La Unión Europea y el Glifosato

Como no es inusual en el seno de la Unión Europea cuando un tema es, al menos teóricamente, muy complejo, su abordaje definitivo y resolución final se suelen alargar notablemente en el tiempo. Este es el caso que afecta al Glifosato y a su permisividad de uso o no, en el seno de la Unión Europea (el Glifosato es un herbicida producido por Monsanto que, además de ser el más utilizado en el Mundo, es uno de los que genera más controversia por su supuesta vinculación a la aparición de cáncer en humanos).

 

Como ha sido reiteradamente comentado en los últimos meses, a raíz de que el pasado mes de marzo los Estados Unidos un tribunal federal desclasificó una serie de documentos de la compañía, se especula acerca de si Monsanto había preparado internamente estudios favorables referidos a este compuesto atribuyendo posteriormente su autoría a expertos académicos. Paralelamente, también hay sospechas acerca de que científicos relacionados con el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer podían haber obviado en sus estudios aspectos importantes relacionados con la inocuidad real del producto.

Monsanto, que está en trámites para ser adquirida por Bayer, se ha negado a acudir a la llamada del Parlamento Europeo para aclarar todos estos aspectos, argumentando que no era éste el foro adecuado para ello y alegando, además, que el proceso de ampliación de la licencia del glifosato está «en muchos aspectos secuestrado por el populismo». Ello ha dado lugar a que los líderes de los grupos del Parlamento Europeo hayan solicitado que se vete la presencia de los grupos de presión y ejecutivos de la empresa estadounidense en la Eurocámara, lo que ha aumentado significativamente la tensión alrededor de este tema.

Por su parte la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ve “improbable” una vinculación del glifosato con el cáncer en humanos. En esta afirmación se está fundamentando el Ejecutivo comunitario para proponer la renovación de la licencia para la continuidad de su utilización en el seno de la Unión Europea, lo que constituye el nudo gordiano de la cuestión.

Muchas organizaciones ecologistas y de otros ámbitos de la sociedad civil de la U.E – 28, amén de más de un millón de personas que ha firmado una petición ad hoc, se oponen frontalmente la mencionada renovación.

Por su parte, el Copa-Cogeca, que es la agrupación de productores agrícolas más importante de la Unión, ha pedido su aprobación. En un comunicado, ha puesto claramente de manifiesto el riesgo que implica dejar a los agricultores europeos en posición de desventaja frente a sus colegas extracomunitarios y ha solicitado tener confianza en la evidencia científica acerca de la seguridad del glifosato.

Como es bien sabido, al margen de estas posiciones encontradas e independientemente de cual sea la decisión que se adopte finalmente en Bruselas, los países, regiones o ciudades pueden vetar su uso de forma interna. Así, por ejemplo, en España, Barcelona lo prohibió en el año 2015 y la Comunidad de Madrid vetó el año pasado su uso en las carreteras de su competencia. En el seno de la U.E. – 28 sólo tres Estados (Austria, Italia y Francia, el mayor productor de alimentos de la Unión Europea), han manifestado públicamente su oposición a la continuidad del glifosato, si bien, en las últimas fechas, Francia parece dispuesta a apoyar una nueva renovación transitoria de la mencionada licencia.

En cualquier caso sería muy de desear que la Unión Europea, a pesar de la complejidad del tema, no dilatara más esta cuestión y tomara una decisión, en un sentido o en otro, que permitiera clarificar la situación y proceder en consecuencia.

Carlos Buxadé Carbó.

Catedrático de Producción Animal.

Profesor Emérito.

Universidad Politécnica de Madrid.