Opinión de Antonio Palomo: LA NAVAJA DE OCKHAM

Opinión de Antonio Palomo: LA NAVAJA DE OCKHAM , foto antonio palomoOpinión de Antonio Palomo: LA NAVAJA DE OCKHAM

Cuando hacemos bien las cosas esperamos que salgan bien y cuando las hacemos mal nos cabe la esperanza de que nos salgan bien, lo cual, en la mayoría de los casos no se cumple. Como decían Epi & Blas (Ernie & Bert), los teleñecos de Barrio Sésamo en mi infancia: dentro y fuera, arriba y abajo, bien y mal, bueno y malo. Epi era el bromista caótico y Blas el paciente ordenado, pero todo era muy simple. No es menos cierto que en algunas ocasiones las cosas tienen una gran complejidad y son sumamente difíciles. Solo tenemos que pararnos a pensar en dos acontecimientos que durante la semana pasada asombraron al mundo, o al menos a mí por su enorme dificultad. El primero referido a como la NASA consiguió desviar el asteroide Dimorfos (160 metros de diámetro) chocando con él la nave Dart (tamaño de una nevera) a una velocidad de 6,4 kilómetros por segundo (>20.000 km/hora). No olvidemos que hace 66 millones de años un meteorito que impactó en la tierra fue el origen de la extinción de los dinosaurios. El segundo, que también fue a una velocidad estratosférica, siendo un humano, lo consiguió rompiendo la cinta de meta situada en la puerta de Brandenburgo, el atleta keniano Eliud Kipchoge, recorriendo los 42.195 metros de la maratón en 2h01:09 al borde de los 20 km/hora (mil veces menos) a sus 37 años. Al acabar la carrera dijo que “no hay límites, el ser humano es capaz de todo”. Doy fe.

            A los profanos en la materia espacial, como es mi caso, todo lo relativo al universo y su origen con el big bang, cuyo descubrimiento les valió el Premio Nobel en 1978 a los físicos americanos Arno Penzias y Robert Woodrow Wilson después de que en 1964 se propusieran cartografiar el cielo, lo cual me parece asombroso y complejo. Pero basta esto, para que el director emérito del Perimeter Institute for Theoretical Physics de Ontario en Canadá, Neil Turok nos diga que “el universo es asombrosamente sencillo”, y lo basa en que 14.000 millones después de su formación, su estructura sigue siendo muy similar. No se si se refería a lo que dijo William Shakespeare sobre que “la brevedad es el alma del ingenio”. Este concepto de que la vida es simple es a lo que se viene llamando la navaja de Ockham, que toma el nombre de un fraile franciscano y filosofo inglés llamado Guillermo de Ockham, quien refería que los entes no deben multiplicarse sin necesidad, dejando por escrito: “no expliques por lo más lo que puedes explicar por lo menos”. Y esto ya lo decía al final de la edad media (siglo XIII), denominado como principio de economía, principio de parsimonia o de simplicidad. No estaría de más que Ockham, lo más parecido a OK-HAM, me gusta el jamón, estuviese poniendo orden en los asuntos fiscales de nuestro país como asesor de los próceres responsables económicos. Su frase literal fue “Pluralitas non est ponenda sine necessitate” (la pluralidad no se debe postular sin necesidad). Traducido al lenguaje rural segoviano de mis Padres: resulta inútil hacer con más lo que se puede hacer con menos. Esta es una de mis máximas cuando abordo los problemas en las granjas, tratando de gastar lo menos posible para obtener los máximos beneficios o el mayor retorno de la inversión factible.

