¡Que paren el mundo, que me bajo!

Esta frase, tan manida y repetida en los años 70, algunos la consideran original de Mafalda y otros de Groucho Marx, se decía cuando queríamos expresar, entonces éramos medio hippies, la locura vertiginosa que estaba sufriendo la sociedad mundial en aquella época.

Ahora, en el año del Señor de 2019, esta frase se queda corta. El mundo del siglo XXI, mejor dicho, la sociedad del siglo XXI empieza a involucionar. Después de más de un siglo instaurando y buscando la inmunización de la población mundial, después de erradicar enfermedades como la Viruela, de reducir al mínimo otras como la Polio o el Sarampión gracias a campañas masivas de vacunación, aparecen corrientes de población que deciden que vacunarse es malo, que no vacunan a sus hijos y el Sarampión y alguna otra enfermedad vuelven a resurgir. En la época en que la farmacopea está encontrando soluciones a enfermedades gravísimas o mortales, gracias al desarrollo de nuevos fármacos basados en biotecnología o genética, aparecen corrientes que siguen promulgando la eficacia y la maravilla de tomar homeopatía o lejía para tratar cánceres.

Hay sobre La Tierra unos 7.500 millones de personas, pero da la sensación de que el nivel de consanguinidad y de sexo entre hermanos ha aumentado de una forma exponencial desde aquellos maravillosos 70. Si no, no se explica como hay tanto deficiente cerebral y tanto cretino ambulante diciendo y haciendo estupideces que no tienen sentido ni desde el punto de vista científico ni desde el punto de vista del sentido común. Y más difícil entender como hay personas con un CI mayor de 30 que puedan seguirles.

El último episodio de toda esta pantomima, de todo este esperpento, es el de las famosas Veganes, dos individuas de gusto estético dermocapilar peculiar, que despotrican en las redes sobre las violaciones que los gallos ejercen sobre las gallinas y de los abortos que representan los huevos puestos por éstas. Hoy en día, cualquier “piernas” puede opinar sobre cualquier tema, con total ausencia de vergüenza porque, desgraciadamente, la sociedad está tan infantilizada que no es capaz de ver que hay detrás de todo eso. Las afirmaciones de estas Veganes, en lo que a nosotros concierne, van directamente a la línea de flotación de una de las industrias agropecuarias de las que más orgullosos nos podemos sentir, las empresas productoras de huevos.

El huevo es una de las proteínas animales más completas que podemos tener a un precio razonable y nuestras empresas están a la cabeza de Europa, que es lo mismo que decir a la cabeza mundial, en cuanto a condiciones sanitarias, investigación, cuidado y bienestar animal. Nuestras empresas avícolas se preocupan de suministrarnos huevos frescos y de óptima calidad a precios ajustados, dando trabajo a gran cantidad de personas y aportando riqueza a las zonas donde se encuentran asentadas.

Desde aquí sólo nos queda por decir que fritos, revueltos, cocidos, escalfados, rellenos, a la Benedictine, en bollería, en mahonesa y de cualesquiera otras formas, nosotros seguiremos comiendo huevos. Y les animamos a que Ustedes hagan lo mismo.