Opinión de Antonio Palomo: TRABAJADOR DEL CONOCIMIENTO 

Opinión de Antonio Palomo: TRABAJADOR DEL CONOCIMIENTO , FOTO ANTONIO PALOMO YAGÜEOpinión de Antonio Palomo: TRABAJADOR DEL CONOCIMIENTO 

La filósofa de la Universidad Complutense de Madrid Josefa Ros Velasco, que disfruta de una beca María Sklodowska-Curie, ha obtenido el Premio Nacional de Investigación para Jóvenes María Moliner, en el área de Humanidades, que concede el Ministerio de Ciencia e Innovación por su importante contribución en los estudios sobre una rama del conocimiento emergente, como es el aburrimiento. Personalmente, todo aquello emergente me lleva a prestarlo especial atención. En nuestro sector estamos bien acostumbrados a hablar de patología emergentes y reemergentes que nos originan verdaderos quebraderos de cabeza por sus graves pérdidas económicas y emocionales en las granjas. El actual ritmo de cambio excede nuestra capacidad de adaptación, que en muchas empresas está dando lugar a la fuga de talento, lo cual se puede dar por numerosos motivos, como puede ser la iniciativa de emprender nuevos retos, lo cual es positivo, o bien por falta de motivación, ya que consideran que no están sacando todo su potencial, y abandonan su propio trabajo. El cofundador de Apple que falleció en 2011, Steve Jobs, ya explicó el por qué a muchos directores se les marchaban sus mejores profesionales diciendo que lo importante no es ordenarles las tareas más complejas, sino que sean ellos mismos los que implementen los Jobs (trabajos) a seguir. No tiene sentido contratar a gente inteligente y decirles lo que tienen que hacer, caso contrario a los contrarios, sino para que sean ellos los que trasladen a la dirección lo que hay que hacer. Esto es lo que el experto en gestión austriaco, considerado el mayor filósofo de la administración (management) del siglo XX Peter Drucker en 1959 acuñó con el concepto de “Trabajador del Conocimiento”, que personalmente apodo como “Nómadas del Conocimiento”, personas como las que tuve la fortuna de compartir viaje en Canadá la pasada semana, y a quien dedico esta columna semanal. Las principales tareas de estos trabajadores, que personalmente son las que más valoro, son analizar, investigar, planificar, probar, programar y difundir contenidos, que es lo que les diferencia de los empleados menos eficientes y rentables.

            Ya hace medio siglo, en su libro titulado “La era de la discontinuidad”, que está más vigente que nunca, y cuya lectura recomiendo sinceramente, hizo las aportaciones a la sociedad del conocimiento, el cual generaría la mitad del producto interior bruto, afirmando que las tecnologías de la información y la sociedad del conocimiento están transformando radicalmente la economía, las industrias, los productos, los servicios, los puestos de trabajo y los mercados laborales. Si a esto le añadimos que unir los valores morales de un líder a su eficacia como gestor del desarrollo social sostenible, con lo que no puedo estar más de acuerdo, quizás cuando con tanta profusión hablamos de la sostenibilidad del sistema agroalimentario en sus cuatro componentes ambientales, económicos, políticos y sociales como los objetivos del desarrollo sostenible (OBS) de la agenda 2030, deberíamos incluir dichos valores morales de educación, ética y respeto dentro de dicha agenda para que el sistema no colapse. No estaría de más dentro de dichos objetivos, pararnos a valorar el absurdo de muchos de nuestros actos, y no hacerlo a toro pasado, ya que el tiempo es uno de los cuatro conceptos claves del sistema, debido a que este no se recupera, y serán las generaciones futuras las que tengan que hacer frente a nuestras malas cabezas. Tengamos en cuenta que, persona y población no son lo mismo, así como que, a pesar de nuestras fascinantes diferencias entre personas, nuestras semejanzas nos hacen humanos. Como bien mencionan los biólogos evolucionistas americanos Heather Heying y Bret Weinstein, sé escéptico con las soluciones nuevas a problemas de antaño. A ello podemos añadir de forma categórica que, seguir las instrucciones de alguien que parece no tener ni idea de lo que hace, ni de por qué lo hace, no es digno ni inteligente. Como bien comentaba la semana pasada con un buen colega turolense, que bien refería mi Padre: “cuando te encuentres con alguien que dice saberlo todo, sal corriendo”.

            En no pocas ocasiones se relaciona la sostenibilidad con dietas escasas o nulas en proteína animal, lo cual considero erróneo desde el más puro principio del conocimiento dietético, donde no hay una dieta universal ideal para los humanos, que además difícilmente puede existir, que mencionaría el trabajador del conocimiento. Y no se confunda esto con los regímenes de adelgazamiento, ya que ni siquiera el porcentaje, no ya de los micronutrientes ingeridos son iguales en todas las culturas, tampoco de los macronutrientes. Haciendo un ejercicio de reflexión, en la reunión de alimentación de precisión en porcino de Canadá mencionada, tenemos diferencias de requerimientos nutricionales entre genéticas, edades – pesos, ciclos productivos y reproductivos, condiciones ambientales y sanitarias. Me pregunto si no sería más plausible ser más flexible y reflexivo que dictatorial afirmativo, es decir, como he escuchado en más de una ocasión en algunos compañeros, aquello de que esto es así porque lo digo yo. Es curiosa la tendencia a saltarse el protocolo los que hacen el protocolo.

            Todo este holocausto de concausas está provocando lo que bien describe la mencionada Josefa Ros Velasco en su libro “La enfermedad del aburrimiento”, fenómeno cotidiano que nos atormenta cuando la realidad queda lejos de nuestras expectativas y que lleva a esa fuga de talento. Me parece particularmente interesante cómo la compañera describe el aburrimiento como un síntoma, y no como un síndrome, con lo que realmente es más sencillo ir al fondo de la cuestión que nos provoca dicho tedio y darle solución. Quizás, ante tanto despropósito a tantas instancias, podemos optar por lo que señaló el tercer presidente de los Estados Unidos, Thomas Jefferson a finales del siglo XVIII, y es que, si un sistema tiende a ser inamovible, las personas podremos y decidiremos burlarlo. Tan solo, señalar, que estamos hablando del principal responsable de la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos. Se me ocurre pensar que su visión como trabajador del conocimiento, quizás sea superior que la de nuestra responsable del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, que desde los 30 años lleva trabajando como concejala, diputada y secretaria general de un partido político. ¿No sería mejor sacar los tentáculos de la política de tantos y tantos organismos para evitar la erosión del talento?.

“Hay una cierta cantidad de insatisfacción que implica saber que su tiempo, talento y habilidades no se están utilizando adecuadamente”.  Hilary Hinton Ziglar (1926-2012) – Escritor estadounidense

 

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