Opinión de Antonio Palomo: NOSTALGIA

Opinión de Antonio Palomo: NOSTALGIA, foto antonio palomo yagüeOpinión de Antonio Palomo: NOSTALGIA

Svetlana Boym, profesora de literatura de la Universidad de Harvard, hablaba de un sentimiento de pérdida y desplazamiento al referirse al mundo moderno, aquejado de una “epidemia global de nostalgia”, que lo podemos ver como un mecanismo de defensa en una época de ritmos de vida acelerados y convulsiones históricas, lo que nos tienta a renunciar al pensamiento crítico para entregarnos a la vinculación emocional. Como añadido, nos alerta de que el peligro de la nostalgia radica en que tiende a confundir la realidad con la imaginación. Ya dijo, recientemente, Javier Solana que, la Unión Europea presenta un peligroso cuadro de nostalgia, al mencionar como los dirigentes europeos continúan tratando de aplicar soluciones de antaño a los problemas de hogaño. Los administradores menos escrupulosos tienden a anteponer la utilidad, su utilidad pragmática, a la verdad como criterio prioritario a la hora de separar sus relatos “correctos” de los “equivocados”. Quizás es que estemos pensando que no queda otra alternativa, que decía la dama de hierro Margaret Thatcher.

            Para nada participo de este argumento, teniendo como ejemplo que hemos puesto en práctica numerosas alternativas a la prohibición del óxido de zinc como terapéutico, constatando como a menos de un ciclo reproductivo en el tiempo, en la mayoría de las granjas, dicho uso ya no nos produce ninguna nostalgia. La semana pasada, participando en el 40 aniversario de las Jornadas de actualización porcina de la Universidad Nacional de Rio Cuarto de Córdoba en Argentina, pude leer un grafiti que refería: “la mente que se abre a una nueva idea nunca vuelve a su tamaño original”. Los productores, veterinarios y académicos argentinos se fijan en nuestro país como referente mundial, lo cual me produce más orgullo que nostalgia, más aún viniendo de un país regado de campos de cultivo de soja y maíz, de lo cual solo el 6% lo utilizan para su consumo ganadero y el resto lo exportan. ¿Se imaginan si nosotros pudiéramos cultivar dichas materias primas dentro de la península en esa cantidad logrando abaratar nuestros costes de producción? Me comentaba un empresario del sector, no sin algo de nostalgia, que el problema radica en que desde hace tiempo el objetivo no es conseguir una sociedad mejor, ya que es una esperanza vana, sino la tendencia a mejorar la posición individual dentro de esta sociedad aparentemente incorregible. Continúo sin estar de acuerdo en que no podamos virar el rumbo nihilista.

            Confío en que se puedan reformar los modales humanos derivados de las capacidades, predisposiciones e impulsos que forman parte del animal que llevamos dentro. Unos más que otros, claro está. En mi humilde opinión, que cada uno asumamos nuestras propias responsabilidades, dando ejemplo a nuestro alrededor, lo considero esencial, tanto a nivel de nuestras empresas como de nuestra familia y sociedad. La libertad de movimientos, que bien me parece, tanto fuera como dentro del alcance de los otros para abdicar de las propias responsabilidades como característica del poder en nuestros tiempos, eso ya no me parece tan bien. Mi Padre nos decía que, si cada uno hiciéramos lo que tenemos que hacer, el mundo funcionaría mucho mejor. Quizás debamos reflexionar sobre este momento en el que vivimos, en el cual el pragmatismo es la racionalidad suprema basado en que, “yo puedo hacerlo y, por lo tanto, quiero hacerlo y lo hago”. Cuanto menos, me parece demasiado atrevido y, en no pocas ocasiones, poco reflexivo. Prefiero el mundo de la racionalidad instrumental del sociólogo alemán Max Weber, donde se buscan los medios más efectivos para la consecución de unos fines, en contra de perseguir, como ahora, las aplicaciones más adecuadas para unos medios. El ejemplo de evidencia en nuestra sociedad consumista de economía lineal está en que los productos, lejos de responder a una demanda ya existente, tienen la obligación y la expectativa de crear una demanda para si mismos y hacerlos crecer. En términos metafísicos sería como una invocación a la nada, que eso, más que nostalgia me produce contrariedad.

            Aquí me pregunto cómo se concilia esto con el concepto de economía circular que se está tratando al mismo tiempo que el consumo mal entendido. Las modas siguen los mismos patrones que la imitación, donde su imponente atractivo proviene de la esperanza que nos brindan de reconciliar lo irreconciliable. A este fenómeno, que de fenómeno en términos ganaderos no tiene nada, siendo más una decepción, se le conoce como copycat, derivado de ese vicio juvenil de que una diferencia que no marca la diferencia no es tal diferencia. Así, nos encontramos como que, para alcanzar dichos fines, los medios de comunicación, no en pocos casos teledirigidos por los lobbies políticos y de poder, nos llevan a la distinción que ya hizo el filósofo y físico Descartes entre el sujeto activo que moldea y el objeto pasivo maleable. Venimos sufriendo desde hace algunos años dicha manipulación, criminalizando nuestra actividad esencial de producción de proteína para alimentación humana, por lo que prefiero actuar más como un objeto activo no maleable. Para ello, nuestra reacción-respuesta concertada precisa debe ser bien coordinada a todos los niveles y dentro de todas las fases de la cadena alimentaria. Me niego a la domesticación por reducción, la cual no posibilita la evolución de las especies, incluida la humana.

            Hay un sentimiento generalizado de que el poder está en un lugar diferente del que estamos las personas, legislando desde su atalaya, lo que nos provoca lo que se conoce como “ansiedad de la impotencia”. Uno tiene la sensación de haber huido del fuego para caer de nuevo en las brasas, lo que sin duda nos produce nostalgia de otros tiempos. Esta sensación bien la he sentido en los compañeros de Argentina, que no pocas veces también se nos plantea en nuestro día a día. Como mencionaba un buen docente: a veces me siento como predicando en el desierto. La miopía de la realidad tan solo aumenta los conflictos entre las partes y la polaridad, que sumado a la ignorancia supina da lugar a la falta de reciprocidad. Considero que pararnos más a pensar, correr menos y escuchar más, resuelve en gran medida esa sensación de impotencia y nostalgia.

“No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás existió”. Joaquín Sabina

 

Date de alta y recibe nuestro 👉🏼 Diario Digital AXÓN INFORMAVET ONE HEALTH

Date de alta y recibe nuestro 👉🏼 Boletín Digital de Foro Agro Ganadero

Noticias animales de compañía

Noticias animales de producción

Trabajos técnicos animales de producción

Trabajos técnicos animales de compañía