La alimentación y el comercio electrónico
Recuerdo bien una conferencia que pronuncié hace ahora unos 5 años ante una organización de consumidores en los que les expuse cómo estaba avanzando el comercio electrónico en el caso de la alimentación en Estados Unidos.
Les expliqué con un cierto detalle cómo estaban cambiando los hábitos de compra de la sociedad norteamericana en el tema de la alimentación y les mostré unas fotos de algunas grandes superficies otrora boyantes y ya entonces cerradas, abandonadas a su suerte y colonizadas por la maleza. Les expuse mi convencimiento de que, con toda probabilidad, sucedería lo mismo en la Unión Europea y en España, aunque, en nuestro caso, con un desfase temporal mínimo de unos 15 ó 20 años.
Ni que decir tiene que la gran mayoría de los asistentes mostraron su total disconformidad con mis predicciones alegando, entre otras cuestiones, nuestra especial idiosincrasia en lo que a la compra de los alimentos se refiere, especialmente de los “frescos” (la conocida trilogía: ver – tocar – oler. antes de poner el producto en el carrito de la compra).
Pues bien, con las correspondientes matizaciones, creo que ya estamos andando por este camino y se empiezan a producir los primeros “acelerones”. Así, todo parece indicar que a finales de este año 2018, en algunas regiones de la Unión Europea, la penetración del comercio electrónico en la alimentación puede llegar al 20 por 100 y, en España, se acercará al 10 por 100.
Es verdad que, de momento, el gran “talón de Aquiles” del comercio electrónico en la alimentación está, como lo comentaba el pasado viernes con un alto directivo de una cadena de supermercados, en los “frescos” donde el porcentaje de ventas no llega al 1 por 100. Hay aquí una gran desconfianza en cuatro cuestiones: la calidad (en su versión integral); la relación precio/calidad (correlacionada con la anterior), el tiempo de origen a destino (bien es cierto que la creciente implementación del concepto “entrega ultrarrápida” va cambiando percepciones y reduciendo las desconfianzas) y las devoluciones. Es verdad que a esta realidad también ayuda la “capilaridad” de las tiendas físicas en España. No obstante, comparto la opinión de algunos expertos que consideran que a finales del 2020 las ventas en este canal habrán llegado al 5 por 100 de la venta total de “frescos”).
Lo cierto es que las grandes cadenas, léase, por ejemplo, Mercadona, Carrefour, DIA, El Corte Inglés, etc. etc. ya han empezado a apostar fuerte por el comercio electrónico en el “mundo de la alimentación” (probablemente también estimuladas y alarmadas por el “fenómeno Amazon”, cuyo crecimiento está siendo realmente muy importante, como lo había vaticinado hace un par de años, en contra de la opinión de algunos “expertos”).
Desde mi punto de vista, ya tenemos a una parte importante de la sociedad española (tal vez, un 30 – 35 por 100 de la misma) preparada y predispuesta a la sustitución, total o parcial, de la compra física por la compra electrónica en el ámbito de la alimentación (como ya está sucediendo, por ejemplo, en el mundo del textil).
Todo ello obligará a las tiendas de venta física (con una relativa independencia de su dimensión) a cambiar de forma sustancial para intentar adaptarse rápidamente a la multicanalidad.
Queda por ver cómo afectarán todos estos cambios al sector primario, al segmento productor, pero veo claro un desarrollo muy importante de la integración vertical promovida, sustentada y dirigida por las unidades generadoras del comercio electrónico.
No me cabe duda de que estamos inmersos en un bucle de cambios significativos y apasionantes.
Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.
Universidad Politécnica de Madrid.