La mantequilla se ha puesto de moda

Comentaba hace unas pocas fechas, en una conferencia que pronuncié ante una organización de consumidores, cómo, por una parte, la ignorancia de nuestro “consumidor tipo” en lo que atañe a muchos temas relacionados con la alimentación y, por otra, las campañas publicitarias sesgadas y  las actuaciones manifiestamente “amarillistas y alarmistas” de ciertos medios sociales de comunicación respecto de los productos pecuarios, confunden al mencionado consumidor, distorsionan una u otra vez el mercado y hacen que “la historia se repita”.

En efecto, este fenómeno no es nuevo; en mi juventud, cuando practicaba deporte de forma muy activa, se nos limitaba la ingesta de carbohidratos y teníamos casi absolutamente prohibido el consumo de pasta (exactamente lo contrario de lo que acontece en la actualidad).

Así que, durante décadas, especialmente en el primer mundo, las margarinas y ciertos aceites (por ejemplo, el de girasol o el de palma) han estado desplazando a nivel industrial y también en el consumo doméstico, sin razón técnica real alguna, sino todo lo contrario, a la mantequilla y al aceite de oliva.

Ahora, desde hace unos pocos meses, la mantequilla (definida como: una grasa comestible que se obtiene agitando o batiendo la crema de la leche de vaca, caracterizada por ser de consistencia blanda, tener un color amarillento y un sabor suave) se ha puesto de moda no sólo en el mundo anglosajón sino también en otras partes del Mundo.

Su demanda de varias regiones del Mundo, incluida China, está creciendo de forma muy notable (y seguirá creciendo) porque muchos consumidores, que eran contrarios al consumo de leche y de productos lácteos, en razón de su mencionada ignorancia, han cambiado finalmente de opinión en cuanto han logrado dejar de lado la falsa idea de que los mismos eran proclives a generar enfermedades cardiacas.

En este marco, pues, la mantequilla ha pasado de ser un “alimento muy mal considerado”, incluso por una parte importante de la propia clase médica (a pesar de saberse que es mucho más saludable que las grasas trans que suelen contener las margarinas) a ser un alimento que “se ha puesto de moda” y que ha visto subir su demanda como la espuma.

Según el USDA, el consumo de mantequilla en este año 2017 alcanzará los 9,7 millones de toneladas. Ello está originando que, en Francia, por ejemplo, el Estado de la Unión Europea donde la mantequilla es una de las grasas más empleadas en la cocina y en la repostería, se empiece a originar una situación de carencia (lo que supondrá, lógicamente, una subida en el precio de una notable cantidad de productos que utilizan mantequilla para su elaboración).

De acuerdo con lo expuesto hasta aquí, no es de extrañar que la situación de este producto en la Unión Europea se complique. Así, según los últimos datos disponibles, las reservas de mantequilla en la Unión Europea se acercan a las 1.200 toneladas (cuando hace unos 14 meses eran de unas 92.000 t) y, de acuerdo con los datos publicados recientemente en la Unión Europea, el precio de la misma ha pasado de los 3,4 euros/kg a que cotizaba en el año 2013 a unos 5 euros/kg en este año 2017.

Por otra parte, especialmente en la Unión Europea (que es el segundo productor mundial de mantequilla detrás de la India), su producción no ha aumentado en estos últimos meses, sino que ha disminuido en razón del precio real que han percibido los ganaderos por la leche de sus vacas (la subida del precio de la mantequilla no ha repercutido realmente en el precio que están percibiendo la gran mayoría de los ganaderos por la leche generada en sus explotaciones). Ello les ha llevado a buscar optimizar la relación “costes de producción/ingresos obtenidos”, generando finalmente sus vacas una leche con menos grasa.

Ello puede conducir a que, en la época de Navidad, no dispongamos de suficiente mantequilla para poder atender a la demanda. ¿Quién lo iba a imaginar hace un par de años? Una vez más, se hace realidad aquel viejo adagio que dice: “quién siembra vientos…recoge tempestades”.

Tengo la impresión de que nunca seremos capaces de aprender, de valorar y de retribuir adecuadamente al sector primario la bondad objetiva de los productos generados por la ganadería de la Unión Europea ¡realmente triste e injusto, pero cierto…!

Carlos Buxadé Carbó.

Catedrático de Producción Animal.

Profesor Emérito.

Universidad Politécnica de Madrid.