El preocupante retroceso cuantitativo del Ganado Bravo

Aunque ello me genera en España (que no en América ni en Francia) no pocas críticas e inconvenientes, me declaro, una vez más, desde una perspectiva zootécnica, un convencido e incondicional “torista”; es decir, un gran admirador y un acérrimo defensor del Ganado Bravo.

En mi opinión es difícil mejorar, para un amante real de la Producción Animal (con mayúsculas y en su sentido más amplio), la plasticidad que ofrece, en un amanecer de un día frío, claro y calmo, la visión de una zona adehesada ocupada por una manada de vacas bravas con sus crías o, en su defecto, por una punta de toros bravos en movimiento entre encinas y alcornoques.

En este sentido y dado que el próximo sábado estoy invitado a dictar una conferencia, en el marco del Colegio Oficial de Veterinarios de Zamora, acerca de “las coordenadas económicas que envuelven al Ganado Bravo; mitos y realidades”, voy a tener una nueva oportunidad para volver a manifestar la profunda preocupación que siento ante el importante retroceso cuantitativo que afecta, especialmente en estos últimos 10 años, al Ganado Bravo en España.

Actualmente, en España, el flujo económico que genera este sector de actividad pecuaria se puede situar alrededor de los 1.650 – 1.700 millones de euros anuales (lo que significa algo así como el 0,15 por 100 de nuestro Producto Interior Bruto, encontrándose la citada cifra muy lejos de los 2.300 millones de euros anuales generados en los años 2006 – 2008).

Tenemos hoy unas 1.324 ganaderías con Ganado Bravo registradas, que ocupan realmente una superficie global de unas 450.000 hectáreas de dehesa de un total de unos 3,5 – 4 millones de hectáreas (la dimensión de la dehesa ibérica varía mucho según autores y además cada Comunidad Autónoma maneja sus propias cifras).

De las mencionadas ganaderías, solo están activas 917 (en el año 2010 aún había unas 1.100 activas) con un censo de unas 85.000 reproductoras (cuando hace 10 años había unas 140.000) y unos 4.500 reproductores. El total de animales bravos se cifra en unas 128.000 hembras y unos 72.000 machos, que hacen un total de casi 200.000 animales (unos 60.000 menos que hace 8 – 10 años). Por lo tanto, la tendencia evolutiva global es claramente regresiva.

En cuanto a los espectáculos vinculados al Ganado Bravo (con mayúsculas), nos encontramos que en estos últimos 10 años solo han aumentado los festejos populares (que han pasado, siempre de acuerdo con los datos oficiales, de 4.111, año 2007, a 17.073 en el año 2016); las corridas de toros han disminuido un 61 por 100; las novilladas con picadores lo han  hecho en un 65 por 100; las novilladas sin picadores en un 48 por 100, las corridas de rejones con novillos en un 59 por 100; las corridas mixtas con rejones en un 60 por 100 y también los festivales mixtos han disminuido en un 45 por 100.

Para mí, es muy evidente que, al margen de las muy negativas consecuencias que ha tenido en este ámbito nuestra crisis económica, hay una parte muy importante de nuestra sociedad con un posicionamiento emocional negativo o al menos no positivo respecto a todos estos temas.

Así, según la la organización World Animal Protection, el apoyo a la tauromaquia en España ha descendido de un 30 a un 19 por ciento en los últimos tres años y el porcentaje de los jóvenes de 16 a 24 años de edad que rechazan los toros supera el 80 por ciento (lo que es sumamente preocupante); y aunque a mí las cifras que publican todo este tipo de organizaciones me merecen muy poca confianza, lo que sí creo es que reflejan claramente las tendencias.

En definitiva, estamos ante una situación que no dudo en calificar de realmente muy delicada y creo sinceramente que se impone YA una profunda reflexión por parte de todos.

Tal vez, esta reflexión debe empezar por afrontar realmente una mejora muy sustancial del manejo de la base animal en la mayor parte de nuestras fiestas populares, aunque ello pueda suponer alterar significativamente unas tradiciones muy arraigadas. Pero las mismas, nos guste o no, ya no encajan en la “conciencia animalista” de una gran mayoría de nuestra sociedad del siglo XXI; una sociedad muy alejada emocionalmente de las mencionadas tradiciones e, incluso, claramente contraria a ellas.

Ignorar lo que, a mi juicio, es una realidad incontrovertible y hacer como el avestruz (metiendo la cabeza bajo tierra), le hace un muy, muy flaco favor al por mi tan querido Ganado Bravo y le condena  a seguir inexorablemente su proceso de regresión cuantitativa y, tal vez, incluso, a ocupar, a medio plazo, una posición absolutamente marginal e intrascendente en el ámbito de la producción pecuaria española.

Por favor  ¡pensemos en ello y actuemos!

 

Carlos Buxadé Carbó.

Catedrático de Producción Animal.

Profesor Emérito.

Universidad Politécnica de Madrid.