de leche líquida en España haya bajado un 40 por 100 en el curso de los últimos 20 años (y no hablemos ya del consumo de leche entera), mientras que el consumo de ciertas bebidas vegetales no deje de aumentar. Claro está que, si se permite publicitar que la “leche de soja” (que obviamente no es leche), es, desde una perspectiva nutricional, claramente mejor que la leche (que tampoco es verdad)…nada nos puede extrañar ya.

Lo peor de todo este complejo tema es que, en ocasiones, las posverdades nacen en el propio entorno del mundo pecuario ¿Un ejemplo? “Todos los productos cárnicos que se venden en nuestra cadena de supermercados están producidos sin antibióticos”. ¿Necesitan algún ejemplo mejor?

En una sociedad bien formada e informada (que no es nuestro caso, obviamente) las posverdades son boomerangs que acaban impactando en la frente de quien las genera y suelen tener, a corto – medio plazo, un efecto opuesto al pretendido inicialmente. En nuestra sociedad, cada día menos formada en estos temas y más alejada del mundo rural, muchas posverdades suelen triunfar…y ahí están los resultados.

Por todas estas razones me parece absolutamente fundamental no generarlas nunca ni permitir, vía legislativa, que las propias o las que generan otros (que son la inmensa mayoría), se asienten en los medios y/o en las redes sociales.

De no hacerse así tenemos, a medio – largo plazo, la “guerra de la comunicación” en el mundo de los productos pecuarios estará perdida. Excuso comentar las consecuencias, directas e indirectas, que puede generar esta pérdida.

Carlos Buxadé Carbó.

Catedrático de Producción Animal.

Profesor Emérito.

Universidad Politécnica de Madrid.