El devenir de la avicultura de puesta sin jaulas en la UE

Veinte años atrás menos del 10% de las gallinas de puesta de la entonces UE-15 se alojaban en sistemas de cría sin jaulas. Según datos recientes de la Comisión, actualmente cerca del 50% del censo en la UE-28 (unos 170 millones de aves) se mantiene en alguno de estos sistemas (en suelo, camperas, ecológicas), y en ciertos Estados miembros (Alemania, Holanda, Austria, Suecia) ya supera el 80%.
 

Esta evolución, más temprana y rápida en los países nórdicos y centroeuropeos, se aceleró desde 2012 con la plena aplicación de la Directiva de protección de las gallinas ponedoras, debido a varios factores:

  • La incesante presión de las organizaciones proteccionistas,
  • El aumento de la demanda de huevos alternativos por los consumidores más sensibilizados,
  • Y en especial, la decisión de importantes cadenas de supermercados e industrias alimentarias de abandonar la venta o el uso de huevos y ovoproductos producidos en jaulas, alegando motivaciones éticas como atractivos argumentos de marketing.

Ante esta evolución del mercado muchos avicultores europeos optaron por reconvertir toda o parte de su producción hacia sistemas alternativos. En esta transición también han sido claves los progresos conseguidos en calidad de instalaciones, técnicas de manejo, productividad y reducción de costes, junto a los mayores precios y márgenes comerciales de estos huevos. No cabe duda de que en Europa asistimos a un cambio irreversible del, hasta hace poco, paradigma productivo en este sector. Países tan importantes como Alemania u Holanda han anunciado la total prohibición entre 2020 y 2024 del alojamiento de gallinas en jaulas, lo que seguramente aumentará la presión en otros para seguir su ejemplo, se llegue o no a una prohibición legal de las jaulas generalizada en toda la UE-27.

Recientes encuestas de la International Egg Commission y la Comisión Europea indican que los consumidores, también en España, valoran cada vez más el bienestar animal, desean un etiquetado específico, y están más dispuestos a pagar un sobreprecio. También perciben que los alimentos producidos con mayores estándares de bienestar son más nutritivos y de mejor calidad. En realidad las diferencias entre unos y otros huevos son mínimas o inexistentes, pero en el competido mercado alimentario lo más importante no es la verdad científica, sino lo que el consumidor cree, y sobre todo lo que está dispuesto a pagar. Cambiar esa percepción, cada vez más asentada entre ciudadanos y medios de comunicación, parece misión imposible.

Según el Eurobarómetro publicado el mes pasado, un 60% dicen estar dispuestos a pagar más, aunque sólo el 8% aceptarían un incremento superior al 10%. Esta actitud es más frecuente en personas con mayores ingresos y nivel educativo, entre los jóvenes, y en los hogares con menos miembros. Pero el huevo, aunque se encarezca, sigue siendo un alimento de muy bajo coste absoluto y relativo para la renta media europea; según las estadísticas de la IEC, después de 2012, los consumos y precios han tendido a aumentar, o se mantienen estables, en los países con menor proporción de gallinas en jaula, al contrario de lo que sucede en países donde siguen predominando, como España o Polonia.

Otro aspecto importante es que los productores de huevos alternativos, más orientados al consumo interno y doméstico, pueden estar más protegidos frente a las importaciones, actuales y previsibles, de huevos y ovoproductos de terceros países que hoy por hoy continúan usando jaulas.

En España el cambio está siendo más lento. Entre 2003 y 2012 el censo de gallinas no alojadas en jaulas se multiplicó por 5, y el consumo de sus huevos aumentaba incluso ya en años de crisis; mientras que el de los huevos de jaula seguía y sigue bajando. En los últimos 2-3 años esta evolución se ha estancado, lo que la Asociación AviAlter atribuye principalmente a un fraude de gran volumen en el marcado del huevo, estimado en casi un 40%, dado los desfases entre censos, producciones y consumos. Es imprescindible atajar este problema para que este naciente subsector siga existiendo.

Muchas empresas tradicionales de producción de huevos han sido muy reacias hacia los sistemas sin jaulas, pero esta actitud debería cambiar. España es un importante exportador, en un 90% a países de la UE, y en muchos de ellos desciende la demanda y los precios de los huevos de jaula. El crecimiento de las exportaciones a países extracomunitarios estará limitado por la competencia de países líderes mundiales en un mercado aún más globalizado por los tratados de libre comercio. También cabe reflexionar sobre el interés de un producto de escaso valor añadido que obliga a ponerse en manos de las grandes superficies.

Además, el mercado interno podría cambiar en poco tiempo: dos cadenas de supermercados de origen alemán planean dejar de vender huevos de jaula en 2017, y probablemente después serán imitadas por otras. Guste o no guste, justo o injusto, sería un grave error negar la realidad: El futuro pertenece a las gallinas en libertad.

 

Ricardo Cepero Briz
Facultad de Veterinaria de Zaragoza