El sector porcino español, ¿un gigante sólido?

En España, el sector porcino (me refiero al de capa blanca) es considerado, por muchas razones, la “corona” de nuestra producción pecuaria, ya que viene a suponer casi el 13 por 100 de la Producción Final Agraria (PFA) y más del 36 por 100 de la Producción Final Ganadera (PFG).

De acuerdo con los datos facilitados por el MAPAMA (datos 2016, Fuente: SG Estadísticas) España es el Estado de la Unión Europea con el mayor censo porcino (más del 19 por 100 del censo de la U.E.) y, paralelamente, es el segundo Estado productor, con el 17,5 por 100 del total de toneladas producidas en la U.E.

A nivel mundial, somos el cuarto productor, por detrás de China, EE.UU. y Alemania, lo que da fe de la pujanza e importancia del sector.

En efecto, el crecimiento del sector en nuestro país en los últimos años ha sido realmente espectacular; hoy hay en España unas 70.000 explotaciones de producción porcina en sistema intensivo (sobre un total de más de 86.600 explotaciones), unas 14.000 menos que hace 10 años. Estas explotaciones han producido oficialmente, en el año 2016, más de 4 millones de toneladas de carne de cerdo (unas 600.000 t más que hace 10 años y 2,8 millones de toneladas más que cuando ingresamos en la entonces CEE).

Paralelamente, el consumo aparente per cápita se ha situado en los 49 Kg (10 kilogramos menos que hace 10 años) con una utilización interior global de unos 2,4 millones de toneladas (unas 310.000 toneladas menos que hace 10 años).

La consecuencia de todo ello es que el nivel de autoabastecimientos se ha situado casi en el 171 por 100 (un 42 por 100 más que hace 10 años) lo cual no deja de ser estratégicamente muy complejo.

Este nivel de autoabastecimiento ha obligado el año pasado al sector a afrontar unas exportaciones netas del orden de los 1,7 millones de toneladas; de ellas, un millón largo fueron a la Unión Europea que, a su vez, es altamente excedentaria (con unos excedentes del orden de los 3,9 millones de toneladas) y de este millón de toneladas sólo algo menos del 7 por 100 eran productos de alto valor añadido. En este año 2016, las exportaciones extracomunitarias netas (que se han multiplicado por 3,3, en los últimos 10 años) se situaron en las 740.000 toneladas (de ellas sólo el 1,8 por 100 de alto valor añadido).

La balanza comercial final del sector ha sido altamente positiva (en cerca de 4.000 millones de euros).

Ante estos datos puede ser muy fácil dejarse llevar por el triunfalismo y la euforia; pero tal vez sería procedente meditar acerca de aspectos tales como el descenso real del consumo aparente per cápita (y de sus razones, claro); la falta de valor añadido de nuestras exportaciones; la importancia de la Unión Europea en las mismas; lo sucedido con el mercado ruso y las previsiones que hay acerca del mercado chino (que ya se comentó en el boletín de la semana pasada); el seguro incremento de la competencia en los mercados internacionales (con un creciente protagonismo de regiones no sujetas al modelo europeo de producción…), las cinco semanas consecutivas de bajada de los precios en el mercado local (con una demanda global que no mejora a pesar de ello y una oferta que excede claramente a la misma), etc.

Tal vez un análisis objetivo de todo ello nos podría llevar a preguntarnos, como ya lo hice hace unos meses en la Jornada TOP GAN en Zaragoza, bajo una perspectiva algo distinta a la que se ha manejado reiteradamente en los últimos meses acerca de la solidez real de nuestro sector porcino y de su futuro.

Salvando las distancias, por supuesto, ¿no podríamos estar, a corto–medio plazo, de seguir las actuales tendencias en la relación oferta/demanda, ante un boom parecido al que sufrimos con el ladrillo?

Carlos Buxadé Carbó.

Catedrático de Producción Animal.

Profesor Emérito.

Universidad Politécnica de Madrid.