Hijo de Putin
Los últimos acontecimientos del mundo mundial nos sugieren, a falta de pruebas fehacientes, varios hechos en los que, al parecer, el malévolo Putin se dedica a malmeter, no tanto para sacar beneficios directos e inmediatos, sino más bien, para medrar y joder al vecino para así, debilitarlo y de paso, como quien no quiere, autofortalecerse.
Nos hablan de que los hackers rusos, impulsados y sustentados económicamente por el nuevo zar Putin, intentó influir en las elecciones norteamericanas perjudicando las expectativas electorales de Hillary Clinton, igualmente, se habló de quería echar por tierra el recuento de las elecciones holandesas y ahora, según la prensa, parece que también ha estado metiendo la puya en la cuestión catalana. En definitiva, que el señor Putin, haciendo gala de su apellido, es un verdadero Hijo de Putin.
Pues bien, refiriéndome a cuestiones de malmeter y de hacer Putinadas al vecino, aún habiendo leído y repasado detalladamente la prensa de estos días, no he leído nada sobre la actuación de ciertas personas que aburridos como ostras se dedican a dar por saco al prójimo y como muestra un botón, les avanzo la actuación del vecino superior a nuestra sociedad gastronómica, sede de la cena semanal de mi cuadrilla cuyo futuro se ve amenazado por las quejas de este vecino que, según parece, no puede vivir por los ruidos que generamos los cuatro gatos que pululamos por sus bajos en unos horarios más acordes al horario infantil o senior que al horario festivo que se presupone para tal local.
Igual de aburridos andan algunos animalistas que, cámara en ristre, andan sacando imágenes de todo aquello que les solivianta los ánimos y por ello, enviando a los medios y subiendo a las redes sociales ejemplos, siempre según su vara de medir, de un maltrato animal y así, esta misma semana hemos podido conocer que la Junta de Castilla y León, más concretamente su Servicio Territorial de Agricultura y Ganadería en Ávila, ha multado con 3.600 euros a una asociación como «responsable de una infracción administrativa en materia de bienestar animal», al celebrar en El Arenal (Ávila) una matanza tradicional sin aturdimiento previo del cerdo. Esta multa, suscitada por la denuncia del correspondiente colectivo animalista, es un ejemplo más del alejamiento de la sociedad actual de sus raíces rurales y de sus costumbres por lo que me imagino que, aún sabiendo que existe una reglamentación europea a observar, visto lo visto, esta gente se pensará que debemos matar los cerdos a besos.
Eso sí, todavía no tengo constancia alguna que estos colectivos hayan denunciado los miles de perros (por no hablar de otras mascotas) que visten gabardina, comen golosinas, reciben regalos de cumpleaños y/o Navidad o que tan habituados a la calefacción de casa, son incapaces de pasar un día entero a la intemperie, sin agarrar un catarro culero. Soy consciente que las normativas sobre bienestar animal deben y evolucionan en función de las demandas de la sociedad pero no por ello tengo que comulgar con ruedas de molino y aceptar que los animales sean tratados como personas, o si me apuran, mejor que muchas personas que se dedican a gobernar su cabaña ganadera u otras muchas que, en las ciudades, viven realmente abandonadas bien su domicilio bien en centros geriátricos.
Son nuestras contradicciones y así, mientras cada vez demandamos más carne de vacuno de hembras y cada vez tiene más tirón la carne de buey, al mismo tiempo, rechazamos que se capen los animales machos; demandamos una mayor higiene en el ordeño pero rechazamos que se corte el rabo de los animales recién nacidos que tanta suciedad aporta a la leche; demandamos una mayor calidad de vida para los ganaderos pero rechazamos las prácticas tradicionales para eliminar su cornamenta que tanto riesgo supone para el ganadero en su manejo diario, etc, etc.
El bienestar animal es un factor cada vez más presente en nuestra sociedad y más tenido en cuenta en el momento de orientar las políticas públicas, muy especialmente la Política Agraria Común europea, la popular PAC, y por ello es conveniente que los ganaderos sean conscientes de ello y que vayan evolucionando conjuntamente con las directrices, ahora bien, creo que nuestros legisladores no deben caer en actitudes fariseas y buenistas, legislar con sentido común y basándose en planteamientos científicos, diferenciando bien lo que es aplicable a los animales de lo que es aplicable a los humanos, prohibiendo en Europa cuestiones que no se les exige a los importadores de carne de otros continentes y finalmente, acordándose, de vez en cuando al menos, del bienestar del ganadero que, lamentablemente, nadie tiene en cuenta ni en el momento de legislar ni en el de comprar un filete.
Llegados a este punto, ahora caigo en la cuenta que, quizás, nuestros amigos los hackers rusos, además de dar por saco, hayan optado por irse al lado oscuro de los negocios y estén trabajando para alguna maléfica empresa de biogenética que esté procreando animales que cumplan todos los parámetros de bienestar exigidos y nazcan, eso sí, sin cuernos, rabo, ni colmillos, ni fundamento, ni ná.
Por Xabier Iraola Agirrezabala, editor en Kampolibrean. Baserri eta elikagaien munduari buruzko bloga.