Opinión de Antonio Palomo: PARIDAD

Opinión de Antonio Palomo: PARIDADOpinión de Antonio Palomo: PARIDAD

En la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH), proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en Paris, el 10 de diciembre de 1948, esto es, hace 75 años, como un ideal común traducido a más de 500 idiomas, ya mencionaba la igualdad de derechos de hombres y mujeres como un considerando, para decir en su artículo 2 de los 30 que la componen: “toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”. Me gustaría incluir el primer artículo, que me interesa sobremanera, y que dice así: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Y si a la DUDH la añadimos el artículo 14 de nuestra Constitución Española de 1978, que dice: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”, al menos hace 45 años, las mujeres y hombres deberíamos estar concienciados. Personalmente, hace 60 años que lo estoy y, así lo digo en cada ocasión que tengo. Concretamente, la semana pasada, la 21, que coincide con el ciclo estral de una cerda, lo tratamos en una empresa muy profesional. El director de producción, a mi comentario sobre la valía de María, la persona responsable de gestación me dijo que ya recibía más Currículum vitae de mujeres que de hombres para trabajar en sus granjas, mostrando una disposición positiva para continuar incorporando dichas personas. María es trabajadora, muestra gran interés por continuar aprendiendo, tiene una actitud positiva, es educada, le gustan los cerdos procurando su bienestar, está contenta con las tareas que realiza, además y en consecuencia de ser eficiente en su quehacer diario, unido a una sonrisa en el rostro en todo momento. Tuve la oportunidad de compartir con todo el equipo de trabajadores su almuerzo, y pude constatar como la respetaban y estaba totalmente integrada.

Tengo la seguridad de que, en la próxima década, dentro de nuestras granjas, equipos técnicos y de dirección continuará aumentando, merecidamente, el número de mujeres. Que prevalezca la valía humana a la sexual, que mejor nos irá, lo que no necesariamente significa que tenga que haber paridad. Es más, si nos vamos a la definición del término paridad, este es un nombre femenino que se refiere a la relación de igualdad o semejanza de dos o más cosas entre sí. Creo que las personas somos mucho más que cosas, aunque haya personas que valoren más ciertas cosas materiales que a las personas.  En términos económicos, la paridad es el valor que tiene una moneda respecto de otra o relativa a la unidad de referencia internacional. Conozco, no pocos que tienen en su mente la conversión euro/dólar y la cotización en las bolsas. El dinero es un nombre masculino y prefiero una persona efectiva al dinero en efectivo. Aquí dejo una reflexión que me enseñó mi Padre, quien la semana pasada hubiera cumplido 92 años: “no mereces lo que no valoras, siendo el dinero un bien finito y el valor de una persona infinito”. Va por él.

Desde el punto de vista anatómico, neurológico, endocrino y físico, hay multitud de evidencias científicas que nos hacen diferentes a hombres y mujeres, que en muchos casos son complementarias y se potencian. Cada uno tenemos unas habilidades y cualidades con mayores aptitudes en diferentes áreas de conocimiento y trabajo, por lo que esta fiebre de la paridad que les ha entrado a algunos me parece enfermiza. Bien saben que la fiebre es un síntoma de mala salud. Sin ir más lejos, dentro de las profesiones sanitarias y jurídicas, prevalecen las mujeres a los hombres, y dentro del transporte y construcción a la inversa. ¿Dónde está el problema?, me pregunto. De los alumnos a los que imparto clase en quinto de Veterinaria, más del 90% son mujeres. ¿Cuál es el problema?, me sigo preguntando. Cuando escucho lo de un porcentaje mínimo y lo de las cuotas, me vienen a la cabeza las cuotas de autónomos, que también de autónomas y no autonómicas. También pienso en las cuotas lácteas del vacuno lechero, que para nada es masculino, sino más bien femenino. Aún no he visto dar leche a ningún toro, aunque haya muchos toros y personas con muy mala leche. Y, por cierto, para que una vaca o una cerda den leche, primero se han de inseminar, que no violar, como manifiestan algunos anima- listas y anima- listos, a partes iguales, y no si paritarios o partidistas. 

Desde 1930, tras 400 operaciones a cerebro abierto, el neurocirujano norteamericano Wilder Penfield, después de formarse en España en el equipo de Ramón y Cajal, creó un mapa conocido como el Homúnculo de Penfield, con las funciones motoras de la corteza cerebral, que al dibujarlo, le salió una especie de hombrecillo (homúnculo en latín), a cuyo trabajo ha continuado el del equipo del neurocientífico americano de la Universidad de Washington Evan Gordon, recién publicado en la prestigiosa revista Nature, que después de multitud de resonancias magnéticas a personas de ambos sexos, han encontrado un nuevo sistema cerebral en la corteza motora primaria, una red dentro de otra red neuronal a la que han llamado red SCAN, demostrando que hay un interface mente-cuerpo. Como refiere el neurólogo español Jesús Porta, la cabeza es el motor del cuerpo, y afortunadamente no es una cuestión del tamaño del cerebro. El peso del cerebro de Albert Einstein era inferior a la media (1.220), y sabiendo que el tamaño total del cerebro de los hombres es de 1.370 gramos frente a 1.235 el de las mujeres, me quedo con el de las segundas. También otros órganos esenciales como corazón, pulmón, hígado y riñones muestran diferencias de tamaño entre géneros. Es curioso que nuestro cerebro adulto pese casi igual que un lechón al nacimiento. A ver si se va a cumplir aquí el adagio del que nace lechón, muere cochino. Tampoco creo que tenga nada que ver cuál es el hemisferio que predomina en ambos géneros para determinar si el domingo pasado votaron derechas o izquierdas. Ya lo dijo en 2019 la neurocientífica británica Gina Rippon, poniendo énfasis en que los cerebros de hombres y mujeres no son esencialmente diferentes. No confundamos la paridad con las paridas a pares o impares, y parémonos a pensar. Me quedo con TinaTurner y Antonio Gala.

“Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer”. Jorge Luís Borges (1899-1986) Escritor argentino que ha contribuido a la literatura filosófica

 

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