Opinión de Antonio Palomo: H2Ocio

Opinión de Antonio Palomo: H2Ocio, foto antonio palomo YagüeOpinión de Antonio Palomo: H2Ocio

Incoloro, inodoro e insípido. Así entendemos como debe ser el líquido elemento mayoritario que conforma nuestro cuerpo y primer nutriente esencial para personas y animales. De los cuatro elementos necesarios para la vida, aquí tenemos dos esenciales, hidrógeno y oxígeno. El CH2 – metileno y el CO2 – dióxido de carbono también son incoloros, pero nos estamos refiriendo a un líquido. El segundo relacionado directamente con el efecto invernadero, mientras que el H2O – agua, relacionado con la existencia de vida. El NO2 o dióxido de nitrógeno ya no es incoloro, sino marrón-amarillento y es un gas altamente tóxico. Vemos que la diferencia está en el hidrógeno, que es el primer elemento de la tabla periódica, siendo el elemento químico más ligero y conocido como el combustible de las estrellas, del que algunos hablan como la energía del futuro clave en la descarbonización, conocido como hidrógeno verde. Pues quiero pensar que, el agua es el combustible de los cerdos. El oxígeno es el número 8 de la tabla periódica, mi número preferido, y tanto hidrógeno como oxígeno fueron descubiertos al final del siglo XVIII. El oxígeno es el nutriente de las células para producir energía. Sobre la masa corporal, el oxígeno supone un 65% y el hidrógeno un 10%, sabiendo que sobre el peso vivo de un cerdo adulto el 60-65% es agua, así como que de la composición de la leche de la cerda entre 80-82% es agua, de la proteína muscular el 75%, mientras que de la grasa solo el 10%. Con estos prolegómenos, no es de extrañar que en las tres reuniones técnicas a las que he asistido la semana pasada en España y Estados Unidos, se haya resaltado la trascendencia de la calidad y cantidad del agua de bebida en la eficiencia productiva de nuestras granjas. Todos sabemos que la homeostasis es la base de nuestro equilibrio corporal y por lo tanto de la vida, al tiempo que los sentimientos se dividen en dos: los sentimientos emocionales (alegría, ira y miedo) y los sentimientos homeostáticos como hambre, sed, dolor y placer. Personalmente me quedo con los segundos, para lo que no debo pasar sed. Si los analizamos con detenimiento no están tan lejos de las cinco libertades, base de la normativa de bienestar animal en porcino.

            No obstante, y soy consciente de que soy poco beligerante con las deficiencias de agua para nuestros animales, tampoco es menos cierto que, muchos trabajos presentados y conversaciones con compañeros de un lado y el otro del océano son coincidentes en que anomalías en las fuentes de suministro de agua a nuestros cerdos son responsables primarias de importantes pérdidas económicas derivadas de la penalización de índices productivos derivados de trastornos tanto digestivos como reproductivos. Ahora que se habla de las armas nucleares tácticas como pequeñas ojivas con sistemas de lanzamiento destinadas a usarse en el campo de batalla en un ataque y área limitada para destruir objetivos enemigos, el agua es el arma química táctica que debe ser de la calidad adecuada para construir objetivos amigos, que llamamos cerdos. Pero no solo en calidad, sino también en cantidad como se define en el reglamento de bienestar animal, y que por parangón con las bombas nucleares no deberían pasar de un kilotón, que es el equivalente a mil toneladas de explosivo TNT. Reflexionemos sobre la bomba que mató a 146.000 personas en Hiroshima al final de la Segunda Guerra Mundial que tenía 15 kilotones. La cantidad de explosivo es proporcional al daño que provocan, como el número de ciertas bacterias contaminantes en el agua (enterobacterias, salmonela, clostridium spp). Pensemos también que el agua de bebida es una vía oral de contaminación de numerosos virus, parásitos y bacterias con gran impacto en la salud de nuestros animales, por lo que, para mí, no es negociable su falta de higienización y seguimiento de su calidad de forma rutinaria y programática. En la historia de la humanidad hemos sido testigos de graves problemas sanitarios con millones de fallecidos por agua contaminada con numerosos agentes como la amebiasis, ascaridiasis, cólera, fiebre tifoidea, giardiasis, hepatitis A y leptospirosis. Según la OMS unos 663 millones de personas en el mundo no disponen de acceso a fuentes de agua potable y otros 2.400 millones no tienen aún un sistema de saneamiento adecuado. No se con seguridad qué porcentaje de nuestras granjas no higienizan adecuadamente el agua, pero puedo aseverar que son muchas más de las que me gustaría.

