El tiempo es Oro

Suena el despertador y en un par de minutos ya estoy levantado. Nada más abrir los ojos, antes de darle los buenos días a mi mujer, reviso el móvil para cerciorarme de los emails que me han entrado por la noche y si mis publicaciones en redes sociales han suscitado algún comentario o reacción.

Desayuno un zumo, café con leche (KAIKU por supuesto) y mientras juego en la Tablet al Farm Town apenas me doy cuenta de lo que me está comentando mi mujer con la que comparto mesa. Me visto, salgo a la calle con el teléfono en la mano y en 10 minutos ya estoy subido al tren para ir al trabajo. ¡Qué horror! La pesada de mi vecina se dirige hacia mi asiento y por si acaso, para no tener que hablarle, o escucharle, me calzo los pinganillos y hago como que escucho música. Almuerzo en la oficina, sólo, frente al televisor y en la vuelta a casa, no he tenido más remedio que hacer un pequeño teatrillo con el móvil, simular como que estoy hablando con alguien, para así evitar que me pegue el peñazo el vecino de arriba. Vuelvo a casa, quiero jugar en la Play pero la está usando mi hijo con sus amigos, que juegan on line, cada uno desde su casa y por ello, me pongo frente al televisor esperando a la cena y finalmente, tras dar un nuevo repaso al móvil, Facebook, Twitter, Instagram y correo electrónico, enciendo la tele aún a sabiendas que me quedaré dormido.

¡Ti-ti-ti! ¡Ti-ti-ti! ¡Ti-ti-ti! Ahora sí que suena el despertador y al abrir los ojos me doy cuenta de que he tenido una pesadilla donde vivía como un autómata enganchado a la tecnología y sin apenas, contacto personal ni con mi mujer ni con mi hijo. Quizás la pesadilla sea una exageración, o no, pero mucho me temo que son muchos los agentes, públicos y notorios pero también eso que yo llamo, las fuerzas ocultas, los que quieren que vivamos aislados pero rodeados de mucha gente, conectados con la red y con sus mensajes y servicios pero desconectados de nuestro entorno, sin apenas contacto humano ni con amigos ni familiares y por ello, no me ha extrañado nada que la multinacional yanqui, Amazon, haya hecho pública su propuesta de tienda física sin gente que nos atienda o cobre.

La tienda en cuestión, Amazon Go, que casualidades de la vida se abrió en Seattle, ciudad donde nació el imperio Amazon, no cuenta con personal para atenderte ni debes esperar colas para que te cobren ni mostrar tus compras ante la cajera. Todo muy tecnológico, muy rápido, muy libre (al menos en teoría) y aunque quizás respiremos tranquilos por no tener que soportar la miradita de la persona que nos suele cobrar, quizás no lo debiéramos estar tanto si cayésemos en la cuenta que, a través del móvil y los códigos de barras de cada uno de los productos que elegimos, el señor Jeff Bezos, el jefazo de Amazon, y toda su estructura empresarial sabe, con pelos y señales, todos tus preferencias de compra, tus datos bancarios y, si me apuran, hasta el momento en que se come el bollo que acaba de adquirir. Es, ahora que lo pienso, la versión “bestia” de los peajes y el vía-T que, si bien ocultan el gasto, no lo disminuyen y lo más seguro, lo incrementan ante la sensación de relajo que se instala en nuestra mente al no tener que sacar la cartera y pagar en mano o tarjeta el gasto ocasionado.

Ahora bien, todo cuadra a la perfección si nos atenemos a las sabias y amenas palabras de Joan Riera, director del área de alimentación de Kantar Worldpanel, al que escuché atentamente en el Congreso Agrosmart celebrado en Vitoria-Gasteiz bajo la organización de la Federación de Cooperativas Agroalimentarias de Euskadi y que vino a decir que de las 4 tendencias dominantes en el consumo actual (Salud, Local, Consumidor exigente y Comodidad) es este último vector, la comodidad, el claramente triunfador puesto que partimos de la base que todos los estudios de consumo constatan que existe un 70% de ciudadanos que ansían tener más tiempo para cuidarse, estar con su familia y amistades, desarrollar hobbies… en definitiva, están frustrados porque creen no contar con el suficiente tiempo libre para hacer todo aquello que ansían y con lo que sueñan, sea lo que sea. Y todo ello, esto es cosecha personal mía, en una sociedad con una jornada laboral más corta que nunca.

Como bien resume el señor Riera, “ofrecer tiempo al consumidor” es la clave del éxito para un producto que, eso sí cumpliendo los mínimos requeridos, le facilita la vida al consumidor al ingerirlo o cocinarlo y en esa vía andan mucha gente, algunos de forma más elemental, casera y sencilla, como mi amiga Irune del caserío Altzueta en Hernani que elabora unas bolsitas con su verdura ya limpia y troceada, presentándola de forma diferenciada si va para una menestra o una porrusalda; mis amigos Arantxa y Félix del caserío OIHANALDE de Irún que elaborar hamburguesas, albóndigas, además de paquetes de su propia carne; la cooperativa cárnica Harakai-Urkaiko que está innovando continuamente para facilitar la vida ofreciéndoles todo tipo de hamburguesas, salchichas de carne de vacuno Label, cordero Label precocinado, etc. y así, todo un ejercito de pequeños proyectos que intentan rascar bola en esa gran tendencia de la comodidad y que, oído al sabio Riera, tanto aprecian nuestros consumidores.

Y dicho lo anterior, me surge la siguiente pregunta, ¿será que al contar con más tiempo lo invertimos en estar con nuestros hijos, en atender a nuestros mayores o compartir con nuestros amigos o, como mucho me temo, lo empleamos en estar aislado-conectados a la pantalla del móvil, Tablet, ordenador o tele? Ya me dirán.

Xabier Iraola Agirrezabala

Editor en Kampolibrean.

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