El cambio climático y sus previsibles consecuencias

La semana pasada pronuncié una conferencia en el marco de la Asamblea General de ANCOPORC y en ella mencioné la cuestión del cambio climático y sus previsibles consecuencias para la agricultura, la ganadería y para la humanidad en general.

A raíz de esta intervención he recibido varios correos de asistentes al acto solicitando algunas aclaraciones y/o puntualizaciones sobre esta cuestión. Voy a intentar, en las próximas líneas, responder a estos correos.

En primer lugar, hay que tener en cuenta que las temperaturas en la Tierra son aptas para la vida gracias a un proceso natural llamado “efecto invernadero”. Cuando la radiación solar llega a nuestra atmósfera, parte de ella es reflejada al espacio, y parte de ella pasa y es absorbida por la Tierra calentándola. Este calor que nos llega rebota, es irradiado hacia el exterior, y una parte del mismo es absorbido por los gases presentes en la atmósfera de la Tierra, por los llamados “gases de efecto invernadero”. Hasta ahora, el proceso ha estado bien regulado, evitando que la Tierra se “enfríe” demasiado (cosa que sucedería si no hubiese estos gases en nuestra atmósfera) o se caliente de forma inapropiada para la vida (lo que sucedería si hubiese en nuestra atmósfera una concentración demasiado elevada de estos gases).

Precisamente, el problema radica, para expresarlo de forma sencilla, en que nuestras emisiones continuadas y crecientes de gases de efecto invernadero están propiciando que éstos, debido al incremento de su concentración en nuestra atmósfera, absorban cada vez más calor. La consecuencia es la expuesta: un incremento del calentamiento de la Tierra, originando importantes cambios en todos los componentes que definen al clima.

El clima en una región determinada (que es naturalmente variable) se puede definir como un el resultado de las mediciones, durante un periodo de tiempo (generalmente largo) del patrón medio del recuento de partículas en la atmósfera, de la variación de la temperatura, de la humedad relativa, de la presión atmosférica, del viento, de las precipitaciones y, en algunos casos, de otras variables meteorológicas.

En este contexto, cuando hablo del cambio climático me refiero siempre, como consecuencia de lo expuesto, a una significativa y perdurable modificación de la distribución estadística de los patrones climáticos (es decir, del clima) durante un período de tiempo; se trata, en definitiva, de un cambio en las condiciones medias.

La gran mayoría de los científicos están de acuerdo en que es extremadamente probable (probabilidad de entre el 95 y el 100 por 100) que la influencia humana sea la causa dominante del mencionado cambio climático (calentamiento) observado desde la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI. También son ellos los que advierten de que, si no se reduce urgente y significativamente la emisión de gases efecto invernadero, los resultados probablemente serán muy negativos para la Tierra.

Para empezar, no hay que olvidar que el agua se expande cuando se calienta y que los océanos absorben más calor que la tierra; por lo tanto, de progresar el calentamiento global, el nivel del mar ascenderá significativamente (a ello colaborará la fusión de los glaciares y del hielo marino, lo que llevará consigo una notable disminución de las reservas terrestres de agua dulce); luego: habrá menos disponibilidad de aguar dulce para la humanidad, para la agricultura y para la ganadería; se inundarán la mayoría de las zonas costeras (afectando mucho, por ejemplo, a la Manga del Mar Menor); se secaran (total o parcialmente) lagos y ríos. Por otra parte, los cambios de las temperaturas y la mayor evaporación de agua, darán lugar a una mayor frecuencia de tornados, tormentas y huracanes, etc.

En este contexto, y a esto me refería en mi charla, los cambios que, irreversiblemente, sufrirán las bases vegetal y animal en la Tierra serán también altamente significativas y afectarán muy claramente a nuestra agricultura y a nuestra ganadería.

Obviamente, en nuestra mano está el evitarlo. Para ello, se debe actuar rápidamente y de forma global.

Muy lamentablemente, personajes claves aquí, como, por ejemplo, el actual presidente de EE.UU., parecen no entenderlo o minusvalorarlo y así, como tantas veces he manifestado en las últimas semanas, me parece muy difícil que la humanidad pueda ir por la senda que requieren las circunstancias (y a todo ello fue a lo que me referí en mi exposición).

 

Carlos Buxadé Carbó.

Catedrático de Producción Animal.

Profesor Emérito.

Universidad Politécnica de Madrid.