El cainismo y el sector avícola de puesta español

En realidad, si analizamos en profundidad y con objetividad la realidad actual del sector pecuario español, el cainismo, entendido como la expresión de una profunda animadversión contra los afines, suele estar, con una elevada frecuencia, presente.

No obstante, es en el caso del sector avícola de puesta, especialmente en el subsector que atañe a la gallina ponedora, dónde este cainismo se pone especialmente de manifiesto.

Es verdad que la evolución del consumo en España no ayuda; hemos pasado de un consumo aparente per cápita de casi 18 kg (año 2004) al consumo actual (previsión para el 2016) inferior a los 13 kg con una tasa de autoabastecimiento real que supera ampliamente el 110%.

Es cierto que son varias las razones que se pueden argumentar para explicar este descenso, la mayoría de ellas ajenas al eslabón productor: la falta de una adecuada valoración por parte del consumidor de este excelente producto, su falta de imagen, la reducción de su consumo fuera del hogar, la negativa actuación de ciertos prescriptores (muchos de los cuales tienen tendencia a “demonizar” al huevo), las políticas de la distribución alimentaria que pueden ocasionar una desincentivación de su compra (por ejemplo: banalizando el producto y restando atractivo frente al consumidor), el desplazamiento en la dieta de los alimentos básicos (caso del huevo) por alimentos elaborados que se presentan listos para consumir, etc.

Además, en los últimos años, han jugado también un papel destacado en este retroceso, la larga crisis económica (que ha ocasionado una significativa disminución del desembolso alimentario dentro y fuera del hogar, una disminución del desperdicio y un mayor ajuste de la compra al consumo) y la disminución de la población inmigrante (que es una gran consumidora de huevos).

Pero frente a esta innegable realidad, el propio sector lleva años actuando de una forma, a mi modo de entender, manifiestamente cainita. Por ejemplo, fomentando la división y la desunión. En algunos casos, ubicando en las naves más aves de las oficialmente permitidas, comercializando huevos inadecuadamente identificados en lo que al sistema de explotación se refiere, permitiendo, caso de Madrid, que a causa de la mencionada falta de unión el precio de compra a los almacenistas y distribuidores sea fijado, en no pocas ocasiones, por pequeños comerciantes (básicamente foráneos), que, ante la abundancia de oferta, actúan como subasteros a la baja generando fuertes tensiones y hundiendo los precios de compra (lo que inmediatamente repercute a nivel productor lógicamente).

Sólo así se puede explicar la situación por la que pasa el avicultor. En esta semana que acabamos de terminar los precios reales que se han pagado al productor han sido ruinosos: en el caso del Huevo 1 (media de los gramajes M+L) podemos estar hablado de 0,80–1 euro/docena a granel y en el caso del huevo 0 de 1,80–1,90 euros/docena a granel. En el caso de huevos procedentes gallinas alojadas en jaula enriquecida, mercancía preparada y puesta en muelle granja sobre pallet, los precios reales han sido del orden de: para los huevos de gramaje XL de 0,72-0,75 €/docena; para los huevos L de 0,51 a 0,55 €/docena y para los huevos M de 0,40 a 0,45 €/ docena).

Téngase en cuenta que, por ejemplo, el coste real, base contabilidad analítica, de la docena de huevo L procedente de gallina alojada en jaula, en muelle granja debidamente preparado y sobre pallet, puede estar rondando los 0,82–0,84 €/docena).

Todos, absolutamente todos (empezando por las administraciones), sabemos perfectamente lo que está sucediendo y por qué está sucediendo y nadie, absolutamente nadie (empezando por los propios avicultores), está dispuesto a solucionarlo (al contrario, se siguen construyendo nuevos alojamientos para gallinas ponedoras).

Díganme ¿no es esto cainismo puro?

Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
ETSI Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas.
Universidad Politécnica de Madrid.