China y la proteína en la alimentación animal

China, como es bien sabido, es un grandísimo productor de soja y de maíz con destino a la alimentación animal; no obstante, a pesar de ello, necesita importar mucha de la proteína que su ganadería necesita. Esta situación, ya delicada per se, se está viendo complicada por la actual “guerra comercial” existente entre China y EE.UU. (precisamente el principal abastecedor del mercado chino).

Al hilo de lo expuesto, el Gobierno Chino está desarrollando actualmente, entre otras, una política de fomento de la producción de soja con el fin de mitigar su dependencia del exterior. Por esta razón, los productores de soja en las provincias nororientales de China obtendrán mayores subsidios que los de maíz en la presente campaña, ya que el Gobierno ha prolongado la política establecida en 2017 destinada a reducir sus elevadas reservas de maíz (en el año 2016 se estimaban sus stocks de este cereal en unos 230 millones de toneladas).

De acuerdo con las últimas informaciones disponibles, procedentes del Ministerio de Agricultura y Asuntos Rurales chino, en el año 2018 la superficie destinada al cultivo de la soja será de unos 8,2 millones de hectáreas (unas 670.000 hectáreas más que en el año precedente; estas hectáreas equivalen aproximadamente a la reducción de la superficie destinada a la siembra de maíz). La producción se acercará a los 15,2 millones de toneladas y seguirá creciendo del orden del 1,7 – 1,9 por 100.

En 2017 China importó más de 95 millones de toneladas de soja (el 60 por 100 de la producción mundial). EE.UU. suministró el último año cerca de 35 millones de toneladas de soja a China. El 80 por 100 de la soja que importa anualmente China se destina a alimentación animal.

De no haber implementado las mencionadas políticas de incremento de la producción y de contención en la utilización interior total (U.I.T.), cuestión que trataré en la segunda parte de esta nota, EE.UU. había previsto que, para la campaña 2021/2022, las importaciones chinas de soja podrían haber llegado a los 122 millones de toneladas.

Cierto es que la harina de colza, las semillas del algodón y de girasol y la nuez de palma pueden utilizarse como sustitutos de la harina de soja (según el señor Li Qiang presidente de Shanghai JC Intelligence, si China aumentara anualmente las importaciones de colza en 2,5 millones de toneladas, las de  harina de semillas de girasol en 3,5 millones de toneladas y las de harina de nuez de palma en 3 millones de toneladas, en teoría, el país podría reducir anualmente por esta vía en unos 6 millones de toneladas las importaciones de soja).

En lo que atañe al maíz, China fue, hasta la campaña 2009/2010, autosuficiente en maíz e incluso fue exportadora neta; no obstante, a partir de esta fecha se convirtió, por mor del incremento de la demanda interna global (incluyendo los biocombustibles), en importadora neta (en el año 2017 China importó unos 3,8 millones de toneladas de maíz, de las cuales casi 2,4 millones procedieron de Ucrania y cerca de 1 millón de Estados Unidos). La producción de maíz para la presente campaña se prevé cercana a los 220 millones de toneladas (desde hace un par de años la producción china de maíz supera a la de arroz, que se cifra para este año en unos 210 – 212 millones de toneladas).

En el marco de la mencionada “nueva política agraria” el Gobierno chino y de acuerdo con la Asociación China de Alimentación Animal, ha decidido establecer, entre otras medidas, unos nuevos estándares en el pienso, con el objetivo de reducir el contenido de proteína y la proporción de soja, pero añadiendo aminoácidos artificiales suplementarios con lo que, empíricamente, no se verá afectada la calidad de la carne en el ámbito del porcino de la producción avícola de carne (paralelamente China también prevé, a través de la aplicación de estas medidas, reducir el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de su ganadería).

Una vez implementadas todas las medidas, China prevé tener que importar anualmente, a corto plazo, un 10 – 11 por 100 menos de soja, especialmente la procedente de EE.UU.

Lo que está por ver, por una parte, es cómo afectará todo ello a los mercados a nivel mundial y, por otra, si el modelo chino es seguido por otros grandes productores de proteína de origen animal, con todo lo que ello podría suponer.

Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.
Universidad Politécnica de Madrid.