El cuento de la lechera aplicado a los huevos para consumo

Como es bien conocido por nuestros avicultores dedicados a la producción del huevo para consumo, en el año 2015 la presencia de la gripe aviar en EE.UU. dio lugar a una reducción del censo de gallinas ponedoras en varios millones. Naturalmente, como consecuencia de este hecho, los precios del huevo para consumo aumentaron de forma significativa (de lo cual también se lucró nuestro propio sector, que exportó cantidades importantes de huevos para consumo a EE.UU.).

Esta subida de precios incentivó de forma realmente espectacular la reposición. Al mismo tiempo, algunos avicultores comenzaron a ampliar sus granjas.

Paralelamente, en California, la ley obligó, a partir de este año 2015, a que los huevos vendidos en ese estado solo procedieran de gallinas cuyo alojamiento les permitiera acostarse, levantarse, extender sus extremidades y darse la vuelta.

Por su parte, una serie de compradores importantes de huevos, entre ellos McDonald’s y Wal-Mart, anunciaron su intención, a corto-medio plazo, de adquirir solo huevos de gallinas alojadas en sistemas sin jaulas (algunas de las empresas que se comprometieron en este tema, como los proveedores del servicio de comidas Sodexo y Aramark, están ya en la fase de sólo adquirir, en Estados Unidos, huevos con cáscara procedentes de gallinas no alojadas en jaulas, según informa el grupo Compassion in World Farming).

La realidad actual es que no sólo se ha recuperado el sector estadunidense del efecto devastador de la influenza, sino que actualmente ya hay un claro exceso de oferta; la producción de huevos de EE.UU. es hoy un 3 por 100 más elevada que antes del brote de gripe aviar de 2015. Ello ha situado a muchos avicultores en una situación económica muy complicada.

Así, muchos avicultores que optaron por cambiar sus alojamientos e ir a sistemas de producción sin jaulas se encuentran en una compleja encrucijada; los compradores no han demandado la cantidad esperada de huevos producidos por gallinas no enjauladas, ni mucho menos. La razón es clara: según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, una docena de huevos alternativos grandes marrones cuesta, por ejemplo, en el medio oeste, 2,99 dólares, mientras que un cartón de grado AA de huevos blancos convencionales, apenas si cuesta 39 centavos de dólar.

Esta diferencia en el precio ha repercutido enorme y negativamente en la demanda de “huevos alternativos” (en Estados Unidos hay actualmente unos 50 millones de ponedoras alojadas en sistemas alternativos).

Como consecuencia de esta realidad, muchos avicultores, que estaban inmersos en las preceptivas inversiones para cambiar el tipo de alojamiento de sus gallinas, han frenado las mismas (así, por ejemplo, el mayor productor de huevos de EE.UU. ya ha anunciado de que, visto como se está comportando el mercado, ha modificado sus proyectos iniciales de inversión y de cambios de alojamiento de sus gallinas ponedoras y que sólo irá a la producción de huevos alternativos en la medida que tenga asegurado a priori el mercado.

Por su parte, Rose Acre Farms, el segundo productor de huevos estadounidense, que ha invertido unos 250 millones de dólares en cuatro años para mejorar las condiciones de sus granjas, dando lugar a que alrededor del 20 por 100 de sus gallinas están alojadas en sistemas alternativos, ha comunicado que parará los nuevos proyectos de inversión el tiempo necesario hasta que el mercado demande y pague adecuadamente los huevos para consumo producidos por gallinas alojadas fuera de jaula.

No parece que se vayan a ajustar a la realidad las predicciones que se hicieron el año pasado acerca de que en el periodo 2025/26 Estados Unidos, para cumplir con las expectativas iniciales de demanda de huevos producidos en sistema alternativos, necesitaría disponer de 223 millones de gallinas ponedoras no enjauladas (con un coste previsto de las inversiones superior a los 4.000 millones de dólares).

En resumen: en el mercado estadounidense la demanda no responde, al menos de momento, a las expectativas creadas y no paga adecuadamente el sobrecoste que supone la producción de huevos alternativos.

Una vez más, se pone de manifiesto que una cosa es lo que los consumidores (o sus voceros) proclaman y otra muy distinta lo que hacen cuando del propio bolsillo se trata.

Esta es una lección que nuestro sector de la avicultura de puesta debería tener muy en cuenta y no sumergirse en un “cuento de la lechera” aplicado a los huevos con cáscara destinados al consumo. En el actual mundo de la producción pecuaria, los “cuentos de la lechera” no suelen tener un final feliz.