El sexaje económicamente asumible del huevo fecundado

Hay una cuestión realmente compleja que, en los últimos años, ha cobrado protagonismo en la Unión Europea de la mano del denominado “bienestar animal” en el seno del concepto del “modelo europeo de producción pecuaria”: el sexaje, a lo largo de la cadena, del huevo fecundado procedente de gallinas reproductoras de aptitud puesta (bisabuelas, abuelas, madres).

El objetivo es obvio: evitar, en cada eslabón mencionado, la eliminación de los pollitos machos de 1 día. En la dimensión correspondiente, afecta a todo los niveles de la cadena productiva: sólo hace falta, en cada caso, un sexo de cada estirpe, si se puede manifestar así, para generar el producto deseado.

Por ello, como es bien sabido, en el mundo empresarial de la producción animal y concretamente en el del mundo de la gallina ponedora, el machito nacido de un huevo fecundado procedente de una gallina, perteneciente una estirpe ligera o semipesada, con una muy elevada aptitud puesta, no tiene ninguna utilidad económica real. Proceder a cebarlo cuando su aptitud para la producción de carne es muy deficiente, con independencia de cuál fuere el modelo productivo elegido, resulta, ante la realidad de la inmensa mayoría de nuestros mercados, empresarialmente desaconsejable o, mejor dicho, inasumible.

Por esta razón, los mencionados machitos no entran, desde una perspectiva económica, en ningún proceso productivo de cebo y son desechados. Esta realidad implica anualmente y a nivel mundial, a unos 3.600-4.000 millones de pollitos recién nacidos. Esta eliminación, por la dimensión de la misma (a la que hay que añadir los restos de los huevos eliminados y eclosionados), aun siendo no dolorosa al utilizarse generalmente CO2, no deja de originar dificultades logísticas amén de generar rechazo social, como ya se ha mencionado.

Desde hace algunos años y en diversos centros de investigación, se está intentando desarrollar e implementar algún proceso técnico, que siendo seguro, fiable, preciso y económicamente asumible, posibilite identificar el sexo del embrión en las primeras fases de su desarrollo y evitar así su incubación y posterior eliminación. Estamos hablando de poder hacerlo en los 7-9 primeros días del desarrollo embrionario. En este periodo inicial el embrión no siente dolor por lo que su eliminación sería incruenta y se considera que, aplicando esta técnica, no supondría sacrificar a ningún ser vivo realmente por lo que los defensores de los “derechos de los animales” no tendrían argumentos para poner objeciones.

Se ha intentado utilizar marcadores moleculares asociados al cromosoma W, por ejemplo el CHD que, aunque tiene un homólogo en el cromosoma Z, permite diferenciar ambos sexos porque los genes Z–CHD y W–CHD contienen indrones de longitudes diferentes; también se ha recurrido a la citometría (que identifica el sexo por diferencia en el nivel de DNA que en el sexo homogamético es un 2% más elevado que en el heterogamético, al igual como sucede en otras especies de vertebrados); a la determinación de estrógenos dentro del alantoides, etc.

Hasta la fecha todos estos métodos resultan caros y relativamente muy lentos lo que los hace inviables a nivel empresarial.

Actualmente las perspectivas están cambiado positivamente porque un grupo de científicos alemanes está desarrollando un sistema de testaje que se fundamenta en la aplicación de un rayo láser que origina un pequeño agujero en el extremo superior del huevo permitiendo la aplicación de la espectroscopia de infrarrojo cercano para determinar si se trata de un embrión hembra o de un embrión macho (como se indicaba por el diferente porcentaje de ADN según sexo). El agujero se puede sellar posteriormente y parece que afecta sólo un 2–4% a la incubabilidad exitosa del huevo manipulado.

Se considera que este método tiene una precisión del orden del 95–96% y se está en el camino de automatizar la totalidad del proceso lo que hará que, probablemente, desde el punto de vista de la rapidez y del coste pueda ser empresarialmente asumible.

La solución de esta espinosa cuestión parece que está cerca.

 


Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
ETSI Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas.
Universidad Politécnica de Madrid.