Opinión de Antonio Palomo: PRESA IBÉRICA

Después de tres años la OMS declaró el viernes 5 de mayo como el fin de la emergencia de salud pública global por el Covid-19, por lo que ya no podemos echarle la culpa de cualquier cosa a la pandemia. Como dice Carlos Baute en su canción: “perdimos el control de la situación”. Aun seguimos con gran preocupación la guerra en Ucrania, la cual se ha recrudecido estos días, y que es parte de la tabla de salvación que nos queda como granero de Europa, estamos condicionados por la grave sequía que padecemos en nuestros campos, la cual está haciendo peligrar la cosecha de cereales, y por ende los precios de los piensos para nuestros cerdos en este segundo cuatrimestre del año. Refieren los “hombres del tiempo” que estamos como en 1995, pero ahora derribando algunas que otras presas por la pasión ecologista de algunos miembros del Ministerio de Transición Ecológica, que quizás lo debería haber llamado de transacción económica a crédito. Sabemos que sus funciones son la lucha contra el cambio climático, prevención de la contaminación, protección del patrimonio natural, de la biodiversidad, de los bosques, del mar, agua y energía para la transición a un modelo productivo y social más ecológico. No olvidemos que este ministerio surgió en 2018 desgajándolo del Ministerio de Agricultura, y que ahora también lleva la coletilla de Reto Demográfico. Sabiendo que en nuestro país los fallecidos superan a los nacidos y que los pantanos están de media al 50%, significa que apenas sacamos un raspado aprobado. El profeta y pastor de ovejas, Moisés, que liberó al pueblo hebreo de la esclavitud de Egipto, al lado de Teresa Ribera es un aprendiz de las aguas. Prefiero a Moisés, ya que al menos separó las aguas del mar rojo, aunque solo sea por la empatía con el mal rojo que bien tenemos controlado en nuestra cabaña porcina. No en vano, Moisés recibió según el libro bíblico del Éxodo la Tabla de los Diez Mandamientos. Como saben, según la Biblia, Moisés vivió 120 años, que es la esperanza de vida máxima que estiman los investigadores que trabajan en la oxidación de los telómeros.

            La definición de presa es un muro grueso construido a través de un rio, arroyo o canal para embalsar agua o reconducirla fuera de su cauce. He escuchado, con cierto asombro, como algunos de nuestros responsables de aguas, que no terminan de romper aguas, ni de dar a luz, confunden presas con pantanos, siendo los segundos capas de agua natural estancadas y poco profundas. A los pantanos también se les llama ciénagas, o como en casi todos nuestros pueblos, la charca. Pero, una presa, también se refiere a una persona, animal o cosa que resulta cazado, robado o atrapado. A ver si es que resulta que nosotros vamos a ser las presas de los modelos productivos de las actuales políticas de transición ecológica para esquilmarnos. Personalmente me gusta mucho más el delicioso plato gastronómico denominado presa ibérica en todas sus acepciones. La presa se encuentra entre el cabecero del lomo y la paleta del cerdo ibérico, zona de alta movilidad, con grasa veteada caracterizada por su gran jugosidad. La pluma tiene menos grasa infiltrada, más equilibrada entre grasa y magro, caracterizada por un corte más fino con forma triangular y alargada. El secreto que se extrae de las faldas de la paleta tiene similar veteado que la presa y agradable textura, que corresponde a lo que algunos carniceros denominaban “el secreto mejor guardado”.

            Me queda meridianamente claro que prefiero la presa a los presos, incluso aunque sean malversadores buenos. Me decía un funcionario de prisiones la pasada semana que, dentro de sus clientes, ni están todos los que son, ni son todos los que están. A ver si es que, dentro de nuestros responsables políticos, más de uno está preso de la sin razón y hacen de tripas corazón ante el sin número de despropósitos de los que estamos siendo testigos a diario, cambiando constantemente de opinión según la demoscopia. Todo esto me produce aporía y perplejidad, al tiempo que pienso que pueden estar bajo el síndrome del To be or not to be o la fe del converso. La toma de posiciones, no solo totalmente contrarias a las que antes pensaban, sino incluso extremas dentro de su nueva corriente, llevando al paroxismo sus convicciones y dejando patente su odio al contrario y, en muchos casos, al propio, son sello de identidad de la tropa demagógica dirigente. Ya lo dice el dicho: no hay peor fanático que el converso. Pedir cordura a estas alturas, quizás sea un poco utópico, pero al menos, apostemos por la moderación en vez de por la confrontación, prepotencia y la mala educación. Cuando alguien asiente a lo falso, como refería Platón, es que la mentira les parece verdad, a lo que quiero añadir lo que decía el filósofo griego del siglo IV Jenofonte, y es que el hombre bueno y honrado ni disputa él mismo con nadie ni, en la medida de sus fuerzas, se lo permite al otro. Me gusta mucho más Gracita Morales, Sor Citroën, como actriz cómica que “Gracito Morales” como actor dramático rememorando el cómic en tu fiesta me colé, ilustrado por Mecano. Al menos la primera se caracterizaba por su amor a los animales y por su participación en la obra de teatro de Alfonso Paso titulada “Los Palomos”. En mi forma de pensar, aquí actúo como haría un niño, que al igual que ellos cuando algo no les gusta dicen: “Ya no juego” y me marcho, ya que considero que luego el que se quede, que asuma las consecuencias, y que luego no se queje. En el aforismo de Séneca, la virtud no es otra cosa que la recta razón o areté o experiencia consciente, en la que no basta con la acumulación de conocimientos prácticos, sino que se necesita también adquirir el hábito de reflexionar de manera crítica sobre las propias experiencias y aprender de ellas. En dicho caso, hagámoslo.

“Aprender de la multitud no garantiza aprender algo de valor” Alcibíades (450-404 a.C.) Estadista griego alumno de Sócrates

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