P.R.R.S.

Vaya un primer mes invierno que llevamos, del que ya solo quedan dos meses para llegar a la primavera el 20 de marzo. Y como cada año, en esta estación los problemas respiratorios en nuestras granjas aumentan, derivado de que las condiciones ambientales actúan como predisponentes-agravantes, facilitando la transmisión de agentes infecciosos cuyo contagio es por vía oro-nasal. Es decir que la probabilidad de casos de virus Síndrome Reproductivo y Respiratorio Porcino (PRRS) es superior en los meses fríos. Si a ello sumamos las fiestas navideñas, como bien anunciaban los epidemiólogos, la probabilidad de una tercera ola de casos de Covid-19 era muy elevada, como bien se está demostrando. Y es que la probabilidad tiene solo dos caras según los principales pensadores del siglo XX: una es la epistémica que tienen que ver con nuestro conocimiento o ausencia de conocimiento, y la segunda ontológica derivada de las cosas en si mismas. Y ambas son imprescindibles. Por ello se dice que, la probabilidad, cuya fecha de nacimiento se data en 1665 en el continente europeo, es un concepto dual, y se compara al Dios Jano de la mitología romana, o Dios de las dos caras o de las puertas tanto físicas como vitales, que simboliza el devenir de la vida, la evolución, representando la incertidumbre de lo que está por venir. Jano en inglés es January, ¡que casualidad! En su escultura aparecen en sus manos dos números, en una el 300 y en la otra el 65, por lo que esperemos que la probabilidad de que en este año tengamos 300 días buenos y 65 malos, sea mayor que no a la inversa. Claro que la probabilidad se asocia al grado de posibilidad, siendo un concepto modal, ya que algo es probable solo si es posible, y lo que no es posible es poco probable. Claro que, Galileo en el siglo XVI, es decir, antes de acuñarse el término probabilidad que tanto usamos hoy en cualquier área de nuestra vida cotidiana, no tenía el mismo concepto, diciendo que algo imposible podía ser probable. Viendo lo que está pasando en el mundo en este comienzo de siglo XXI, no estoy tan seguro si la razón la tiene el físico-filósofo italiano o Ian Hacking, catedrático de filosofía de la ciencia de la Universidad de Stanford y autor del libro “Domesticación del azar”, uno de los referentes del determinismo y probabilidad del siglo pasado que aún vive. En cualquier caso, estamos muy familiarizados hoy con la frase de que “la realidad siempre supera la ficción”, aunque prefiero quedarme con una frase que me enseñó mi Padre, que versa: “lo que es imposible es imposible”.

La probabilidad y la evidencia científica van de la mano, y bien lo sabemos en nuestras granjas con el virus PRRS, enfermedad también pandémica, y las medidas preventivas de las que disponemos, incluidas el abanico de vacunas, cuya eficacia no es completa, derivado de la enorme diversidad de cepas de este virus ARN (>30.000) habiendo testado su virulencia solo en algunas de ellas, tanto in vitro como in vivo. Los problemas que nos causa este virus son derivados no solo de esta heterogeneidad, sino también de la habilidad de estos arterivirus de modular la respuesta inmune del hospedador como se demuestran en los miles de artículos publicados en PubMed desde que se identificó en 1991. También somos conscientes que después de 30 años, este “Virus de la Probabilidad”, partiendo de que más del 85% de las granjas son positivas, bien estables o inestables, o a periodos estables y otros inestables, personalmente la probabilidad epistémica me dice que aún tenemos una laguna importante de conocimiento. Si tuviésemos vacunas con la eficacia que apuntan las actuales de Coronavirus humano, a buen seguro que tendríamos mucho más controlada la enfermedad, que como todos los técnicos bien sabemos, afecta también a la moral de los trabajadores de las granjas como a nosotros, por sentirnos frustrados. Pero no es menos cierto que siempre, o casi siempre, somos capaces de estabilizar el problema de PRRS en las granjas a pesar de lo mencionado, y eso lo achaco más bien al título de esta columna, que no es tanto en mención a la enfermedad, que también, sino a las siglas de lo que entiendo es necesario, y no solo para contrarrestar el impacto tanto material como moral de este virus. Estas son las iniciales de Paciencia-Resistencia-Resiliencia y Sensatez. Las tres primeras las he mencionado en numerosas ocasiones y en diferentes contextos, pero hoy añado la sensatez, que está en las antípodas de la arbitrariedad de muchas de las medidas que vemos que cada día se toman para combatir la pandemia que nos tiene atenazados. ¿Cuánto tiempo va a tener que pasar para que una parte significativa de la población podamos recibir las dos dosis de vacunas? ¿Dependerá de casi todo menos de lo que técnicamente sería lo deseable para alcanzar esa inmunidad poblacional? Cuando escucho lo de que ya está inmunizado a quien tan solo ha recibido una sola dosis de vacuna, y siendo consciente de que en humanos no seremos capaces de hacer una vacunación en sábana como hacemos en nuestra práctica veterinaria para generar una inmunidad de todo el efectivo en muy pocos días o incluso horas, me siguen surgiendo numerosas dudas sobre el tiempo que vamos a necesitar hasta que el SARS-CoV-2 responsable del Síndrome respiratorio agudo severo deje de condicionar nuestras vidas.

Quizás deberíamos probar a dejar en la mano de los científicos asépticos, con su único interés en la salud humana, en vez de en los intereses políticos y tertulianos de medios de comunicación, a que tomen las riendas de este disparate, ya que al menos la probabilidad epistémica será muy superior, partiendo de que la ontológica es la misma para todos y, por lo tanto, la probabilidad de que los resultados de las medidas frente al Covid-19, a buen seguro serán mejores. Sin duda que la curiosidad nos hace más felices, que decía la canadiense, Premio Nobel de Literatura 2013, Alice Munro. Pero quiero hacer aquí una reflexión procedente del compatriota de Alice, el mencionado Ian Hacking haciendo énfasis en el sentido común, llegando a la idea de que si algo está construido socialmente puede ser evitable o no ser necesario. Ya saben aquello de que el sentido común, en muchas ocasiones es el menor común de los sentidos.

“Sobre todo examinen lo habitual. No acepten sin discusión las costumbres heredadas. Ante los hechos cotidianos, por favor, no digan: “Es natural”. En una época de confusión organizada, de desorden decretado, de arbitrariedad planificada y de humanidad deshumanizada… Nunca digan: “Es natural”, para que todo pueda ser cambiado” – Bertolt Brecht (1898-1956) Poeta alemán

 

Por Antonio Palomo Yagüe – ADM SETNA