Opinión de Antonio Palomo: LA CAVERNA DE PLATÓN

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Después de una Semana Santa o Semana Mayor de reflexión e introspección, entramos en la semana 16 del año, donde comenzarán a salir los primeros cerdos de engorde entrados en la fase tres a partir del uno de enero, con el gran impacto en sus costes de los precios de los piensos en este primer cuatrimestre, así como entrarán en partos las cerdas inseminadas en la última semana del año pasado. Esto también es economía circular, que bien nos explicaba el mito de la caverna de Platón, alegoría sobre la realidad de nuestro conocimiento, o porque no, del desconocimiento de algunos de nuestros responsables estatales sobre la situación real del sector agroalimentario o “gente del campo” con la que me identifico en primera persona. Quizás, esto se deba a que, como bien refería este filósofo hace 2.400 años, la gente llega a sentirse cómoda en su ignorancia y puede oponerse, incluso violentamente, a quienes intentan ayudarles a cambiar. Esas sombras que perciben los prisioneros de las cavernas, producidas por algunos de nuestros gobernantes, están atadas a sus percepciones y las imágenes que se les presentan, que creen como conocimiento verdadero, pero que no son más que un conocimiento subjetivo. Esta semana pasada me congratuló comprobar como personas llanas, también llamadas “ministros sin cartera”, que en este caso era el encargado de una granja de 4.000 reproductoras, si era absolutamente consciente de su conocimiento, ya que después de tres años de ver reflejadas sobre la pared de la caverna las sombras de un grave problema de fertilidad, con signos claros de incomodidad, y mostrando una franqueza a todas mis preguntas, que no fueron pocas, conseguimos poder hacer una diagnóstico preciso que durante más de 1.000 días se había resistido. Esta, si es la naturaleza inteligible de la propia realidad no manipulada ni condicionada frente a las apariencias o interpretación que algunos hacen de la realidad dentro de la caverna, que se ve reflejada en este encargado noble cuando sale de la caverna al exterior. El Premio Nobel portugués José Saramago acaba de publicar el libro “La caverna” una impresionante parábola sobre el mundo actual y sobre el verdadero significado del cambio, con referencias veladas al alumno de Sócrates y maestro de Aristóteles, que les invito a leer.

Cuando me enfrento a un problema en una granja, las diferentes versiones que me llegan a través de los datos trato de cotejarlas con la propia Teoría de las Ideas del filósofo en cuestión, basándome en sus dos conceptos contrapuestos. En el primero, el mundo sensible, donde recibo datos y experiencias llevadas a cabo para la solución del problema anterior a mi actuación, las pongo entre comillas, ya que estas son corruptibles y mutables. Y sobre todo, pongo máxima atención al segundo concepto, el mundo inteligible o mundo de las ideas mencionado, cuya experiencia se basa en el conocimiento, la realidad y el sentido real de lo observado, sobre todo, porque según Platón, estas son únicas, eternas e inmutables. En síntesis, considero más resolutiva la dimensión epistemológica que la antropológica, la episteme (conocimiento verdadero) que la doxa (opinión, conjetura o creencia). Dentro del primero, a su vez, tenemos el conocimiento discursivo (dianoia) que logramos por la interacción positiva con las personas y el conocimiento intelectual (noesis) basado en nuestro propio saber. Puede servirnos de ejemplo reflexionar sobre lo que nos sirve realmente para salir de la caverna, preguntándonos si preferimos vivir en ese mundo sensible que ofrece un conocimiento basado en objetos físicos, imágenes y apariencias, cuyo entendimiento de la realidad se basa en la doxa como puede ser esta columna de opinión, y que por tanto es un conocimiento subjetivo, derivado de conjeturas o creencias centradas en la imaginación y suposición, o bien del conocimiento real. Este último se alcanza por la educación como viaje al conocimiento, basando su aprendizaje, no en las sombras de la caverna, sino en el pensamiento crítico que no en el autoengaño que refería Calderón de la Barca en “La vida es sueño”.

Les invito a ver, a quien no lo haya hecho, la película de nuestro gran director cinematográfico Alejandro Almenábar, “Abre los ojos” cuyo discurso se circunscribe a la dualidad entre el mundo real y el de los sueños, entre lo feo y bello, entre el amor y el desamor, entre el pasado y el presente, reflejando la confusión diegética que nos lleva a la existencia de dos mundos, uno onírico-virtual y otro real. Difícilmente podremos ser resolutivos sin partir de evidencias y datos ciertos. Como decía Oscar Wilde, hasta la virtud tiene sus vicios, o la referida frase de Epicuro, “vano es el conocimiento que no sirve para aliviar un dolor humano”, a lo que añado que no nos sirva para ser resolutivos en los problemas diarios. Para Platón la insalvable distancia que media entre lo ideal y lo real se conoce como abismo (chorismós), lo que en muchos casos lleva a postergar la toma de decisiones, traduciéndose en que nos lleva a actuar fuera de tiempo. Como dice el refrán, para el cobarde, siempre es pronto hasta que es tarde, ya que en la mayor parte de los casos lo que nos falta no es tiempo sino decisión.

A la hora de afrontar desafíos, más que basarme en aquello de que sabe más el viejo por viejo que por sabio, prefiero aplicar el paradigma de Cervantes, “más sabe el tonto en su casa que el sabio en la ajena”, pero además parto de la base de que en mi vida profesional a pie de granjas me he encontrado con pocos tontos, y si muchas personas que saben mucho, y cada vez más. Huyo de los conflictos Iglesia – Estado basados en la procesión manifestación, así como sermón y discurso, centrándome en el mundo de las ideas fuera de la caverna basado en el conocimiento, alejado de la idea del mismo perro con la misma garrapata. Son tiempos difíciles, sí, pero no más que otros, sino de forma diferente. La codicia, el interés y el cálculo han existido en todas las épocas, por lo que trato de tener una mente miriádica, aceptando la realidad, trabajando y disfrutando dentro de los márgenes que la situación nos delimita. Me viene a la mente la frase de Emily Dickinson que menciona, “lo que es el agua, lo enseña la sed”. No veo un horizonte para tirar las campanas al vuelo, y si para mantener el pulso al mundo inteligible.

 

Nunca te conceden un deseo sin concederte también la facultad para hacerlo realidad. Sin embargo, es posible que te cueste trabajo” Richard Bach (1936) Escritor estadounidense que publicó Juan Salvador Gaviota

 

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