Opinión de Antonio Palomo: DEUDA INMUNOLÓGICA

Opinión de Antonio Palomo: DEUDA INMUNOLÓGICAOpinión de Antonio Palomo: DEUDA INMUNOLÓGICA

Hubo una vez un ilustre médico, que nació en 1815 en Valseca, un pueblo próximo a Segovia, entre Bernuy de Porreros y Hontanares de Eresma, el primero es el pueblo de nuestra colega y profesora de nutrición de la UCM, Beatriz, a quien dedico la columna por su gran calidad profesional y humana, además de por su amistad. El nombre del sanitario es Don Pedro González de Velasco, cuyos progenitores campesinos y propietarios de una pequeña posada familiar al cuidado de la pocilga para la matanza, decidieron que, en base al poco número de marranos de los que disponían, y por el despierto intelecto del hijo, lo mejor era enviarlo a estudiar al Seminario de Segovia algo de latín y filosofía, pero al morir Fernando VII los avatares militares y eclesiásticos le llevaron a Madrid a estudiar Medicina. Y como dice su biógrafo, como el que nada tiene nada puede perder, sacando dinero de debajo de las piedras y dejándose las pestañas entre libros y hospitales, a los treinta años era un flamante cirujano y posteriormente catedrático, pero no conformándose con tan altos méritos, y conservando su sangre campesina, dedicó su vida a la investigación y a la lucha contra la enfermedad, creando a los 70 años el actual Museo Antropológico de la capital de España. ¿Cuáles fueron las tres virtudes de su sangre campesina?: el tesón en el cumplimiento de las tareas, la capacidad de sobrevivir con lo mínimo y el afán por guardar todo lo que se cruzaba en su camino, por si alguna vez sirviera para algo. Esta introducción quiero que sirva como reconocimiento, que no como deuda, al Doctor Velasco, además de como hilo conductor para referirme al concepto manido de deuda inmunológica, que entiendo más bien como reconocimiento del sistema inmune a los diferentes agentes infecciosos.

Cuando se cumplen 1.000 días, desde aquel 14 de marzo de 2020, en el que se decretó por el Gobierno el estado de alarma, de dudosa legalidad como otras tantas leyes durante este periodo, entre el aislamiento social y el uso de mascarillas, el contacto con los diferentes agentes infecciosos se redujo drásticamente, lo que por un lado ha sido positivo para el control del coronavirus del Covid-19, pero como contrapartida, ha generado lagunas en nuestro sistema de defensas. Tengo dudas de si el ignominioso absentismo laboral actual en España del 12% de las personas (>1.2 millones de personas al día que ni van a trabajar) también es una medida de prevención por miedo a contagiarse o el contagio vertical u horizontal en la pirámide social del todo vale. Desde hace meses, los especialistas así lo refieren sobre el incremento de las infecciones víricas respiratorias (bronquiolitis en bebés, virus influenza, virus sincitial, rinovirus, metapneumovirus) y ahora las infecciones bacterianas por Streptoccocus tipo A también en niños dentro de los primeros 12 años de vida. En el primer caso, los jóvenes son los reservorios principales, y en la bacteria son las madres las portadoras. Bien lo sabemos en nuestras propias granjas, donde la prevalencia en el momento del destete de los lechones de los diferentes agentes infecciosos respiratorios ya nos da una idea de los problemas en las siguientes fases de producción, al tiempo que favorecen la recirculación hacía las reproductoras y la permanencia en el tiempo. De la misma manera, somos conscientes de que es la madre la que contagia vía genital en el momento del nacimiento a los lechones. En ambos casos la transmisión horizontal posterior tiene lugar por vía oronasal.

