El trapezoedro pentagonal del sector productor en España del huevo para consumo
Supongo que muchos de ustedes lo sabrán pero, por si acaso, aclaro que un trapezoedro pentagonal es un decaedro (del griego δέκα «diez» y ἕδρα «asiento»); por lo tanto se trata de un poliedro que tiene diez caras y, para ser más exactos, siendo cada una de ellas un deltoide. Se trata de un tipo de decaedro muy utilizado en los juegos de rol.
Bajo esta figura geométrica percibo en estos momentos al sector productor del huevo para consumo en España; me refiero concretamente al huevo para consumo procedente de gallinas ponedoras y así lo expuse o pretendí exponer en mi disertación de la semana pasada en la II Jornada TOP GAN Avicultura de Puesta.
Cuando todavía resuenan en el mercado los ecos generados por la tormenta de inversiones que supuso la trasformación de los alojamientos clásicos de las ponedoras a baterías de jaulas enriquecidas (donde todavía hoy se ubica cerca del 90 por 100 de nuestras ponedoras), inversiones que en no pocos casos todavía no están totalmente amortizadas, vuelven a “sonar tambores de guerra”.
En efecto, en España, “sectores poblacionales” con intereses muy dispares y, por supuesto, todos ellos profesionalmente muy ajenos al sector productor” y con visiones empresariales muy poco o nada coincidentes con el mismo, llevan un tiempo poniendo, “en la picota” al huevo tipo 3 (que es precisamente el huevo para consumo producido por la gallina ponedora alojada en jaula enriquecida). En muchos casos lo hacen aduciendo y aceptando que se fundamentan en conductas emocionales, que no racionales ni con base técnica (es decir, basándose en visiones antropomórficas, antropocéntricas, biocéntricas o patocéntricas), al igual que importantes porcentajes de las sociedades de Estados de la U.E. – 28, tales como, por ejemplo, Austria, Alemania, Holanda o Suecia (sociedades y mercados que, por cierto y sea dicho de paso, son muy distintos a los nuestros).
Me refiero concretamente en este momento, por ejemplo, al trapezoedro poligonal formado por: alguna cadena no nacional de distribución; la gran mayoría, por no decir la totalidad, de las asociaciones animalistas (utilitaristas, deontologistas, proteccionistas, etc.); los veganos; los vegetarianos (especialmente los estrictos); los oportunistas “ad hoc” (que obviamente buscan su propio benéfico económico, ya sea en los medios sociales de comunicación, oral, visual o escrita, en las redes sociales, etc.), y todos aquéllos que buscan participar lucrativamente, directa o indirectamente, en un apetitoso “pastel de nuevas inversiones”.
Todos ellos propugnan, ejerciendo una presión creciente (ante la pasividad o la carencia de un posicionamiento técnicamente fundamentado y bien comunicado a la sociedad de las administraciones y, lo que es peor, del propio sector), una producción del huevo para consumo basada en sistemas de alojamiento alternativos (aviarios, sistemas camperos y ecológicos) que, en su opinión, respetan significativamente mejor que las jaulas enriquecidas lo que constituye su interpretación de los 5 derechos de las ponedoras (no enfermedad, no estrés, no sufrimiento, no medicamentos y no limitación a su “comportamiento natural”).
Al margen de que, en mi opinión, considerando aquí a la actual y a la futura base animal, esto no es una verdad absoluta ni mucho menos; no se olviden aquí dos cuestiones claves; que la puesta es el resultado de las ovocitaciones del único ovario funcional que tiene la gallina (Gallus gallus domesticus), el izquierdo, y que la función reproductiva es una “función de lujo” que solo tiene lugar cuando la misma está en una situación de equilibrio anatómico–fisiológico. Lo que de verdad me preocupa es a dónde nos va a llevar este tipo de “locura colectiva contra ciertos los modelos pecuarios en la producción intensiva”.
Y todo ello en un mundo donde actualmente hay más de 1.200 millones de personas hambrientas y donde otros 1.600 millones no están suficientemente alimentadas. De acuerdo con la FAO, la nutrición deficiente es la causa de casi la mitad (46 por 100) de las muertes en niños menores de cinco años, casi 4 millones de niños cada año, y la misma da lugar a que uno de cada cuatro de los niños en el mundo padezca de retraso en el crecimiento.
De verdad, no soy capaz de entenderlo; este trapezoedro pentagonal me supera ampliamente.
Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.
Universidad Politécnica de Madrid.