Opinión de Antonio Palomo: VOLICIÓN

Con no poca frecuencia, tanto en reuniones de trabajo como en visitas a granjas, me veo envuelto en la diatriba del desorden, lo que me hacer reflexionar y pensar en el orden dentro del desorden, a efectos de ordenar ideas, sin lo cual difícilmente llego a diagnósticos y soluciones de los problemas que se plantean. Dentro del mundo de los artistas plásticos, el debate del azar y la necesidad del desorden para crear una obra siempre está patente. En el mundo de la ciencia, la protocolización de los procedimientos se precisa como base de trabajo. Ya el filosofo francés del siglo pasado Paul Valéry, a la verdad la denominaba evidencia científica, y decía aquello de que “va a ser verdad”. Según él, el espíritu va, en su trabajo, de su desorden a su orden, siendo importante conservar hasta el final los recursos del desorden y que el orden que ha comenzado a darse no le atrape tanto, ni se le convierta en un maestro tan rígido, que no pueda cambiarlo y utilizar su libertad inicial. Esto bien nos valdría para los momentos en los que vivimos, donde el saber no se conquista con total seguridad, la estabilidad parece no existir, valorando sobre todo el acontecer instantáneo, lo que en muchas ocasiones supone una pantalla de humo que no nos permite reflexionar sobre el conjunto ni ver la realidad. El pensamiento siempre ha tenido que ver con las operaciones de ordenar ideas, con el sentido de otorgar estabilidad. Esto lo observo con frecuencia en visitas a problemas cronificados en granjas, donde los enfoques del problema han sido variados y dispersos, pasando por alto variables esenciales y factores tanto determinantes, como agravantes o colaterales que, si no los estudiamos y les ponemos de relieve, el problema persistirá. Quizás tenga que ver con el saber desordenado o con la domesticación parcial del desorden, lo que, sin duda, nos exige una cierta tolerancia frente a la excepción. Una de estas, y no baladí, es el efecto granja (management by exception). Pero absolutizar la excepción tampoco constituye ninguna solución frente a las imprecisiones, como ya advirtió F. Nietzsche al decir que el valor de la excepción se malograría si fuera convertida en regla, ya que en dicho caso el problema se perpetuaría, que es lo que creo sucede en aquellos casos que cuando llego a la granja me manifiestan que llevan 2-3 años con el mismo problema.

            La concreción de las ideas pasa por ordenarlas y priorizar desde las bases técnicas, las aplicaciones prácticas. ¿De qué nos sirve tener muchas ideas, y no juzgo su veracidad, si no las bajamos al terreno de la práctica? Todo aquello que no sea factible realizar de forma rentable no tiene sentido darle más trascendencia. Sirva de ejemplo lo que el magnífico pintor Edgar Degas, por entre otros, su cuadro de “Las bailarinas”, le pregunto a Paul Valéry como tratando de copiar su arte de la poesía, preguntando cómo él no era capaz de escribir una poesía como Paul, con lo bien que le salía pintar, y con la gran cantidad de ideas que tenía. El poeta le respondió: “No es con las ideas, mi querido amigo Degas, con lo que se hacen los versos. Es con las palabras”. Las ideas que no somos capaces de bajar al terreno práctico difícilmente podemos aplicarlas eficientemente, además de que su rentabilidad será dudosa. Aunque, quizás sea aún peor, la displicencia o actitud de indiferencia al problema que nos compete, sin la cual, quizás podamos llegar al diagnóstico, pero su resolución será poco probable. Si no gozamos de la confianza, asociada a una actitud positiva, nuestras ideas no se transformarán en hechos. A buen seguro que cualquiera de ustedes ha sufrido la incuria o dejadez en la aplicación apropiada de las medidas de acción para el control de un problema, bien en una granja, una empresa o en la propia vida. En este punto la actitud decidida y la determinación juegan un papel esencial, siendo mi opinión echar mano de la fuerza de voluntad, la principal baza para hacer, deshacer, ordenar, desordenar… Aquí la volición es crítica para la correcta toma de decisiones. La volición al ser humano es el vigor y la vitalidad a los lechones, punto crítico de supervivencia.

            Los procesos volitivos son dirigidos por nuestro cerebro y dependen de nuestra propia voluntad, la razón y la sensibilidad, lo que nos permite ser responsables y aprender a decidir lo concreto, asumiendo con sensatez el resultado de nuestros actos. Claro que esto no es tan común como nos gustaría, siendo más frecuente en el ser humano, y en unos mucho más que en otros, echarle la culpa al cha-cha-cha, que decía el grupo musical Gabinete Caligari, o al Rey. Como bien menciona el profesor de Psicología Básica de la Universidad de Salamanca, el Dr. Fernando Gordillo, es preciso educar y entrenar a las personas en dos procesos centrales e inductores de los problemas, como son la autorreflexión y la volición, muy relacionados con el correcto desarrollo psicológico de las personas. Personalmente, y en mi opinión, cuando participo, como la semana pasada, en cursos de formación, tanto de Veterinarios como de equipos humanos en granjas, hago mención explícita y llamada de atención a la importancia de la volición. En cualquier grupo de trabajo surgen tensiones, que en numerosas ocasiones vienen derivadas de esa falta de educación primaria en la volición. En el budismo hablan de que diariamente consumimos Cuatro tipos de Nutrientes: los alimentos comestibles, las impresiones sensoriales, la conciencia y las voliciones, tanto a nivel individual como colectivo. Estamos tan ocupados haciendo “algo” que no nos paramos a pensar y reflexionar en el todo. Al lado opuesto estarían los antiguos aduladores griegos de las comedias, cuyo sello distintivo es “no ofender a nadie y decir siempre si a todo”. Una cuestión destacada de la ética grecorromana del comportamiento social era “cómo distinguir a un adulador de un amigo verdadero”. Ahí lo dejo.

“El problema de nuestros tiempos es que el futuro ya no es lo que era” Paul Valéry (1871-1945) Filósofo y poeta francés

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