Opinión de Antonio Palomo: AZAR

FORO AGRO GANADERO, Opinión de Antonio Palomo: AZAROpinión de Antonio Palomo: AZAR

Seguimos inmersos, aunque desconozco absolutamente por cuánto tiempo, en momentos de lo imprevisto y lo incierto. Incluso el proyecto del Real Decreto para paliar el impacto económico de la guerra en Ucrania sobre los sectores ganaderos está suscitando no pocas controversias y contradicciones en diferentes actores de nuestro sector porcino. ¿No será que de aquellas tormentas vienen estos barros? Siempre me ha resultado curioso escuchar en los momentos de crisis que las cosas se tendrían que haber hecho de otra manera, como ahora pagar las consecuencias de no haber creado antes una política europea común energética, agrícola o de defensa. ¡Qué fácil es retrotraerse en el tiempo para culpar a nuestros antecesores, en vez de asumir responsabilidades y gestionar programas de acción resolutivos! ¡Qué fácil es, en tiempos de bonanza, no tomar las medidas precautorias para futuros inciertos! O es que quizás se cumpla aquello de que “uno recoge lo que siembra”. Claro que, si pensamos en que el azar es lo imprevisible, qué podemos hacer. Tengo claro que nuestras empresas actuales para soportar los vaivenes de los mercados globalizados y volatilizados, además de ser eficientes a nivel productivo, debemos llevar en la misma matriz cuadrática los objetivos de producción, los puntos de sensibilidad, los costes de producción y la gestión financiera.

Una reciente definición de azar la dio el matemático y científico de la computación norteamericano Gregory Chaitin, como aquello que depende de la incomprensibilidad algorítmica, es decir, la imposibilidad de determinar de antemano una sucesión de acontecimientos. Siempre tendemos a pensar e incluso sobredimensionar los aspectos negativos, lo que a no pocas personas les provoca una gran amargura. Personalmente trato de analizar las bondades de las desgracias y los beneficios de las adversidades para salir de cada “agujero negro” aún más reforzado. Siempre he pensado en la necesidad de reforzar la inmunidad tanto en nuestros animales, también conocido como efecto booster de potenciación de la inmunidad o como la nuestra propia. La semana pasada en mi visita a Holanda hablando con un Veterinario me llego a decir, que sin un programa profiláctico de precisión (las 3Ps) no podrían criar cerdos. No lo confundamos con las otras 3Ps a las que los sociólogos achacan gran número de conflictos: Periodistas, Políticos y Policía. Me quedo con la P de porcino.

También creo en el azar y la necesidad, que bien fue planteado y explicado en un libro con el mismo nombre publicado en 1970 por el Premio Nobel de Medicina de 1965 el francés Jacques Lucien Monod, uno de los fundadores de la biología molecular y descubridor del mecanismo de la expresión génica. Monod, en 1936, cuando contaba con 26 años estaba a punto de embarcarse en una expedición científica a Groenlandia cuando uno de sus compañeros de la facultad de Ciencias Naturales en la Sorbona, Boris Ephrussi, le convenció para que le acompañara al California Institute of Technology (CalTech) en Estados Unidos, para estudiar genética con una beca Rockefeller. Esta decisión le salvó la vida, ya que el barco en el que debía viajar junto a la expedición naufragó y no hubo supervivientes. Definía la necesidad como aquello a lo cual es imposible sustraerse. En 1959, en el Instituto Pasteur de París con la ayuda de Arthur Pardee, realizó uno de los experimentos más famosos de la historia de la ciencia moderna: el “PaJaMo”, que les permitió descubrir la existencia de genes reguladores de la producción de proteínas, mediante un mecanismo de control. La clave de ese “modelo operón”, que es uno de los mecanismos básicos de la vida, estaba en una molécula represora que se puede unir al ADN, y cuya presencia o ausencia —determinada por un gen regulador— bloquea o permite que la célula fabrique una proteína. Así, el azar responde a las cosas fortuitas, a la casualidad, mientras que la necesidad es un impulso irresistible que hace que las causas obren en sentido cierto. En mi opinión, y sin revelar ningún secreto de Estado como hacen algunos desaprensivos con escaso sentido, precisamente de Estado, confío en que el azar nos lleve a la necesidad y que la ciencia con conciencia ponga los cimientos de la prosperidad como decía el humanista francés del siglo XVI Francois Rabelais.

El centenario filósofo francés Edgar Moris acaba de publicar en sus lecciones de un siglo de vida una cita al respecto que considero interesante en este punto, y que viene a decir que “lo que es cierto en las personas lo es aún más de la historia, sometida no solo a los determinismos económicos, a las ambiciones, a las rapacidades y las codicias desmesuradas, sino también a la absurdidad. Así, concluye que una de las grandes lecciones en su vida ha sido dejar de creer en la perennidad del presente, en la continuidad del devenir y en la previsibilidad del futuro. La incertidumbre y lo inesperado deben integrarse en la historia humana. Lo imprevisto no solo es azar, sino también “el viejo topo que va trabajando baja tierra y aparece bruscamente”. Así, la imposibilidad de eliminar el azar de todo lo que es humano nos debe llevar a estar preparados para que ocurra lo inesperado, a lo que personalmente refiero con frecuencia diciendo aquello de que “actualmente puede pasar cualquier cosa en cualquier momento”

No estoy muy seguro si hemos aprendido de los múltiples errores cometidos en estos últimos 1000 días, aunque solo sea por azar, lo que me perturba pensar en el error de subestimar los errores. Si el error es reconocido, analizado y superado, se convierte en algo positivo. Bien sabemos que el espíritu científico se constituye sobre un conjunto de errores rectificados que mencionaba el profesor francés Gastón Bachelard. La ciencia no elimina el error y reconoce en su seno que el error es posible. Conozco muchos casos en los que las personas hacen reconstrucciones intelectuales en base a ideas y teorías que a veces no solo son erróneas, sino ilusorias, además de incomprendidas y mal juzgadas. Así, por ejemplo, las mentiras son fuentes de error cuando nos las creemos, pero la peor mentira es la self deception, que es mentirse a uno mismo. Llevo mucho tiempo preguntándome algo que me preocupa azarosamente, y es ¿por qué esta sociedad es tan laxa con la mentira y sus protagonistas?

Da vida a tus días y no días a tu vida” Rita Levi Montalcini (1909-2012) Neuróloga italiana Premio Nobel de Medicina 1986

 

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