Antimicrobianos y producción animal

Estuve el otro día en una mesa redonda auspiciada por una Organización de Consumidores en la que me invitaron para tratar, en el ámbito de la producción animal y a un nivel general y divulgativo, la relación que pudiera existir entre la utilización masiva en la misma de los antimicrobianos (usando este término en una concepción global que comprende a los antibióticos, a los quimioterápicos y a los antimicrobianos propiamente dichos) y el desarrollo de las resistencias.

Como es bien sabido, el primer antibiótico comercializado, allá por los años 40 del siglo pasado, fue la penicilina, descubierta en el año 1928 por el Dr. Alexander Fleming.

En este mundo están, por una parte, los desinfectantes, que solo son aplicados a sistemas inanimados y que eliminan la posible viabilidad microbiana; por otra, los antisépticos, que son substancias que controlan y reducen la presencia de gérmenes considerados potencialmente patógenos y que son aplicables sobre las mucosas y la piel de los animales (y de las personas) y, finalmente, tenemos los antimicrobianos de utilización clínico – terapéutica, que son productos (en realidad drogas) capaces de controlar y reducir la presencia de unos gérmenes que han invadido los tejidos, en este caso que aquí nos ocupa, de un animal de renta.

Una cuestión que no cabe minusvalorar aquí, y esto ya lo advirtió el Dr. Fleming, es la referida a la posibilidad de desarrollar resistencias bacterianas, como consecuencia del uso masivo de estos fármacos; estas resistencias se generan por selección natural.

El verdadero problema reside en que existen distintos mecanismos generadores de resistencias, algunas de los cuales incluso pueden trasmitirse a través de plásmidos (moléculas de ADN extra-cromosómico circular que se replican y transmiten independientes del ADN cromosómico; estando presentes normalmente en las bacterias); ello significa que este tipo de resistencias pueden saltar la barrea de la especie.

Precisamente, en razón de lo expuesto, hoy está sobre la mesa el objetivo de lograr una reducción significativa de la utilización de antimicrobianos, en la base animal de la moderna ganadería (la mayor reducción posible, pero sin dañar económicamente los sistemas y las técnicas de producción).

Todo parece apuntar a que, para que esta estrategia pueda tener éxito, debe corresponderse con una actuación multifactorial e integral en las ganaderías (actuación que implica, entre otras cuestiones, la optimización de la bioseguridad, de las condiciones medioambientales, de los alojamientos e instalaciones y del propio manejo).

Se parte aquí de la hipótesis (altamente razonable) de que logrando una reducción significativa en la utilización de antimicrobianos en las explotaciones ganaderas (recurriendo, cuando sea preciso, a otras alternativas) se conseguiría una disminución notable de la resistencia antimicrobiana de las bacterias.

La dimensión de la positividad práctica de la aplicación de la estrategia mencionada se desconoce hoy, sencillamente porque todavía no hay datos científicos.

No obstante, en mi opinión (y esta fue la posición que defendí), teniendo en cuenta la situación actual real de las resistencias bacterianas, en el ámbito de la base animal de renta, parece muy razonable transitar, con la mayor rapidez técnicamente posible, por el camino de la reducción significativa en lo que atañe a utilización de antimicrobianos en la producción animal, asumiendo lógicamente, por parte de todos, las dificultades prácticas que ello pueda entrañar.

Carlos Buxadé Carbó.

Catedrático de Producción Animal.

Profesor Emérito.

Universidad Politécnica de Madrid.