Opinión de Antonio Palomo: KAIZEN

Opinión de Antonio Palomo: KAIZENOpinión de Antonio Palomo: KAIZEN

Lo más destacado de la semana pasada tuvo lugar el miércoles 30 de noviembre de 2022, fecha que quedará marcada en el calendario de nuestro sector porcino, versada en el más que merecido homenaje a un gran hombre, creador de una saga y una gran empresa junto a su familia, tanto ausente, que quiero recordar con cariño, como presente y colaboradores, en sus 44 años como presidente de ANPROGAPOR, la asociación que a todos nos representa y es estrella del porcino mundial. Su nombre es Don José María Costa Casas, a quien, junto al extraordinario equipo COSTA, dedico esta humilde columna en mi pequeño homenaje. En su persona podemos centrar lo que a la NASA es el Kennedy Space Center, lugar donde se ubica el centro del lanzamiento de nuestro sector porcino desde una posición más que modesta en el contexto mundial al inicio de su andadura, a estar actualmente en el pódium. Muchas gracias y enhorabuena.

            Bien correspondería dicha exponencial evolución de nuestro sector, reflejada en la persona mencionada, al concepto filosófico japonés Kaizen, que significa la mejora continua con el objetivo de ser mejor cada día. Lleva implícito un cambio a mejor que engloba el método de gestión de la calidad como proceso de autodesarrollo continuo, basado en acciones concretas, simples y poco onerosas, que compromete a toda la pirámide de la empresa, desde los trabajadores de base a los directivos. Algo similar al concepto del yin y el yang de la filosofía budista que, hoy es una combinación entre la milenaria filosofía de superación oriental conocida como la inteligencia emocional junto a la inteligencia racional de los occidentales, lo que ha llevado a Japón a estar entre las primeras economías del mundo, que bien podemos leer en el libro de Maasaki Imai (1986) titulado “Kaizen: La clave de la ventaja competitiva japonesa”.

            Esta fue también mi percepción durante la primera mitad de la semana 48 en la que fuimos anfitriones de un grupo de veterinarios senior alemanes y holandeses, enseñándoles alguna granja, además de llevar a cabo reuniones interactivas intercambiando pautas de trabajo centradas tanto en programas especialmente nutricionales, pero también de manejo, reproductivos y sanitarios, poniendo sobre la mesa resultados tanto técnicos como económicos. Después de comentarios, consultas y debates de gran interés, muchos de ellos manifestaron su positiva impresión, al tiempo que nos hacían referencia a que al final del siglo XX, eran ellos los que nos enseñaban y en este siglo son ellos los que vienen a nuestras granjas a aprender. Nos consideran alumnos aventajados, lo que, sin duda, o al menos a mí, me provoca una onda satisfacción. Bien recuerdo mis primeros quince años de profesional trabajando en una empresa belga, a quien estoy muy agradecido, viajando casi con cadencia mensual a los países del norte de Europa con ganaderos y veterinarios para visitar sus granjas y aprender de ellos. Si nos paramos a pensar que, entre Alemania, Dinamarca y España representamos sobre el 50% del censo porcino europeo, sus comentarios no deben caer en saco roto. Eso tampoco debe llevarnos, bajo ningún concepto, a practicar la egolatría de alguno de nuestros dirigentes políticos, sino a mantener la constancia y perseverancia con humildad, como hizo la cabeza privilegiada de San Jeroteo quien, siendo el primer obispo de Atenas por sus dotes de conferenciante, no se le cayeron los anillos para ser nombrado posteriormente el primer obispo de Segovia (antes Segobia) en el primer siglo de nuestra era, donde Roma se había expandido hasta nuestras tierras formando Hispania. Igual se debió a que las gentes romanas de Segovia habían señalado a Hércules, su héroe preferido, como fundador de la ciudad. Su sabiduría y locuacidad atraían, pareciendo más vicio que virtud, como mencionaban sus detractores. No parece que en este sentido haya cambiado mucho el sentir de los maledicentes durante estos veinte siglos. Obviamente, a las cabezas privilegiadas hoy no se las corta con una espada como a San Jeroteo, quien tiene una calle a su nombre en mi ciudad, además de una escultura en el lado sur de la puerta del crucero de la Catedral de la luz. Claro que los arrebatos caprichosos e intolerantes de tiranos imperiales ahora han cambiado de blandir la espada a hacer campañas en las redes sociales y medios de incomunicación frente a aquellas personas que no les ríen las gracias, o más bien las desgracias.

            Pero en estas últimas cuatro décadas son muchas las cosas que han acontecido. El profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Harvard, nacido en Minneapolis hace 69 años, que fue Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales en 2018, Michael J. Sandel, en su texto sobre “La tiranía del mérito” nos hace reflexionar cómo, durante dicho periodo de tiempo, se han desecho nuestros lazos sociales como nuestro respeto mutuo. Resalta que a los seres humanos nos resulta más difícil aprender gratitud y humildad, que vender indulgencias, es decir, esa práctica corrupta por la que en la antigüedad las personas ricas trataban de comprar su salvación. Hoy se consigue apoyando los presupuestos. En este desagradable punto, me gusta relatar lo que Martin Luther King decía a menudo, y que Barack Obama hacía suyo: “La curva del firmamento moral es larga, pero tiende hacia la justicia”. La historia atestigua que hay un nexo bastante débil entre la posesión de prestigiosas credenciales académicas, por un lado, y la sabiduría práctica o el instinto para apreciar el bien común aquí y ahora, por el otro. Solo tenemos que fijarnos y comparar muchos de los dirigentes actuales con estudios frente al propio Sr. Costa o mi propio padre, que su “universidad de la vida” les capacitó mucho más y mucho mejor. Ese mirar por encima de la élite meritocrática académica ha llevado a esta ausencia de vergüenza y de responsabilidad individual, que nuestros ancestros llevaban por bandera. Dos de los cuatro presidentes emblemáticos americanos esculpidos en el monte Rushmore no tenían ninguna carrera universitaria, como son, ni más ni menos que, George Washington y Abraham Lincoln.

            Bien me parece que todos tengamos derecho a tener una opinión propia, pero que no sea solo nuestra propia realidad. Reconocer el error es de sabios, y perseverar en el mismo es una definición de la experiencia, así como la actitud de los soberbios y narcisistas, cuyo alter ego no hace nada bien a la sociedad. En la antigua China, Confucio predicaba que el gobierno debía estar reservado a quienes sobresalían en virtud y capacidad. En la antigua Grecia, Platón imaginaba una sociedad dirigida por un rey filósofo apoyado por una clase de guardianes con vocación por lo público, refiriendo Aristóteles, que el mérito relevante para gobernar no era la riqueza ni una noble alcurnia, sino la excelencia en la virtud cívica y la frónesis, es decir, esa sabiduría práctica que lleva a razonar acertadamente acerca del bien común. Es lo que aquí, nuestros parlamentarios, llaman el modo Suárez de hacer política. A ver si la impronta de Don Adolfo Suárez padre e hijo nos sirve de ejemplo. Abogo por este formato.

FELICIDADES A TODOS LOS GANADEROS Y EMPRESAS QUE HAN RECIBIDO SUS ESTATUILLAS EN LOS PORC D´OR CELEBRADO EN TOLEDO.

“La casualidad no sonríe al que la desea, sino al que se la merece”. Santiago Ramón y Cajal

 

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