Opinión de Antonio Palomo: EUFEMISMOS

Opinión de Antonio Palomo: EUFEMISMOS, foto antonio palomoOpinión de Antonio Palomo: EUFEMISMOS

Llevamos un annus horribilis, traducción del latín, “año terrible”, contrario al annus mirabilis que les deseo a partir de hoy mismo. El viernes pasado se cumplió un año de la invasión de Ucrania, nuestro granero europeo, por decisión del ex agente de la KGB y presidente de Rusia Vladímir Vladimirovich Putin, con las consecuencias nefastas sobre los mercados de materias primas para la alimentación animal, y cuyos futuros continúan siendo inciertos, que es lo contrapuesto a lo cierto, como la mentira a la verdad. Apostillar que la cebada, además de para alimentación animal, en España es clave para la producción de cerveza, ya que somos el segundo país mayor consumidor mundial después de república Checa con 417 cervezas/persona/año. Conozco alguno que se bebe las mías. Dime con quien andas y te diré cuántas cervezas llevas. No olvidemos que la compra de cereales a Ucrania en el año de la pandemia supuso el 42% del total de las importaciones de España, seguido del aceite de girasol (25%).

Un análisis del grupo RAND describe el modelo ruso de propaganda como “una manguera de falsedades” alimentada por un gran número de canales y agentes de opinión para difundir verdades a medias, verdades paralelas o, directamente, mentiras. Se trata de lograr con la propaganda entretener, confundir y abrumar a la audiencia. Si no fuera por la gravedad de esa cruenta guerra con enormes pérdidas humanas y materiales, podríamos ver muchas similitudes en cuanto a dicha maquinaria propagandística del Kremlin con el de la factoría Moncloa. Menos mal que Putin se graduó a sus 23 años en Derecho. Leyendo su libro autobiográfico “En primera persona” (Ot pervogo litsa), único publicado en sus más de 20 años en el cargo, a mí, personalmente, me quedan muchas cosas diáfanas. Pero de sus años de juventud, la anécdota más analizada de Putin es la de la rata gorda. Aquella en la que creciendo de niño en Leningrado se encontraría cara a cara con un enorme roedor a la que acorraló en un callejón. Arrinconada, la pequeña bestia se revolvería y trataría de morder a su persecutor, que huyó a su casa aterrado. El líder ruso siempre comenta este pasaje como una lección de los peligros de poner a un enemigo contra las cuerdas, ya que nunca sabes cómo va a reaccionar. Personalmente, considero que no se debe poner contra las cuerdas a nadie, ni a un enemigo ni a un amigo. Según los tests de comportamiento que le realizaron para su entrada en los servicios secretos rusos exhibía una «carencia total de empatía». ¿A quién le sorprende, y más después del mensaje en la Duma que dio la semana pasada?

Menos mal que, al menos, tenemos al Señor Planas, nuestro sensato ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, tratando de poner orden en la cadena alimentaria, en base a las competencias de las distribuidoras de los alimentos, a pesar de que desde la segunda vicepresidencia del gobierno lancen mensajes contrarios, e incluso se permiten llamar “oligopolio” a las cinco mayores distribuidoras que suponen el 50% del mercado, conminándolas a que pongan a disposición de los consumidores una cesta de la compra salubre a su costa. Cuan difícil me resulta entender los enfrentamientos e incoherencias entre miembros de un mismo gobierno dando soluciones antagónicas al mismo problema centrado en la subida desorbitada de los precios de los alimentos (16%). Permítanme que utilice un eufemismo, dentro de mi retórica, para clasificar estos hechos: incongruencia. Y utilizo esta palabra más decorosa para sustituir a otras muchas más groseras que me vienen a la cabeza. Bien participo de negociar con las principales distribuidoras de nuestro país para poner un cierto orden dentro de la cadena alimentaria por encima de topar los precios de los alimentos que, a la sazón, según numerosos expertos de mercados, nos penalizarían los precios a los productores y, por ende, el valor adquisitivo junto a la rentabilidad de nuestros negocios. Pero una vez más prevalece el postureo cínico de la mayoría de fijo discontinuo sobre la minoría de fijo continuo en su causa 94, que también manipulan los primeros. Entiendo que una idea política es una forma de hacer, que no una forma de ser.

