ARROZ

Al igual que el trigo el arroz es un cereal de la familia Poaceae. El arroz aporta una quinta parte de las calorías y una octava parte del total de proteínas que se consumen en el mundo. Si están pensando en la paella valenciana, va a ser que no, a pesar de que cada persona que conozco presume de hacer la mejor paella del mundo, pero si giramos la vista a Oriente con los 4.600 millones de habitantes en Asia, más de la mitad mundial, ya si nos salen las cuentas. Y de ellos 3.500 millones dependen del arroz como alimento de primera necesidad en su dieta. No es menos cierto que España somos los segundos productores mundiales de arroz. El 90% de los 740 millones de toneladas de arroz que se producen en todo el mundo, excepto en la Antártida, se consume en Asia, aunque también se está convirtiendo en un alimento básico en África y América latina. Parece, o al menos a mí me hace pensar en que hay dos grandes áreas en nuestro planeta a la hora de hablar de cómo comemos, que tiene una relación directa con el poder adquisitivo, el hemisferio norte y el sur. ¡Cuánto echan en falta comer proteína animal los segundos y cuan poco la valoran los primeros! Como bien me enseñó mi Madre, “valora mucho lo que tienes, no sea que algún día te falte, y ese día te tirarás de una oreja y no te llegarás a la otra”. Aún sigo pensando que quería decir mi sabia progenitora. Para el 20% de la población tropical del mundo, el arroz les aporta más proteínas por persona que las judías, la leche y la carne. El grave problema surge cuando este cereal provoca lo que se conoce como “hambre oculta”, es decir, carencias de micronutrientes que comprometen la salud. Es deficitario en hierro, yodo y vitamina A, responsables de la anemia, bocio y ceguera, que provocan al año medio millón de casos de ceguera infantil, la mitad de los cuales mueren con menos de un año de vida. Algunas de las principales fuentes de dicha vitamina A (retinol) son los productos de origen animal, como la carne, los huevos y la leche. Quizás esto explica porqué tengo tan buena vista a mi edad, además de dar gracias por tener disponibles dichos alimentos en este país donde nuestra ganadería está tan desarrollada en sus tres sectores, porcino, rumiantes y avicultura. También quiero apuntar que nuestros alimentos-piensos para los lechones jóvenes incluyen arroz extrusionado en cantidades considerables por su calidad nutricional junto al resto de proteínas de origen animal y micronutrientes que optimizan su salud alimenticia. Recordemos que tanto cerdos como humanos somos omnívoros y que la OMS estima para 2050 una población de 9.000 millones de personas.

Pero en Occidente bien nos sigue gustando mirarnos el ombligo diariamente y creernos con una cierta superioridad moral. Personalmente, cuando me miro el ombligo solo pienso en mi Madre y el cordón umbilical que durante 40 semanas fue mi única vía de alimento, además de que me surgen muchas dudas de si esa concepción corresponde a algunos prejuicioss. Debemos superar este sesgo, también en nuestro sector, para comunicar eficientemente con humildad y cara a cara a la sociedad todos los beneficios de nuestra actividad profesional que, sin duda, son muchos más que los riesgos para todos los humanos que vivimos en este planeta. Bien lo hablaba la semana pasada con el máximo responsable de una de las empresas más innovadoras de porcino de nuestro país, ubicada en mi tierra, y que recibió el galardón a la Innovación Zoetis en los premios Porc d´Or 2020. A él y todo su equipo más familia dedico esta columna, como muestra de gratitud por su amistad…, y por invitarme a comer. Gracias Miguel.

El arroz se introdujo en nuestro país procedente tanto de Asia (Oryza sativa) como de África (Oryza glaberrima), decidiéndose los agricultores por el primero, derivado de su mayor productividad. ¿Qué habríamos hecho cada uno de nosotros? Cuantos más kilos produzcamos por hectárea con los menores recursos, más sostenibles seremos, esa palabra fetiche que no es lo mismo que sos-terrible que diría un argentino, y que a muchos que poco o nada entienden de eficiencia productiva y rentabilidad les produce emociones innombrables y parlamentos vacuos. El horizonte 2050 necesita que continuemos siendo cada vez más eficientes con los recursos disponibles, que es lo que nuestro sector lleva haciendo los últimos 50 años con cada vez menor impacto medioambiental, en contra de lo que muchas mentes nóveles nos quieren hacer creer sin bases científicas y con argumentos cerrados muy de ombligo. Me pregunto si la falta de alimentos en 2050, momento en que mis hijas tendrán la edad que yo tengo ahora, no sería más grave que cualquier otra cosa, véase pandemias o guerras. Esto bien explica lo que me preocupa, que es asegurar la producción de alimentos desde nuestro sector para oriente hoy y para el planeta en dicho año. Bien pudimos ver el año pasado como nuestro sector alimentario fue capaz de abastecer a la población de nuestro país en una situación excepcional ¡Qué corta es la memoria humana!

Al hilo de la innovación, sin la que no hay progreso, el pasado 22 de mayo falleció a los 90 años de edad el científico Yuan Longping, conocido por haber desarrollado las primeras variedades de arroz híbrido a partir del cruzamiento de tres especies, siendo despedido por miles de personas en la ciudad de Changsha, en el centro de China, considerado un héroe nacional por haber conseguido en los años 70 aumentar la producción de arroz un 20%, lo que supuso poder alimentar a 70 millones más de personas. En 2019 recibió la Medalla de la República por su contribución a la seguridad alimentaria en China, el mayor honor concedido en su país, además de portar la antorcha en los Juegos Olímpicos de 2008 en Pekín. Qué casualidad que también el pasado viernes 28 de mayo se celebró el Día Mundial de la Nutrición. No conviene olvidar que derivado del llamado “El Gran Salto Adelante” promovido por el gobierno chino entre 1958-61, que pretendía transformar la tradicional economía agraria a través de la colectivización, impulsando la producción de acero, donde Mao trató de emular a Stalin y superar a Inglaterra en la producción industrial, dio lugar a un desabastecimiento de alimentos de primera necesidad que provocó una hambruna que originó el fallecimiento de unos 45 millones de personas (la población de toda España), que suavemente llamaron “Tres años de dificultad”. A ver si nos va a pasar lo mismo menos de un siglo después prestando solo atención a la digitalización e inteligencia artificial, y lo que no es inteligencia, tampoco natural, y demos el gran salto atrás. Apuesto por seguir los pasos de Longping aumentando la producción eficiente y sostenible de alimentos animales y vegetales para dar de comer dignamente a los 11.000 millones de habitantes previstos a finales de este siglo, frente a los saltos de Mao. Siempre he preferido pequeños pasos que grandes saltos, que todos bien conocen como “step by step”. Como última reflexión para nuestro pensamiento crítico, en la China de 1958 previo a la falta de alimentos, la esperanza de vida estaba en los 50 años y cayó a los 30 en 1962, año en el que nacimos algunos, afortunadamente en un medio rural, donde con la matanza del cerdo nuestra vida se ha prolongado considerablemente. A ver si es que, con una dieta en base a alimentos de origen animal y vegetal, equilibrada y variada, la longevidad es superior, y porque no decirlo, mucho más sana y divertida.

“Al mediodía mueve el azadón y su sudor moja la tierra. ¿Saben que en una taza de arroz cada grano es pena y sufrimiento?”.  Li Shen – El campesino   “El hambre no es consecuencia de la falta de alimentos, sino de desigualdades en los mecanismos de distribución de alimentos”. Amartya Sen (India 1933) – Premio Nobel de Economía 1998 y Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2021

Por Antonio Palomo Yagüe