            Y en este punto, es cierto que, como en los momentos actuales donde estamos viviendo la tormenta perfecta derivada del impacto negativo sobre los costes de dos pilares troncales de la producción como la alimentación y la sanidad, se me asemejan a aquella película dramática estrenada en el 2000 y basada en el libro de Sebastián Junger – The perfect storm, que se llevó el Óscar al mejor sonido y a los mejores efectos especiales. En aquella película, para el agrado del público femenino, actuaba George Clooney, pero nuestra realidad en las granjas no es ficción y actualmente nos tiene muy preocupados. En palabras de Sherlock Holmes: “una vez eliminado lo imposible, el resto, por muy improbable que parezca, tiene que ser verdad”. Esta es otra máxima que pongo en práctica ante casos difíciles, que los hay, ya que, en los casos fáciles, que son los más, normalmente las soluciones son simples y el origen es sencillo. Me comentaba un gran profesional ganadero la semana pasada visitando su empresa que, la consecuencia del problema que nos ocupaba derivaba de que llevábamos muchos meses forzando la granja y dejando de hacer las cosas básicas y más simples. Me gusta diferenciar los factores de riesgo bursátiles de los biológicos, pero en ocasiones se cruzan y las consecuencias pueden ser parecidas, podemos enriquecernos o arruinarnos. Mark Zuckerberg estaba muy apenado la semana pasada al perder en bolsa la mitad de su fortuna. Ya, como estudiante en la Universidad de Harvard en 2003, antes de crear Facebook en 2004, el departamento de servicios informáticos de la universidad lo llevó ante la administración con cargos de infracción de la seguridad informática y violación de las políticas de privacidad y de propiedad intelectual.

            Me pregunto si no sería más sencillo que nos pusiéramos de acuerdo en los temas relacionados con la fiscalidad o la judicatura, aunque si tampoco somos capaces de hacerlo en los temas esenciales de la educación y la sanidad, quizás no sea necesario evitar que nos impacte un asteroide. Alguien, y no repito quien, ya dijo aquello de “Humano, demasiado humano”. En la contrabalanza estaría la persona que escribió, según el poeta americano T.S. Eliot, una obra literaria perfecta titulada “Rebelión en la granja”, un hombre con un extraordinario sentido moral y con un enorme respeto por la justicia y la verdad, según el novelista británico Evelyn Waugh, al que el académico Antonio Muñoz Molina se refería como el ser humano que comprendió antes que nadie que la corrupción de las palabras son un síntoma y a la vez una causa de la corrupción del pensamiento. No me digan que no les suena a lo que estamos viviendo en nuestra sociedad actual. La vida es simple.

            La persona que escribió ese libro, muy familiar para nuestro sector, fue el periodista indio y británico George Orwell, quien tan solo necesitó 47 años de vida para inmortalizarse. Colaboró con la BBC durante la Segunda Guerra Mundial, fabuló las perversiones del estalinismo con el libro en ciernes, donde en el auge de los animales de la Granja Solariega pronto se detectó la semilla del totalitarismo en una organización aparentemente ideal; y en los líderes más carismáticos, la sombra de los opresores más crueles. Ya advirtió hace más de setenta años sobre los nuevos tipos de sociedad hiperpolitizada.  A ver si el origen de muchos de los problemas tiene sus raíces aquí, aunque quizás, lo mejor es que el que no haya leído el libro con sus apenas 200 páginas saque sus propias conclusiones con su lectura, que bien recomiendo. Pero, en cualquier caso, y haciendo honor al tema de la columna, voy a terminar de forma sencilla endulzando el verso con los protagonistas de la rebelión en la granja, que como no podía ser de otra manera, fueron los cerdos, siendo dos de ellos protagonistas, en este caso dos verracos jóvenes, que no es mi caso, llamados Bola de Nieve y Napoleón. Y como tantas cosas en la vida, Bola de Nieve era más vivaracho, ingenioso y con más facilidad de verbo que Napoleón, que denotaba mayor firmeza de carácter. Y luego estaba un cerdito gordo llamado Chillón, brillante conversador, del que los demás decían que era capaz de convertir lo negro en blanco. Seguro que todos nosotros tenemos algo de estos tres cerditos artífices del sistema de pensamiento que llamaron animalismo.

      FELIZ DÍA DE SAN FRANCISCO DE ASÍS – FELICIDADES A LA NOBLE PROFESIÓN VETERINARIA.

“La vida es muy simple, pero insistimos en hacerla complicada”.  Confucio – filósofo chino s. V a.C.

 

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