¿Poner “puertas al campo”?… CUASI IMPOSIBLE

Llevo ya varios años tratando en mis conferencias y seminarios un tema que sigue “levantando ampollas” en una sociedad, la del I Mundo y especialmente la de la Unión Europea, donde la “hipocresía en lo que atañe a ciertas cuestiones de ámbito técnico” es más que notable (recodemos toda la polvareda que levantó la oveja Dolly, nacida el 5 de julio del año 1996 y fallecida el día 14 de febrero del año 2003).

Me parece indudable que en la necesaria mejora de la eficiencia y de la eficacia de la producción agraria, en su sentido integral, se dará un paso adelante, positivo y significativo, cuando se generalice en las empresas agrarias la aplicación del binomio: base animal G.M. (adecuadamente modificada) – clonación

En el mercado existe, en una fase inicial, un ejemplo que seguro “agitará conciencias”, pero que, entiendo, muestra con una cierta claridad el camino por donde va a discurrir, más temprano que tarde, el futuro en nuestro sector.

La empresa estadounidense VIAGEN PETS garantiza que aquellas personas que dispongan de suficientes recursos económicos y lo deseen, podrán tener, sin limitación temporal, la compañía de su mascota, original primero, clonada después  (perro o gato, para empezar).

Es verdad; se trata de un proceso aún muy caro: 40.000 dólares para un perro y 20.000 dólares para un gato, pero no olvido que para mi primer teléfono móvil que, con la visión 2017, era, en todos los sentidos, un verdadero mamotreto, grande, pesado y muy limitado, tuve que desembolsar exactamente 550.000 pesetas ≈ 3.275 euros (hace unos 40 años); el otro día vi un anuncio de un teléfono móvil chino, ligero y verdaderamente de alto rendimiento, por 299 euros (un 91 por 100 más económico que el primero e infinitamente mejor). Así es el “mundo tecnológico”,  está en progresión geométrica y con un descenso exponencial de sus costes.

La mencionada empresa asegura ser capaz de reproducir el ADN de una mascota (perro o gato) y lograr una «copia» física exactamente igual al original. En este proceso de clonación la empresa recopila el ADN en una primera fase. El poseedor de la mascota puede utilizarlo de inmediato o puede, si así lo desea, guardarlo en la misma empresa durante el tiempo que considere oportuno y realizar más tarde la correspondiente clonación.

Llegado el momento, se parte de un ovocito procedente de una donante; se mezcla con las células conservadas. La unión del mencionado ovocito con el ADN de origen conformará un embrión que tendrá que ser implantado en una hembra  ad – hoc.  Ella será la encargada de dar vida a la nueva mascota, que será una copia genética del original. La empresa garantiza que este proceso de clonación no tiene ningún efecto secundario ni supone daño para la mascota embarazada.

No obstante, hace unos años el debate sobre la clonación animal se centró precisamente en estos posibles peligros. Así, la National Academy of Sciences (NAS) de Estados Unidos llegó a afirmar que la clonación de mascotas estaba teniendo «serios problemas» y que solo un pequeño porcentaje de estos procesos estaba resultando exitoso. Para la Academia, algunos fetos mueren durante la gestación;  algunos recién nacidos tienen aspectos «anormales» y los riesgos para la mascota madre son muy serios. Es posible que la NAS tenga, hoy, su parte de razón; pero, estoy convencido: “es cuasi imposible poner puertas al campo” y estos procedimientos se acabarán imponiendo.

Seguro que se seguirán mejorando de forma ininterrumpida las bases tecnológicas y llegarán, para mí sin duda pronto, los éxitos en este ámbito a unos costes empresarialmente amortizables, precisamente a través de las mejoras en la eficiencia y en la eficacia de la producción pecuaria, con su correspondiente reducción de costes.

Por otra parte, a los escépticos me permito recordarles, por ejemplo, que, en lo que atañe a la esfericidad de la Tierra, a la humanidad le costó unos 36 siglos aceptarla (aunque en realidad desde hace un par de años sabemos que es ovalada; sí,  la Tierra es un geoide).  En efecto, en el texto hindú Surya Siddhanta del siglo XX a.C.  ya se insinuaba la redondez de la Tierra; también en el libro egipcio de  ‘La Morada Oculta’  del siglo XV a.C.  No obstante, no sería hasta Copérnico y Galileo (siglos XVI y XVII) cuando la sociedad empezó a aceptar cómo es, más o menos, nuestro planeta y el universo que le rodea.

Espero que, en el caso que aquí nos ocupa, todo transcurra de manera infinitamente más rápida para el bien del mundo agrario (y por ende de toda la humanidad).

Carlos Buxadé Carbó.

Catedrático de Producción Animal.

Profesor Emérito.

Universidad Politécnica de Madrid.