Opinión de Antonio Palomo: FUTUROFOBIA

Opinión de Antonio Palomo: FUTUROFOBIAOpinión de Antonio Palomo: FUTUROFOBIA

Una vez discurridas las primeras dos semanas del año y planificados los propósitos para este periodo de 52 semanas, han sido numerosos los informes sobre las expectativas para nuestro sector porcino leídos – analizados y estudiados, así como las conversaciones a modo de brainstorming y/o cuestionario fiscal, que en muchos casos parecen más bien el juego de adivina adivinanza o incluso de divina adivinanza, que también se conocen como acertijos. Si consideramos que una adivinanza o enigma es algo que se propone como pasatiempo, pues adelante, aunque se dispone una segunda definición como cosa o afirmación muy enrevesada, lo que, desde mi punto de vista bien se ciñe al tema que nos ocupa, derivado del cuantioso número de variables que concluyen, tanto independientes como dependientes. Considero complicado epistemológicamente que, ni los organismos más documentados, en base a sus algoritmos y análisis estadísticos, sean capaces de tener la piedra filosofal que bien nos ayudaría para gestionar nuestros presupuestos. Mi respuesta a dicha cuestión, después de empaparme de informes y opiniones es: no sé lo que va a pasar este año. Esto no es óbice para tener claro, desde siempre, que las variables esenciales como el precio al que pagaremos el pienso y el precio al que cobraremos nuestros cerdos nos vendrán fijadas por los mercados globales, mientras nos preocupamos por ser eficientes y sostenibles en la producción al pie de los caballos, en este caso de los cerdos, afinando nuestro coste de producción. Haber empezado el año con ligeras subidas del precio de venta del cerdo y bajadas de los piensos es positivo, pero no augura necesariamente el mismo final. Con precios de venta de 1,665 €/kg peso vivo y poquito más de 2 €/Kg canal, con 65 €/lechón de 20 kilos, sabiendo que estamos en la horquilla superior de toda Europa, no deja de ser esperanzador. Como cantaba el grupo de pop rock madrileño La Cabra Mecánica: “No me llames iluso por tener una ilusión”. La contrapartida está en los futuros del petróleo verde, la soja, que la estamos viendo en torno a los 600 €/Tm, todo un despropósito. A ver si se cumplen las previsiones de la entidad financiera holandesa Rabobank con China, primer comprador mundial de soja, y consume menos este año y podemos disponer de ella a mejores precios. No obstante, tenemos alternativas nutricionales para depender menos del haba.

            El futuro me interesa mucho, ya que es donde voy a pasar el resto de mi vida, que decía Woody Allen, y valorando versiones apocalípticas como las de los doomer´s, me quedo con las más razonables sin dejarme contagiar por la futurofobia, ni de que la nostalgia merme la ilusión que desemboca en el pesimismo, que incluso, socialmente no está mal visto, siendo muy rentable para los medios de comunicación, que se basan en que una buena noticia no es noticia y una mala noticia si es noticia, o todo va a ir mal, y además solo puede ir a peor. Esto abona el campo de muchas personas con querofobia, miedo a la felicidad. En estas fechas pasadas, muchos escuchamos aquello de “virgencita, déjame como estoy”, que personalmente suscita conformismo y es contrario a tener la esperanza de mejorar. No será que la sobreabundancia nos aburre y lo importante sería saber lo que deseamos en realidad, que refiere Mark Rego, profesor de psiquiatría de la Universidad de Yale en su libro “Frontal Fatigue”, encuadrándolo dentro de la comodidad o el bien conocido espacio de confort. Ya lo decía el lema del movimiento punk: “No future”. En el movimiento pig decimos: “Si hay futuro”, y personalmente creo en el concepto de reinvención continua, lifelong learning, en un sector como el nuestro, que siendo potente no debemos de confiarnos sin tener ningún miedo al futuro, donde jugamos un papel determinante para abastecerlo de proteína animal de alto valor biológico segura, sana y sostenible.