 Se barajan dos hipótesis al respecto, la primera es que al no haber tenido exposición de las personas a estos agentes infecciosos que ahora nos están causando problemas, la capacidad de respuesta inmunitaria está siendo deficiente, disminuyendo la competencia de activación del sistema inmune, que es a lo que se conoce como deuda inmunológica, que ya mencionaron un grupo de pediatras franceses en agosto de 2021. La otra opción sería derivada de que el Sars-Cov2 generase depresión del sistema inmune de aquellas personas infectadas, y por lo tanto serían más susceptibles a tener cuadros clínicos tanto de agentes infecciosos respiratorios como sistémicos (caso del Streptococcus), estos segundos capaces de actuar tanto como agentes infecciosos primarios como secundarios, es decir agravantes de cuadros clínicos cuya etiología es otro agente infeccioso, especialmente vírico. Personalmente, el término deuda inmunológica no me parece del todo acertado técnicamente, ya que a pesar de que durante un tiempo nuestros animales no estén en contacto con algún agente infeccioso, no debemos olvidar el concepto de memoria inmunológica. Prefiero trabajar para tener granjas muy estables sanitariamente, reduciendo el riesgo infeccioso mediante todas las pautas de bioseguridad de las que tanto hablamos, que tener el sistema inmune constantemente activado, ya que en este segundo caso son numerosos los nutrientes (aminoácidos y micronutrientes) que se desvían de los ciclos metabólicos para generar células de defensa, en vez de ir a depósitos de tejidos, lo que nos determina una pérdida de eficiencia alimentaria y aumento de los costes de producción directos. En este punto, y siento no estar de acuerdo con los movimientos antivacunas, considero que los programas de profilaxis preventiva (desparasitación y vacunación) asociados a las pautas de manejo versadas en adaptación y cuarentena son esenciales para mantener un sistema inmune balanceado y equilibrado en nuestras granjas para reducir el riesgo, que no eliminarlo, de patologías infecciosas que nos dará lugar a un retorno de la inversión muy significativo.

Constantemente, tanto animales como humanos, nos estamos infectando con bacterias y virus que están en la naturaleza (aire, tierra, agua, alimentos), pero eso no significa necesariamente que tengamos signos clínicos de enfermedad, ya que el sistema inmune tiene como función bloquear el paso de infección a enfermedad. En humana hay numerosos trabajos que mencionan como menos del 20% de las infecciones necesitan de tratamiento médico. Me pregunto cuál es el porcentaje en nuestras granjas. Es razonable pensar que, cuanto más eficiente sea el sistema inmune, tanto la incidencia como la frecuencia y gravedad de los cuadros clínicos serán más leves. Algunos mencionan que al sistema inmune debemos entrenarle para que esté preparado cuando llegue el momento, utilizando pautas de “infectenas”, sobreinfecciones, “hot box”, feed back, lo que, desde mi punto de vista, entraña algunos riesgos circunspectos que debemos de ser capaces de atajar y ponderar, o mejor no llevarlas a cabo. Otra vía, algo más compleja, pero más segura, es favorecer el desarrollo del sistema inmune desde el mismo momento en que este comienza a evolucionar, y que es tan temprano como la fase embrionaria. Bien se sabe en humana que el consumo de alcohol y tabaco durante la gestación perjudican a la capacidad de respuesta inmunitaria, tanto de la madre como del niño en su desarrollo. Esto, afortunadamente no nos pasa en nuestras granjas, pero bien sabemos que, cualquier factor de estrés y los procesos oxidativos durante la gestación afectan negativamente el desenvolvimiento del sistema inmune, por lo que cumplir el reglamento técnico de bienestar animal y bioseguridad, a buen seguro hará que nuestros cerdos sean más inmunocompetentes. De la misma manera, los que hacemos nutrición, sabemos de la interacción positiva entre nutrientes – inmunidad y microbiota, triángulo sobre el que se han publicado un gran número de trabajos científicos en la última década. Llevamos algunos años hablando de la importancia de tener en cuenta la sanidad de nuestras granjas a la hora de diseñar las dietas, como también el formular los piensos con el objetivo, no solo, que por supuesto, para obtener los mejores índices zootécnicos, sino pensando en que son numerosos los nutrientes que influyen en el desarrollo y respuesta del sistema inmune. Y no solo ciertos aminoácidos, algunos hidratos de carbono y ciertas fibras, sino también, y muy especialmente algún macromineral, pero sobre todo numerosos oligoelementos y la mayoría de las vitaminas, además de ciertos aditivos nutricionales. Reflejo, una vez más, la importancia de considerar, no solo los macronutrientes, sino los micronutrientes en todas las fases productivas, y muy especialmente en las cerdas reproductoras por su efecto beneficioso en la respuesta inmune tanto de lechones como cerdos de engorde.

FELICIDADES A TODAS LAS LUCÍAS, que significa “Luz” o “la que lleva luz”. Y QUE NOS CONSERVE LA VISTA.

           “Tal vez, la suprema virtud en nuestro siglo sea mirar la inhumanidad a la cara sin perder la fe en los hombres”. Raymond Arón (1905-1983) – Filósofo y economista francés

 

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