Opinión Antonio Palomo: POST-SHAME
Opinión Antonio Palomo: POST-SHAME
“Vamos a jugar, proponme un juego que nos divirtamos ambos”. Es una frase que me dijo este viernes pasado en Burgos una excelente educadora infantil a cuya familia me une una profunda amistad desde hace años. Lo ha dibujado en una cartulina en grande, con su dominio de la técnica del lettering, y se la muestra a sus infantes en clase. Está preocupada por la deriva individualista de sus alumnos, como creo que estamos preocupados muchos, y no solo por los más pequeños, sino también por parte de la juventud que son el futuro de nuestra sociedad, y no menos por los adultos, tema recurrente que tanto nos dificulta para poder crear equipos de trabajo a todos los niveles. Eso sí, el individuo dentro del rebaño, de las masas que culmina en la soledad no deseada de muchos de nuestros mayores, y no tan mayores. Muchos jóvenes se sienten solos, y eso me parece sumamente grave en esta sociedad de la dopamina. Quizás es que cada uno juegue a lo que le gusta sin preocuparse de que también le guste al que tiene a su lado, que es lo mismo que a nivel del trabajo no partir del concepto win to win (tu ganas, yo gano y todos ganamos), en el cual creo firmemente y mucho me satisface. También creo en que el beneficio tiene que ser proporcional al esfuerzo y la capacidad de sentir vergüenza por las malas prácticas tanto profesionales como personales. Esto se lo menciono cada año a los alumnos que terminan el grado de Veterinaria y que al recoger su título hacen el juramento deontológico. Como dice Curro, un excelente profesional y ser humano a pie de granjas: “si hacemos las cosas mal, salen mal”. Son numerosas las ocasiones en mis visitas a granjas donde, como esta misma semana, perseveramos en el error tirando piedras sobre nuestro propio tejado, normalizando lo incorrecto y persistiendo en fallos que van en contra de los propios objetivos. Y luego nos preguntamos por qué surgen ciertos problemas y algunos se cronifican. Personalmente pienso que entramos en procesos de habituación, donde “el hábito hace al monje”, o también aquel dicho popular de “vista la caseta, visto el melonar”. Esta columna va dedicada a Curro y la Familia Arauzo García, a quien agradezco su amistad.
Este individualismo ya lo trató F. Nietzsche hace 150 años, pero con un enfoque mucho más positivo y no tan desvergonzado como al que estamos asistiendo un día sí, y otro también. El filósofo alemán abogaba por las personas creadoras y fuertes (ahora se valora mucho a los creativos, y no es nuevo) poniendo en valor sus propios principios y valores, en vez de dejarlos al albur de los preestablecidos para el conjunto (políticamente correcto), y que tanto anulan la capacidad de discernimiento y pensamiento crítico. Es por esto por lo que siento que nos movemos en la era de la post vergüenza o post-shame, además de la posverdad que menciona el investigador José Antonio Marina en sus últimos escritos, en los que se autodefine como un currante intelectual, al cual alabo el gusto.
Les confieso que, no en pocas ocasiones, siento vergüenza propia y ajena al escuchar y analizar comportamientos en nuestro entorno laboral. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, es un nombre femenino que significa la turbación del ánimo ocasionada por la conciencia de alguna falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y humillante. En su definición aparece la palabra conciencia, que en teoría nos diferencia del resto de los animales, aunque muchas veces veo respuestas más instintivas que racionales. Y lo de humillar que va en sentido opuesto a la humildad, a pesar de escribirse parecido, nos lleva a desconfiar del que así actúa, poniendo en ciernes la confianza en el mismo. Sabiendo que la confianza, que tiene sus bases en las promesas (cumplir la palabra), la seguridad y la responsabilidad es el verdadero motor que mantiene en marcha nuestras vidas dentro y fuera del trabajo, considero muy poco probable que en estos momentos del post-chame (post vergüenza) vayan de la mano, y/o sean la consecuencia de la desconfianza. Y como los factores de stress ambientales o nutricionales pueden ser desencadenantes y/o agravantes de problemas infecciosos, la desvergüenza lo sea de la falta de confianza, y la falta de confianza de la desvergüenza. Como dicen los hoy llamados creadores de contenidos: “la vergüenza, ni está, ni se la espera”. Me pregunto si no estaremos ante una chapuza evolutiva, ante el Principio de Hanlon: “Nunca atribuyas a la maldad lo que se explica adecuadamente por la estupidez” o lo que los sociólogos de la Universidad de British Columbia llaman la Triada Oscura de la Personalidad (Dark Triad): maquiavelismo, narcisismo y psicopatía.
Ya decía el pensador sarcástico de la ilustración (s. XVIII), el francés Voltaire, que la historia no se repite nunca; los seres humanos, siempre. Aún así, confío en que no se repitan ciertas atrocidades históricas a menos de 90 años del comienzo de la Guerra Civil en nuestro país y rodeados de grandes conflictos bélicos absolutamente deplorables, y que los seres humanos seamos capaces de aprender de nuestros errores y enmendarlos, huyendo de la actitud del sostenella y no enmendalla.
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“¿Qué haces? – Estoy pensando. Por Dios, Mariano, no hagas locuras” – Forges – Antonio Fraguas de Pablo (1942-2018) Humorista gráfico madrileño y Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo
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