            Todos soñamos despiertos, debiendo ser conscientes de no crearnos falsas expectativas, que también están subsidiando la futurofobia. Hablaba la semana pasada con dos estupendas personas, Jesús y Jorge, encargado y veterinario de una granja de 2.500 reproductoras en Toledo, a quien dedico con aprecio esta columna, del problema que tenemos para encontrar personas que trabajen concienzudamente y la escasa perseverancia en los contratados en el último año, llegando a la conclusión que el escaso interés, la escasa capacidad de trabajo y la discordancia de expectativas entre lo pensado y la realidad, hacen complicado mantener equipos de trabajo cohesionados y duraderos. Es lo que el filósofo alemán Georg Simmel a principios del siglo pasado denominó “actitud blasé”: indiferencia, insensibilidad y abotargamiento. Quizás, si dedicáramos más tiempo a desempeñar nuestra labor y menor tiempo a discutir burocrática y maquiavélicamente de lo que habría que hacer sin hacerlo, nuestra profesionalidad se vería potenciada. Es lo contrario a la metáfora de la madriguera del conejo, ya que pasamos más tiempo mirándonos que ejecutando, teniendo la impresión de que nos falta tiempo. Opino que, si partimos de la visión del tiempo de las sociedades tradicionales, como la rural, de la que hablaba el sociólogo E.P. Thompson, ordenándolo alrededor de las actividades y no del reloj, quizás nos cundiría más y tendríamos menos “personas quemadas”. Claro que tendríamos que dejar tiempo para las tres cosas inevitables en la vida española según los sociólogos locales: los bares, los impuestos y la muerte, a pesar de lo que diga el señor Tezanos. Somos capaces de soportar mejor las noticias falsas, pero no tanto las falsas noticias. La confianza es un bien común necesario para continuar progresando, al que no dañan el error y la equivocación, pero si la falsedad manufacturada.

            Para disentir de la futurofobia y pensar en que este año abonemos un buen porvenir para nuestro sector, me voy a permitir hacer referencia a los puntos que el prestigioso catedrático de filosofía política de la Universidad del País Vasco, Daniel Innerarity menciona para hacer un enfoque integral de la educación de las personas en esta sociedad del desconocimiento para nuestro mejor aprendizaje, y que resumo en:

  1. Reflexividad: lo importante es el saber nuevo. Evitar la saturación de información que nos distrae y obliga a decidir rápidamente. Evitar la infobasura o infotoxicación, a sabiendas de que internet es más un bazar que un ágora. Lo que algunos llaman el arte de olvidar adecuadamente o discriminación inteligente, del que soy muy partidario
  2. Incertidumbre: gestionar lo que no sabemos. Los límites entre el saber y el no-saber no son ni incuestionables, ni evidentes ni estables. Mantener un cierto grado de autocrítica interna en nuestras decisiones y aplicar las tecnologías de la humildad que refería la investigadora india americana Sheila Jasanoff (2005), pensando en nuestros márgenes del conocimiento reconociendo los límites de la predicción y del control
  3. Interpretar: conveniencia de hacer una idea general. Pensemos que la información no distingue entre lo que tiene sentido y lo que no lo tiene. Dos de nuestras grandes virtudes frente a las máquinas con la capacidad analógica y la valoración del conjunto. Practiquémoslas, ya que son las alegrías cotidianas las que pavimentan nuestro futuro
  4. Creatividad: lo difícil hoy con el big data y el e-learning, no es encontrar sino buscar, para lo cual se requiere un pensamiento ordenado para llegar al fondo de los problemas. Cada día son más frecuentes los wicked problems, donde además de no estar muy seguros de las soluciones, tampoco lo estamos de cual es el origen del problema
  5. Autonomía: pensar por cuenta propia asumiendo el riesgo de equivocarnos, que en si mismo es una forma de aprender (“no risk is the highest risk of all”). Otra cosa es asumir riesgos extremos como continuar importando miles y miles de lechones del norte de Europa, y no solo por la peste porcina africana, sino también por nuevas cepas de virus PRRS, influenza, Actinobacillus pleuropneumoniae, Streptococcus suis. Un grave problema sanitario nos puede dar al traste con todos los futuros beneficios en un año
  6. No a la procrastinación: no dejar para mañana las cosas que podamos hacer hoy. Que los vagos se amparen en su genialidad no reconocida no es motivo para dejar de evaluarlos ni para esperar durante mucho tiempo su milagrosa excelencia
  7. Paciencia: hay asuntos que requieren tiempo de atención prolongados. Vivimos en una sociedad de la impaciencia, todo tiene que ser para ya. Por ejemplo, la estancia media en una página web es de 53 segundos, según los expertos. Impaciencia, precipitación e insatisfacción tienen una frontera incierta.

“La genialidad es uno por ciento de inspiración y noventa y nueve por ciento de sudor”.  Thomas Edison (Ohio, 1847-1931) Científico, empresario estadounidense e inventor de la bombilla eléctrica

Un texto, un cuadro, una pieza musical requieren silencio, concentración, dedicación. Sólo las “bellezas fáciles”, aquellas que no dejan huella, pueden consumarse en medio del ruido y de la distracción”. Francesco Petrarca (1304-1374) Filósofo italiano precursor del humanismo

 

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