            Se dice que los españoles somos expertos, no solo en catar vinos, sino también en saborear el agua. La francesa Madame d´Aulnoy en la crónica que escribió después de su visita a España en 1679, consigno que los madrileños mostraban un gusto especial por el agua, rubricando que, “en el mundo no hay hombres más delicados que ellos sobre el buen agua”. Vaya, me siento identificado y tira por tierra aquello de que “el agua es para las ranas”. Mencionó que vio a los burgueses y al pueblo a orillas del Rio Manzanares, en familia, con sus amigos o en pareja, unos comiendo ensalada de ajos o cebollas; otros, huevos duros, jamón y hasta pollos, pero “todos bebiendo agua como patos”. Evidencio como hace 333 años el jamón y el agua eran alimentos esenciales, por lo que me inclino más por estos que por armas nucleares tácticas con efectos mucho más perniciosos. Con ello, quiero dedicar esta columna de opinión al gran equipo incoloro, inodoro e insípido de 333Corporate por su excelente labor en nuestro sector porcino. En muchos países, no tanto en el nuestro, el consumo de bebidas espirituosas no está permitido en horario laboral y si en el tiempo de ocio, lo cual no significa que no se pueda beber H2O durante el ocio, ya que a alguno nos gusta más que los caldos, aunque parezca una digresión al dicho de que con buen jamón y vino se anda el camino. Quizás sea por el concepto filosófico antiguo del ocio, como el espacio en el que el hombre se encuentra consigo mismo, contrario a la esencia de la pereza, que es la no coincidencia del hombre consigo mismo. A ver si es que en este tiempo se practica más la pereza que el ocio. Para Aristóteles el ocio es la actividad superior que nos asemeja a los dioses, lo que no me deja duda de la gran tendencia al ocio de la sociedad actual al conocer a tantas personas que juegan a ser dioses, que como dicen los argentinos refiriéndose a cómo se suicida hoy el hombre, y es saltando al vacío desde lo alto de su ego. No obstante, soy partidario tanto del trabajo como del ocio bien entendido, como actividad en 3D (descanso-diversión y desarrollo) y que Cicerón denominaba “otium cum dignitate”, como el tiempo dedicado a actividades preferidas u ocio digno. Para mí, el ocio no es holgazanería ni inactividad, ya que si vamos a su origen griego significa escuela, relacionado con la liberación indispensable del trabajo necesario para sobrevivir, a efectos de destinarlo a actividades intelectuales o recreativas, representando también aprendizaje y estudio. Veamos, por ejemplo, como a Santa Teresa de Jesús la gustaba bailar, a Einstein tocar el violín y a Pitágoras tocar la lira. Por lo tanto, el ocio no es la ausencia de actividad, sino una actividad. Apuesto más por el ocio como una inversión que como una válvula de escape.

La introducción del agua corriente data del siglo XIX, por lo que anteriormente existía el oficio de aguadores, que llenaban los cántaros de agua en las fuentes y los llevaban a las casas en cántaros con capacidad de hasta 10 litros. Eran personas humildes, que en Madrid solían ser asturianos o gallegos, a mucha honra, y que dependiendo de la calidad del agua de cada fuente sus ingresos eran superiores. Por ello, me pregunto cómo algo tan evidente desde hace más de tres siglos, y tan razonable, aún no nos lo tomamos del todo con la seriedad que requiere. El pintor Diego de Velázquez pinto en 1620 el cuadro “El aguador de Sevilla” expuesto hoy en el museo Wellington de Londres.

“Pregúntate a cada momento: ¿esto es necesario? La primera y más relevante tarea es que sepas en qué no debes pensar; qué debes ignorar y qué es lo que no debes hacer”.                                                                     

Marco Aurelio Antonino en sus Meditaciones – emperador romano del siglo II

 

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