Ha quedado denostado aquello de “¿estudias o trabajas?, ya que eufemísticamente deberíamos preguntarnos si estudias o trabajas de una forma fija discontinua o continua, de forma que nos podríamos hacer un go-between, como hablaba con un empresario porcino la semana, y llegar a la conclusión de que, ante las dificultades que tiene para contratar a personas en su empresa de forma continua, tiene que hacer más de mediador que de contratador ante sorprendentes exigencias del contratado, que en no pocas ocasiones es, fijo, discontinuo. Y es que en muchas de nuestras granjas la rotación del personal anualmente supera a la tasa de renuevo del efectivo reproductor, que van del 35-40% en cerdas ibéricas al 45-55% en cerdas blancas. No es menos cierto, que algunas de nuestras granjas propias tenemos una tasa de retención de más del 80% durante los últimos 10 años, lo que sin duda corresponde a fijos continuos. Si me permiten mi proairesis o capacidad de elegir, me decanto por estos últimos.

            No obstante, desde el punto de vista de la psicología, se utilizan los eufemismos como expresiones menos ofensivas para sustituir a otras más explícitas que puedan ofender por su carácter peyorativo. Bien saben que vivimos en “el mundo de los ofendiditos”. Algunos eufemismos tienen la intención de ser cómicos, palabras inofensivas que tratan de desorientar y evadir una realidad desagradable. Claro que, también estamos acostumbrados a quienes hacen lo contrario, es decir, utilizan disfemismos, trenes que viajan en sentido contrario, si es que caben en los túneles, tratando de buscar una expresión aún más agresiva. En el día a día de nuestro entorno político y social somos testigos tanto de los eufemismos como los disfemismos. Me gusta aquel adagio que dice: “al pan pan y al vino vino”, así como aquel otro de “mejor una vez rojo que mil colorado” al que se refería con frecuencia Don Manuel, el Veterinario de mi pueblo, tan respetado por todos, al que mi Madre ponía su toalla recién lavada y un jabón a estrenar cada vez que iba a casa a ver nuestros cerdos, gallinas y vacas. La base estaba en la verdad por delante, la cual, como refería mi querida Madre, es más contundente que todas las mentiras juntas, y termina imponiéndose. Ya decía el ensayista inglés John Milton: ¿acaso se ha visto alguna vez que la verdad sea derrotada por la falsedad en una confrontación franca y leal? ¡Qué tiempos aquellos, parecen del siglo pasado! Es posible que, actualmente, como bien mencionaba el filósofo prusiano Kant, la necesidad de actuar es mayor que la posibilidad de conocer.

            Para culminar esta columna de forma positiva, en nuestro sector, los precios de mercado de porcino han vuelto a subir, suponiendo que una cerda de desvieje y un cerdo engorde de 115 kilos cotizan a algo más de 200 €/unidad. Y a ello, añadimos que según los datos de comercio exterior de Aduanas (Comex) publicados hace dos semanas arrojaron en 2022 un record de exportaciones, con un máximo histórico de 389.209 millones de euros, que supone un crecimiento interanual del 23%, lo que aportó casi la mitad del crecimiento del producto interior bruto (2,6 puntos de los 5,5% del PIB). La mala noticia es que las importaciones aumentaron un 33,4% lo que da lugar a un déficit comercial. Nuestro sector porcino ha participado en la parte positiva de exportaciones con más de 3 millones de toneladas y 8.000 millones de euros, con un saldo comercial positivo (el segundo más elevado en todo el sector agroalimentario), duplicándose en los últimos diez años, donde nuestra producción ha crecido un 41%, suponiendo que hoy exportamos el 60% de lo que producimos. Voy a decir BRAVO, por no lanzar un eufemismo.

FELICIDADES A TODOS LOS ANDALUCES E HÍBRIDOS DE ANDALUCES, a quien dedico esta columna de opinión EN SU DÍA GRANDE.

“Dicen esas cosas en nombre de la corrección política. Yo soy políticamente incorrecto y la corrección política no es más que la mordaza que antiguamente se llamaba censura e Inquisición. Además, yo hablo con palabras de escritor, no con eufemismos de personas que solo quieren ganar votos”.  Fernando Sánchez Dragó (2 octubre 1936) Escritor español

 

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