Gestión de equipos de trabajo

Suelo llegar a la oficina sobre las 8.30, un poco más tarde que el resto del equipo. Es cruzar la puerta y notar muchos ojos mirándome. Y casi siempre alguien necesita hablar conmigo para que le ayude. Es normal, aunque intentamos que los procesos estén claros, el día a día está lleno de decisiones que hay que tomar. Y el 90% de las veces la situación suele ser similar a la siguiente:

– Equipo: Pasa esto, esto y esto, y creo esto y esto y esto. ¿Qué hago?
– Yo: ¿Tú qué crees que es mejor?
– Equipo: Yo creo que lo mejor es esto.
– Yo: Perfecto, haz entonces lo que creas que es mejor.

A veces pienso que la opción por la que van a optar no es la más adecuada, o no es la que yo haría, pero si tiene sentido y va en pos del mejor resultado, confío en ellos. Dejo que lo hagan y si aciertan, todos ganamos una nueva forma de hacer las cosas y quien ha tomado la decisión tiene un chute de motivación por lo que ha logrado. Si se equivocan, aprenden con la experiencia. Solo cuando me dicen que no saben qué es lo mejor, yo les digo la forma en la que yo lo haría. Pero no la impongo, ya que quizá esa forma me funciona a mí y a otra persona no. Así, si lo hacen a mi modo, es porque están de acuerdo, porque lo han elegido.

Lo que pasa es que a veces me siento un impostor y creo que no me gano el sueldo. Que en la mayor parte de mi trabajo podrían sustituirme por un lorito amaestrado que repita “lo que tú creas mejor” y que sería mucho más barato e igual de efectivo 😅. ¡Al final siempre digo lo mismo!

Y es que yo creo firmemente que liderar no va de mandar, si no de empoderar a la gente para que decida la mejor manera de hacer las cosas y así conseguir un objetivo común, beneficioso para ambos. Y creo que eso se hace diciendo a tu equipo lo que tiene que conseguir, no lo que tiene que hacer. Y que ellos decidan cómo hacerlo. De esta manera les implicas, les obligas a pensar, les responsabilizas y por tanto ven la solución como suya y se esfuerzan por conseguir el mejor resultado. Porque a todos nos gusta hacer las cosas bien cuando las sentimos como nuestras. Para eso tenemos que escuchar y darle al otro la responsabilidad de la decisión, pero dejándole claro que le permites equivocarse, que si no funciona tú también eres responsable.

Si dices a la gente lo que tiene que hacer y exactamente como deben hacerlo, estás poniendo su valor en la tarea y no en el resultado. Y por tanto la responsabilidad de lo que pase deja de ser suya, ya que ellos son meros ejecutores, meros seguidores de instrucciones. Les estamos diciendo que no piensen, que solo hagan lo que tu dices. Y después nos quejamos porque no están implicados…

Dirigir no va de ser especiales o de tener privilegios, va de ser uno más, pero con otras funciones. Liderar no va de supervisar ni de controlar ni de mandar, va de ayudar a tu equipo a conseguir los mejores resultados de forma eficiente. Va de trabajar en equipo, de confiar, de dar autonomía. Va de ser totalmente prescindible y así poder dedicarse a otras tareas.

Así que no digas a tu equipo lo que tiene que hacer, hazle entender lo que tiene que conseguir. Te animo a probarlo y comprobar el resultado.