La evolución del consumo per cápita de pescado y de frutos del mar

Por una serie de circunstancias, que no vienen al caso, he coincidido la semana pasada con unos colegas japoneses. Como no podía ser de otra forma, hablamos largo y tendido de las producciones pecuarias en ambos países; de las pocas similitudes y de las muchas diferencias existentes así como de los consumos de proteína de origen animal, tanto en Japón como en España (y en la Unión Europea) y de su evolución.

Uno de los temas que nos suscitó más interés fue el de la evolución del consumo per cápita de pescado y de frutos del mar. Los colegas japoneses me comentaron, con todo lujo de detalles, la negativa evolución de este consumo en Japón, que tiene sumamente preocupado a su Gobierno, porque se ha pasado de unos 48 – 50 kg/cápita, en la década de los años 90 del siglo pasado, a los menos de 25 Kg/cápita actuales (al pescado le ha sustituido la carne y, en gran medida, la carne de ave).

Según me explicaron, tres son las causas principales de esta evolución; por una parte, la “occidentalización de los hábitos de consumo” (con el auge de las comidas rápidas y las preparadas a base de carne), el aumento del precio de los productos que aquí nos ocupan y últimamente, después del desastre de Fukushima, la falta de confianza del consumidor hacia los pescados y hacia los frutos del mar (no se olviden los graves problemas de contaminación surgidos en las costas de Japón).

Por mi parte, les expliqué que en España ha sucedido un fenómeno similar en cuanto a la evolución global de los consumos per cápita.

Les referí que, de acuerdo con los datos de que dispongo, cuya fiabilidad no la puedo garantizar al 100 por 100 (parto de los estudios de los profesores Grande Covián y Gregorio Varela), el consumo per cápita de estos productos (incluyendo el autoconsumo y el consumo directo) pasó de unos 20 Kg/cápita de mitad de los años 50 del siglo pasado a los 25 Kg/cápita de los años 60, a los 32 de los años 70, a los 35 de los años 90, hasta los 45 de mitad de los años 2000 (que fue cuando se alcanzó su cénit).

A partir de aquí fue descendiendo paulatinamente este consumo y se ha situado en la actualidad, probablemente, alrededor de los 35 – 37 Kg/cápita, de los cuales unos 25,5 Kg/cápita, según datos facilitados por el MAPAMA, son consumidos en los hogares.

Desde mi punto de vista, dos son las principales causas de este descenso en nuestro país (cuando la gran mayoría de nuestros consumidores está convencida de la bondad dietética de los pescados, mariscos, crustáceos y moluscos, dejando aparte las controversias generadas por la panga o la tilapia).

Por una parte, está el efecto de la grave crisis, también económica, que se instauró en España en los años 2007/2008 (y que todavía colea). Ella llevó, nos guste o no, a una drástica reducción de los presupuestos familiares dedicados a ciertos capítulos de su alimentación (tanto dentro como fuera del hogar).

Esta realidad perjudicó especialmente a los alimentos de mayor rango y valor y, por otra parte, comportó también en España un importante cambio en los hábitos alimentarios (así, por ejemplo, en el año 2006 se consumían unos 10,3 Kg/cápita. de platos preparados y actualmente se consumen cerca de 15 Kg/cápita; ha disminuido el consumo de comidas principales y ha aumentado el de comidas rápidas y flexibles; en ellas la carne es la líder). A todo lo expuesto también han contribuido, sin duda, la modificación de las estructuras familiares y, en las grandes ciudades, los horarios laborales y los tiempos de desplazamiento a los lugares de trabajo.

En definitiva, llegamos a la conclusión de que la evolución y la tendencia de los mencionados consumos son claramente descendentes, tanto en España como en Japón (aunque más acusado en éste que en aquélla), y que lograr un cambio en esta tendencia es extremadamente complicado y, desde luego, requeriría tiempo y una elevada inversión.

Carlos Buxadé Carbó.

Catedrático de Producción Animal.

Profesor Emérito.

Universidad Politécnica de Madrid.