La importancia de salvaguardar y proteger los recursos genéticos animales de cara al futuro

Entre los objetivos estratégicos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) no sólo se encuentran erradicar el hambre, combatir la pobreza rural o impulsar la utilización sostenible de los recursos naturales, sino también concienciar a los gobiernos de los países miembros y a la ciudadanía en general de la importancia de conservar los recursos genéticos animales y vegetales en beneficio de las generaciones presentes y futuras.

Son múltiples las razones que justifican el valor de los recursos zoogenéticos y la insoslayable necesidad de conservarlos. He aquí algunas de ellas:

  • Las razas ganaderas se han constituido a lo largo de siglos por adaptación a las características inherentes a un territorio (orografía, climatología, recursos alimenticios, etc…) y a un modelo de producción diseñado por el hombre. En consecuencia, la conformación de las razas es fruto de un proceso secular y, por ello, en caso de que una raza extinguida se volviera a necesitar, no sería posible obtenerla de nuevo de la noche a la mañana.
  • El ganado autóctono de cada país atesora un acervo genético, aún pendiente de ser explorado y conocido en su totalidad, que, por su variabilidad alélica, dota a este tipo de ganado de una gran capacidad de adaptación frente a modificaciones del modelo productivo, que pueden deberse a un cambio en los gustos y la demanda de los consumidores (véase, por ejemplo, lo que sucedió con el cerdo ibérico en el siglo XX) o surgir en un contexto de nuevas enfermedades o de condiciones ambientales cambiantes (cabe preguntarse aquí qué animales serían los más aptos para producir tras una subida generalizada de las temperaturas resultante de un proceso de cambio climático…).
  • Es cierto que muchas razas autóctonas no suelen alcanzar altos rendimientos productivos. Sin embargo, produzcan poco o mucho, estas razas constituyen, en ocasiones, la única opción viable, por ser capaces de tolerar una determinada altitud, la sequía, temperaturas extremas o una alimentación deficiente, para generar productos de origen animal en zonas desfavorecidas tanto de Europa como de países en vías de desarrollo (asimismo, recordemos que la rentabilidad económica no siempre pasa por producir mucho, sino que también puede venir dada por producir a mínimo coste). Por tanto, estas razas contribuyen en esas zonas a la generación de renta y, en definitiva, a fijar población rural (Fotografía 1). Razas selectas con una mucho mayor productividad no serían seguramente capaces de tolerar esas condiciones adversas ni de alcanzar su potencial genético de producción con la alimentación y la falta de agua que presentan estos territorios.

Fotografía 1. La adaptación al entorno puede llegar a primar sobre la productividad en zonas con condiciones ambientales duras.

  • Las razas autóctonas representan la base genética animal de múltiples productos alimenticios de contrastada calidad organoléptica (D.O.P. e I.G.P.), que gozan de gran aceptación y demanda en su nicho de mercado y que están indisolublemente ligados al ganado con el que se obtienen, por lo que no podrían seguir siendo elaborados en caso de desaparecer estas razas.
  • Aparte del papel económico y social que las razas autóctonas desempeñan en zonas con condiciones ambientales duras, estos animales tan adaptados al entorno geográfico llevan a cabo, asimismo, una labor medioambiental mediante la conservación de paisajes tradicionales o mediante la prevención de incendios al mantener aclarado el monte (Fotografía 2).

Fotografía 2. Cabra Verata contribuyendo a aclarar el monte.

  • En países en vías de desarrollo, el ganado autóctono está vinculado a prácticas y rituales culturales y, todavía a día de hoy, sigue constituyendo un modo de ahorro para las poblaciones rurales. De manera similar, en los países desarrollados, las razas ganaderas deberían ser consideradas como un patrimonio histórico, reflejo de una actividad más del hombre, tal como lo son los museos etnográficos, las bibliotecas o las pinacotecas. En este contexto histórico, cabe citar el ejemplo de la raza Sayaguesa, participante en el proyecto europeo Tauros para la recuperación del uro.

En definitiva, las razas autóctonas son depositarias de una variabilidad genética que puede resultarles de gran utilidad en el futuro a las poblaciones humanas para obtener productos de origen animal bajo nuevos condicionantes climáticos, en un contexto con nuevas enfermedades animales o en unos mercados con consumidores que demandan nuevos productos.

Carlos Romero Martín

Doctor Ingeniero Agrónomo

Universidad Católica de Ávila

Subdivisión de los Recursos Zoogenéticos de la FAO