Opinión de Antonio Palomo: KAIZEN

Opinión de Antonio Palomo: KAIZENOpinión de Antonio Palomo: KAIZEN

Después de celebrar la semana pasada el Día de la Hispanidad, con todas sus connotaciones, con respeto, orgullo y autocontrol, asociado a uno de los fines de semana más importantes de mi vida, afronto otra semana de trabajo y búsqueda continua de la excelencia con perseverancia y la esperanza, siempre, de tomar las decisiones más sensatas, no necesariamente las más populares, conocido hoy como gestión de las cargas. No creo que, necesariamente, lo más popular sea lo mejor, y mucho menos los populismos, aunque si muy atrayente, como algunos productos que utilizamos como insecticidas. Un ejemplo que me sugiere este punto es lo que, en 1977 el trigésimo noveno presidente norteamericano y Premio Nobel de la Paz en 2002, Jimmy Carter, quien nació el mismo día que mi hija Antía en este primero de octubre hace 99 años, con visión de futuro, declaró en un discurso a la nación lo siguiente: “la energía y el cambio climático eran el equivalente moral a la guerra”. La manida frase de lo políticamente correcto tampoco nos está trayendo más paz ni solvencia. Tengo la duda de que basar las acciones solo por ser políticamente correctas, cuando la política actual es de dudosa reputación, quizás sea un error de base de partida. Si nos vamos al diccionario, política es un nombre femenino que en su quinta acepción menciona ser la cortesía y buen modo de portarse. Me vuelven a surgir grandes dudas. Epaminondas, político griego del siglo IV a.C. decía que, no es el cargo el que otorga distinción a la persona, sino la persona la que otorga distinción al cargo Ser mesurado en un mundo de excesos exige valor, templanza y autodisciplina. Me inspiro en lo que decía Marco Aurelio: “se tolerante con los demás, estricto contigo mismo”, así como en el concepto del valor del escritor Ernest Hemingway que lo definía como mesura bajo presión, que algunos llaman “Aplomo”, y que intercambiando la primera y segunda letra dice Palomo. A menudo, lo más difícil es ir con la verdad por delante, ir en sentido contrario, admitir los errores o cambiar de táctica, por el qué dirán, pero, considero necesario afrontar la realidad y no desdibujarla, a efectos de no caer en la llamada falacia del coste irrecuperable, que ha condenado a muchas personas y sociedades al fracaso.

 

Esto nos ha llevado a lo que algunos llaman democracia agonista, del griego conflicto o disputa, que es una teoría política que se basa más en las formas continuadas en las que estamos inmersos de conflicto políticos entre las partes que de los consensos que serían más deseables. Como refería Sócrates, y en estos momentos me sale de ojo, no podemos quedarnos como estamos, todos podemos mejorar. Este es el concepto que traigo hoy a colación, el kaizen, término japonés que significa mejora continua, que no deterioro constante. Lo creo imprescindible en cualquiera de nuestras facetas profesionales o personales, ya que pararse, no solo es no avanzar, sino retroceder. El filósofo griego Epícteto dijo, precisamente inspirándose en Sócrates, que mientras unos disfrutan mejorando su granja, yo disfruto mejorando día a día. En mi caso, como en el de muchos de ustedes, ambas cosas van unidas y podemos tratar de que se potencien. Es lo que los economistas llaman la ley de la ventaja asociativa. Uno de mis principios para ello es tener tiempo para reflexionar y pensar, además de espacio para planificar y aprender. Todos tenemos las mismas veinticuatro horas al día, igual que cada equipo de baloncesto tiene veinticuatro segundos de posesión en la pista, por lo que los resultados finales dependerán de cómo nos organicemos, lo disciplinados que seamos y los límites que impongamos. La palabra disciplina tiene su origen en el término latino discípulos, o alumno, lo que implica la existencia de un alumno, pero también de un maestro. Puedes perder batallas – dijo Napoleón -, pero nunca pierdas un minuto por pereza.

De entrar en una granja donde el trabajo está planificado y hay disciplina, a otra donde brillan por su ausencia, la eficacia tanto productiva como económica de dicha empresa son palmarios. Ya saben aquella frase popular de “vista la caseta visto el melonar”. Actualmente, por desgracia desde mi punto de vista, la disciplina es algo escasa en este mundo de redes sociales, gratificaciones instantáneas y celebraciones de la desfachatez, donde no se respeta demasiado a quienes establecen y mantienen sus principios imponiendo unos límites. Tenemos el ejemplo en la locución latina mos maiorum, donde se hace referencia a esa forma de vida tácita como la costumbre de los ancestros, que incluye el conjunto de reglas y preceptos que se debían respetar, siendo la mayor herencia dejada por los progenitores como símbolo de la integridad moral y del orgullo de ser ciudadano. Me preocupa la falta de respeto en general, y a los mayores en particular, así como a las leyes constitucionales, lo cual no solo no se contradice con el concepto kaizen, pero sí lo puede erosionar. La semana pasada fui testigo de lo que llamo la nueva versión del libro de George Owen, la Rebelión en la granja, que ahora no tiene como protagonistas a los animales, sino a las personas que en ella trabajan, lo que tan difícil nos hace alcanzar esa mejora continuada en nuestros procesos productivos. Para el puesto de encargado habían pasado cinco personas en dos meses, lo que equivale a una media de semana y media de estancia, análogo a 60 horas de trabajo totales, que en dicha granja de 2.500 reproductoras suponía haber dedicado minuto y medio por cerda. Pero esto, que es importante, pasaba a segundo plano al ser testigo de la desconfianza de todo un equipo humano que, bien puedo constatar, hizo peor su trabajo viendo penalizados algunos índices productivos. Y eso no lo provocó ningún agente infeccioso, sino lo que se conoce como vampiro energético, tipo de persona que, debido a su falta de disciplina y límites, dejan sin energía a los demás por su disfunción. ¡Houston, tenemos un problema que no es baladí!

Creo firmemente en el kaizen con esfuerzo medido y entusiasmo, sin prisas, pero sin pausas, haciéndolo lo suficientemente rápido lo que puedo hacer lo suficientemente bien, anteponiendo la eficacia a la eficiencia sin pasar por alto las pequeñas cosas. Bien decía el poeta Juan Ramón Jiménez: “No corras, vete despacio”, bien traído por el dicho de nuestros abuelos: “vísteme despacio, que tengo prisa” o el concepto festine lente que significa apresurarse poco a poco. Entiendo que es tan importante tener claro lo que debemos hacer como lo que nos negamos a hacer. El escritor Michel de Montaigne nos recordaba que si no sabemos adónde vamos, ningún viento es favorable. Para seguir avanzando, en mi opinión, junto con todo lo anterior, es saber que lo más importante en cada una de nuestras vidas es conseguir que lo más importante siga siendo lo más importante. Lo no importante conlleva costes de oportunidad, ya que exige energía, tiempo y recursos, de los que cada persona tenemos una cantidad limitada.

“Utiliza el trabajo como un lienzo en el que pintar una obra maestra” – Marco Aurelio Antonino – Emperador romano en la segunda mitad del siglo II – El último de los llamados Cinco Buenos Emperadores y representante de la filosofía estoica.

 

Date de alta y recibe nuestro 👉🏼 Diario Digital AXÓN INFORMAVET ONE HEALTH

Date de alta y recibe nuestro 👉🏼 Boletín Digital de Foro Agro Ganadero

Noticias animales de compañía

Noticias animales de producción

Trabajos técnicos animales de producción

Trabajos técnicos animales de compañía